Cada vez que el PRD cumple años y hay procesos electorales, muchos de nuestros malquerientes, adversarios políticos y no pocos “analistas”, vaticinan la muerte del PRD. Ya le han hecho varias autopsias en vida. Así ha sucedido en los últimos días, en el marco del 27 aniversario del partido, y sigue vivo.

A menos de tres semanas de las elecciones en 15 entidades de la República, ya sobran quienes hablan de la inevitable catástrofe electoral y de la hecatombe del PRD.

Vivimos complicados procesos electorales manchados por el narco y la guerra sucia. En varios estados el PRD va en coalición: Oaxaca y Zacatecas —con candidatos perredistas—; Veracruz y Durango —con abanderados panistas—; y Quintana Roo —con un candidato externo que rompió con el PRI hace unos meses—.

En los demás estados, con candidatos del PRD, salvo Sinaloa, en donde se postuló a un líder empresarial sin militancia partidaria; y en la Ciudad de México se incorporó a la lista de candidatos al Constituyente a una significativa cantidad de reconocidas personalidades de la sociedad civil, intelectuales, periodistas, empresarios y artistas, entre otros.

¿Cuál es la perspectiva de resultados electorales para el PRD, cuando la disputa principal a nivel nacional es con el PRI y su principal aliado, el PVEM; y en la Ciudad de México, con Morena?

Según encuestas, el PRD ganaría en Tlaxcala y Oaxaca, y probablemente Zacatecas (esta última, en un escenario tripartita), con candidatos del PRD, y que obtenga triunfos en Quintana Roo, Veracruz y Durango. En todos los demás estados está dando una fuerte batalla, especialmente en Hidalgo, donde va en ascenso, y todo apunta a que elevará sus porcentajes de votación.

Sin restar importancia a ninguna de las entidades cuyas gubernaturas se disputan, la elección para la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México adquiere una importancia estratégica, porque el PRD está en la posibilidad real de volver a convertirse en mayoría al recuperar presencias que perdió en las elecciones federales de 2015, lo cual redefinirá muchas cosas.

Por otra parte, el PAN puede obtener la mayoría en Puebla y Aguascalientes, con candidatos propios.

Si esto sucediera, cambiarían significativamente las coordenadas políticas del país rumbo a 2018, pasando por las elecciones del Estado de México en 2017. Sería, desde luego, un severo descalabro para el PRI, hoy partido gobernante a nivel nacional.

Este posible escenario no lo dimensionan en toda su importancia los pretendidos “analistas”, porque utilizan sus deseos y sus filias o fobias como argumentos e instrumentos de análisis.

Para asegurar otra vez la muerte del PRD han dicho que si el PRD gana en Tlaxcala con Lorena Cuéllar, será con alguien que fue priísta hasta el 2012, por lo que “perredista, perredista, no es”. Y si se gana en Oaxaca con Pepe Toño Estefan, será con “alguien que fue priísta hasta el 2015”. Si se gana en Quintana Roo, así como que “triunfo del PRD, pues no. ¡Mucho menos en Veracruz y Durango!”.

Nos dan por perdidos en Zacatecas y la Ciudad de México. Dicen que en los demás estados somos simplemente “marginales”. Y, por lo tanto, “el PRD está borrado y no tiene nada que hacer en el escenario de la vida nacional”.

No importa que el PRD tenga 4 millones de afiliados en todo el país, que gobierne cuatro estados, la capital del país y alrededor de 300 municipios —varios de ellos muy importantes—. No importa que tenga 60 diputados federales y más de 20 senadores porque, al final de cuentas, de lo que se trata es de demostrar que el PRD ya llegó a su fin y es mejor darle la bendición, los santos óleos y el último adiós.

Ya veremos los resultados del 5 de junio. Pero una vez más se quedarán con los ramos o las coronas mortuorias esperando uno o dos años más para volvernos a matar o querer vernos morir, porque hay PRD para mucho tiempo.

 Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados

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