En este mundo conectado en el que se puede, de manera virtual, viajar y visitar museos, conocer personas y compartir intereses, jugar una partida de ajedrez con alguien al otro lado del Atlántico, comprar lo que se le ocurra y hasta manifestarse por alguna causa ajena y lejana, es obvio que dentro del espectro de lo más útil a lo más fútil que podemos obtener de esta intangible realidad, la educación —que en la mayoría de los casos pertenece a la categoría de lo útil— tiene un buen puñado de opciones de muy buena calidad en la World Wide Web.

Esta casi sagrada relación entre maestro y alumno ha tenido que adaptarse a los tiempos, ya Michel de Montaigne en su extraordinaria claridad de pensamiento abogaba por la practicidad en las formas: “Mi difunto padre, que, hizo cuantos esfuerzos estuvieron en su mano para informarse entre gentes sabias y competentes de cuál era la mejor educación para dirigir la mía con mayor provecho, fue advertido desde luego del dilatado tiempo que se empleaba en el estudio de las lenguas clásicas, lo cual se consideraba como causa de que no llegásemos a alcanzar ni la grandeza de alma ni los conocimientos de los antiguos griegos y romano”, la praxis fue para Montaigne el mejor método de aprendizaje; una praxis que no hacía a un lado el papel del maestro como guía, y claro, no exenta de su debida dosis de esfuerzo y compromiso, lo que Montaigne llamaba una “dulce severidad”.

Hoy, el maestro puede estar al otro lado de una computadora, la presencia física es prescindible, los modelos más audaces prescinden incluso de la presencia en tiempo real de un guía, las aulas virtuales no necesariamente incluyen la interacción. No es este el modelo de las universidades y la educación continua o los campus virtuales, pero sí es aplicable a algunos diplomados o cursos sueltos. Dentro de ese puñado de opciones, una que cuenta con el respaldo de la academia es Coursera, una plataforma de cursos gratuitos que son ofrecidos por grandes universidades como Princeton, Stanford o Yale; también museos o institutos como el MoMA, el Caltech o el Museo Americano de Historia Natural. Entre las universidades latinoamericanas destacan, por supuesto, la UNAM, el Tec de Monterrey, la Pontifica Universidad Católica de Chile o la Universidad de Sao Paolo. Los cursos van de las matemáticas a la sociología, de las finanzas a la poesía contemporánea americana, del derecho a la farmacología; además, en Coursera es posible encontrar cursos en español. The Great Courses es otra opción interesante, cursos que dan desde entusiastas hasta doctores en temas tan diversos como la cocina, el yoga, la agricultura, el Renacimiento, el latín o la trigonometría. En el caso de The Great Courses, sí se tiene que cubrir un costo y la oferta educativa está sólo en inglés. También hay páginas como , con gran respaldo y orientadas a públicos más específicos, aquí solo hay cursos relacionados con programación y tecnología; el proyecto nació nada menos que en la Universidad de Stanford.

Si algo es de nuestro interés y queremos aprenderlo, seguro está en la red y, como ve, no necesariamente sin perder la calidad por no estar entre cuatro paredes de algún prestigioso instituto, podemos decir que aquí la montaña sí va a Mahoma, ¿se anima?

 @Lacevos

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