La semana pasada me referí al reclamo que a fines de 2014 hizo don Epifanio Álvarez: “Pienso ya en pedir cuentas a los líderes estudiantiles por haber llevado a mi hijo a realizar acciones fuera de la escuela”. Este reclamo, compartido por otros padres de familia de la Normal de Ayotzinapa, fue incorporado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) a las “Recomendaciones”. El reclamo no ha sido contestado y la Recomendación ha sido ignorada.

Me sigo encontrando a don Epifanio. Escuché su voz en una reciente entrevista de radio, donde cuenta que a él y a otros padres los llevaron a una reunión en Tixtla con el engaño de que les iban a “dar pistas”. Ahí los tenían cuando llegó el director de la Normal, José Luis Hernández Rivera, quien les ofreció “dinero, casas”, si desistían de su movimiento. Los padres se negaron, y “nos dio mucho coraje”.

En la misma entrevista, a la pregunta del reportero “¿por qué enviaron a los muchachos a Iguala?”, don Epifanio contesta: “nunca se ha llegado a saber por qué. No tenemos la respuesta todavía. Por qué puros de primero, pues. Y por qué a esa hora, pues, tan tarde. Muchas cosas que están oscuras”. (http://www.excelsior.com.mx/nacional/2015/08/
04/1038153)

Me topé también con un reportaje en la página web del Centro Agustín Pro de Derechos Humanos, “Jorge, el autodidacta”, firmado por Ricardo Garza Lau, sobre el hijo de don Epifanio. El muchacho, ávido de conocimiento, bueno y curioso, quiso inscribirse en 2013 en Ayotzinapa. Más que ser maestro, quería estudiar medicina, pero no había dinero. Don Epifanio (que ya se había ido de mojado algunas veces) trató de cruzar de nuevo para ver si ganaba algo, pero fue traicionado por el coyote y regresó a Ayutla. Su hijo se resignó entonces a buscar, por lo pronto, ingreso a la Normal.

El muchacho pasó su examen oficial de admisión en 2013, “pero en Ayotzinapa no basta con eso”, escribe Garza Lau. “Durante una semana fue sometido por los alumnos mayores a pruebas de resistencia física. No le daban comida, lo ponían a correr de madrugada, lo metían a un pozo. Regresó a casa porque no soportó la novatada.” Y no resistió entre otras cosas porque, alérgico al polen y al polvo, vivía una perpetua sinusitis.

Ahora, ¿por qué para ingresar a Ayotzinapa no basta pasar el examen de admisión? Porque el ingreso a las Normales rurales está privatizado: es tradicional que los aspirantes se sometan a una “Semana de adaptación”, diseñada y vigilada por el Comité de Orientación Política e Ideológica (COPI) que, a su vez, rinde cuentas a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, la inescrutable FECSM.

En teoría, el examen de ingreso lo pone la Secretaría de Educación de Guerrero, pero “es un secreto a voces”, aunque se hace “con discreción”, que el ingreso o el rechazo lo sanciona el Comité, como explica uno de sus líderes en Ayotzinapa, de nombre Bastián (http://suracapulco.mx/archivos/292029).

El padre de un muchacho de nuevo ingreso alguna vez “denunció que el comité de alumnos tortura a los aspirantes en la semana de prueba y los relega de la lista de aceptados, si no los obedecen”. 
Otros padres también han denunciado que, durante la “semana de adaptación”, sus hijos “se enfermaron, y presentaron los diagnósticos médicos como prueba de violación” ante la Comisión de Derechos Humanos de Guerrero que, a su vez, habría notificado a la CNDH. (http://suracapulco.mx/archivos/37025). ¿Será así de grave?

En su libro El milagro del comienzo, Gilberto Nieto Aguilar (hoy un líder de la SNTE en Veracruz, acusado de corrupción) narra su novatada en la Normal de El Mexe, también privatizada por la FECSM: “Primero me raparon. Un compañero de Huejutla que conocí el día del examen me dijo que no ofreciera resistencia con las novatadas porque podían lastimarme. Luego vino lo peor: nos formaron y nos fueron arrojando al canal de aguas negras que pasa a un costado de la escuela. El barullo se armaba con los que resistían y hubo algunos ojos morados y algunas narices rotas.”

Jorge, el hijo de don Epifanio, decidió intentarlo de nuevo. Se preparó un año para la “semana de adaptación”, se portó muy bien y obedeció todo y logró que la autoridad superior del COPI lo aceptase en julio de 2014. Estaba feliz. Según Garza Lau, llamó a sus padres y les dijo que iba a una marcha al DF. Con suerte y hasta vería el Estadio Azteca. Su madre le pidió no meterse en cosas de bloqueos y tomas de autobuses. Jorge le contestó que esas actividades “eran parte de su novatada”.

“La voz se me ha vuelto ronca de tanto gritar, exigir y llorar”, le dijo don Epifanio el sábado pasado, día de la marcha, a EL UNIVERSAL. Don Epifanio cree que a su hijo se lo llevaron la policía de Iguala y el Ejército. Y quiere saber quién envió a Iguala a su hijo. Es decir: quiere justicia, pero también quiere una explicación. Y parte de la justicia es la explicación. Es imperativo que la justicia se haga lo más pronto posible. La explicación se podría hacer ya.

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