El lenguaje, cosa viva que hoy con las nuevas tecnologías muta, y se mueve a velocidades que nos dejan inevitablemente atrás. Una misma generación puede experimentar cómo las cosas e ideas encuentran nuevas palabras para ser representadas de maneras distintas en lapsos de tiempo cada vez menores; cada generación tiene hoy, muchos lenguajes. Mi primer desconcierto con los modismos debió llegar en la niñez; en mi barrio, en el centro de Guadalajara, se estilaba poner un nombre, (el propio, supongo) y debajo una “R”, así, entre comillas. Era algo bastante simple y al mismo tiempo tan críptico que hacía a uno imaginar a sociedades secretas o, si uno no le entraba con enjundia a la fantasía, en algo más vulgar, quizá que alguna pandilla rondaba la zona. La “R” no era otra cosa más que “Rifa”, es decir que el dueño de ese nombre, esa persona, era alguien osado, audaz, que carecía de temores, que se “rifaba” la vida y ponía empeño en aquello que emprendía; pero no se confunda, la connotación, aunque parece positiva (o más bien ñoña), iba más en un sentido de rudeza; un héroe “se rifa”, pero también un villano, y en este caso quien se la rifaba era más bien un cabrón, o eso quería hacernos creer. El descubrimiento de los significados en estas formas de expresión no le restaban admiración. Pero al final, de una forma o de otra, esa contracultura, como casi todas, era absorbida rápidamente, y la osadía tornaba en lugar común, y se quedaba en nuestro sistema por años.

Pero hoy encontrarnos con neologismos o adaptaciones del lenguaje puede dejarnos perdidos en la duda por mucho más tiempo. Algunos apenas nos estamos familiarizando con los LOLs, YOLOs y los OMGs cuando ya tenemos encima cosas como MDMA, AHRE o TBT para hacernos sentir más extraviados y menos in (expresión que, por cierto, lector treintañero, es parte ya del Mesozoico). Pero ese es hoy por hoy, nos guste o no, parte del lenguaje con el que se expresa todos los días una buena parte del mundo, un lenguaje, podríamos decir “universal”.

Pero no hay que ir muy lejos para solventar esos problemas de comunicación entre uno y los millennials. Por supuesto el lugar no está cerca del Panhispánico de Dudas, el DLE o la Fundéu; hay que ir más bien ahí, al lugar donde se gestan muchas de estas nuevas expresiones. En YouTube, por ejemplo, hay un canal, no apto para grammar nazis, llamado simplemente ¿Qué significa? En el que su creadora, una famosa youtuber llamada Gominuke, nos explica, en menos de un minuto, que significan esas expresiones que nos dejan en blanco: KAPPA, SWAG, ASMR, entre otras. Es curioso que el “servicio” que presta esta joven millennial no se limita a ayudar a que otras generaciones se entiendan con esta; también enseña a los más jóvenes que significan cosas como el IVA o el KKK, entre otras; siglas sin duda menos simpáticas y más aburridas para todos, pero por si acaso están ahí, explicadas en buen castellano. Más de 130 mil suscriptores de todas las edades avalan esa necesidad de querer o tratar de entendernos, por más caótico que sea el proceso.

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