En México, la búsqueda por un sistema educativo que se adapte a las necesidades de la sociedad y a las exigencias en un mundo cada vez más competitivo han sido si no nulas, muy, muy pocas. Una reforma educativa que pretende acabar con ciertos privilegios sindicales mientras profesionaliza a una planta de maestros mal pagados parece no ser suficiente; el aumento en la jornada escolar para millones de alumnos no parece significar por sí mismo un incremento en la calidad educativa. Y es que para los gobiernos locales y federales “más” es sinónimo de “mejor”: más horas de clase para una mejor educación, más policías para una mejor seguridad, más multas para hacernos mejores ciudadanos. Lo muchote es mejor, dirían también los de Pedrones.

Las horas semanales extra en las escuelas y la supuesta profesionalización de los maestros no frenarán la deserción de los alumnos, que es uno de los principales problemas en las escuelas de este país. La carga de trabajo para los estudiantes, esas tareas que se van agravando con los años, resta a la motivación de los jóvenes. Hay modelos educativos probados que demuestran la inutilidad de tener a los alumnos quemándose las pestañas para cumplir con una tarea. En Finlandia, por ejemplo, si bien se caracteriza por tener un sistema de educación exigente, es a la vez flexible; cinco horas de escuela al día sin tareas posteriores, éstas son sustituidas por actividades extracurriculares basadas en los intereses y gustos particulares del alumno: la experiencia como base del aprendizaje. Este modelo menos “académico” tiene a Finlandia en los primeros lugares de calidad y efectividad educativos a nivel mundial. En Holanda, otro país top en educación, van un poco más allá, las metas de los alumnos son autónomas y los maestros tienen la tarea de ayudarlos a alcanzarlas de manera casi individual. El uso de las tecnologías es, por supuesto, piedra fundamental para estos modelos.

Pero la brecha tecnológica entre los países llamados de primer mundo y América Latina pareciera ser una traba para aplicar mejores modelos con la ayuda de herramientas digitales; este pensamiento no es del todo acertado, hay cierta tecnofobia basada más bien en la ignorancia. La tecnología tiene la cualidad de adaptarse y evolucionar al ritmo de las necesidades y recursos que hay a la mano. Existe toda una variedad de software libre que va desde los sistemas operativos, herramientas ofimáticas, elaborados programas de arquitectura, diseño o lo que se le ocurra.

La educación tiene un sentido social, y no se trata de plantar a un alumno frente al ordenador a que se las arregle; se trata de proveer a todos de mejores herramientas para enseñar y aprender, de hacer más práctico el proceso y, en cierta medida, más personalizado; es decir, más motivante para reducir la deserción y otros problemas. La brecha tecnológica no se reduce dándoles iPad a todos los alumnos de secundaria de un país ni haciendo alianzas con las grandes corporaciones de hardware y software. Y si esta reforma educativa iba en serio, debió incluir un apoyo más que significativo a las herramientas digitales, con la consecuente capacitación del magisterio, con miras a una transición tecnológica que mejore de manera importante un sistema educativo caduco, parchado e ineficaz.

@Lacevos

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