Existen fechas imborrables que están grabadas en la conciencia y memoria colectiva, las cuales inmediatamente se relacionan con un lugar. Fecha y lugar se convierten en un binomio indisoluble, ya que lo acontecido un día en determinado sitio funde al tiempo y al lugar en un hecho memorable y le confiere un valor simbólico. Algunos acontecimientos obedecen a hechos históricos relevantes, otros, resultado de tradiciones culturales de carácter celebratorio, unos más por trágicos sucesos; lo común en ello es asociar lo ocurrido en una fecha con una marca indeleble en el escenario del suceso.

En días recientes dos fechas trágicas en el acontecer nacional nos remitieron a determinados lugares, una de ellas a Tlatelolco, escuchando una sonora voz que dice; “2 de octubre no se olvida”, la cual nos conduce a la Plaza de las Tres Culturas; en segunda instancia, el 26 de septiembre estará asociado fatalmente, de por vida, con Iguala.

Al realizar un somero repaso en el calendario anual, al 2 de febrero lo asociamos con las tamaladas del Día de la Candelaria, al adentrarse un poco llegaremos a Tlacotalpan Veracruz, en la Ribera del Río Papaloapan, donde las fiestas en ese día son un deleite de las tradiciones locales. El 5 de febrero, como muchas otras de carácter civil, además de dar nombre a múltiples calles en el país, la asociamos con el Teatro de la República en Querétaro, sede del Congreso Constituyente; más adelante, el 21 de marzo, a la par del advenimiento de la primavera, nos evoca a Guelatao en Oaxaca, villa que vio nacer a Benito Juárez.

Durante el primer día de mayo vienen a nuestra mente imágenes de los desfiles obreros, pero también se nos revela fotográficamente Chicago, en su evocación por sus mártires caídos ese día. Puebla hace presencia con sus Fuertes de Loreto y Guadalupe el 5 de mayo, evocando la victoriosa batalla de Zaragoza frente a las fuerzas invasoras francesas. De forma más genérica como espacio, el aula es el recinto al cuál recordamos el 15 de mayo, día del maestro; y si de maestros se trata, imposible no evocar a la Escuela Normal de Maestros un 10 de junio cuando fue testigo de la matanza de estudiantes frente a ella en la Calzada de San Cosme.

En territorios galos estará siempre presente un 14 de julio la emblemática Bastilla, fecha que conmemora su toma, que diera fin a la monarquía francesa; días después, en el mismo mes, pero siglos de por medio, un 26 de julio y el Cuartel Moncada se hermanan para dar inicio a la Revolución Cubana con el asalto a dicho cuartel. Septiembre trágico, tres fechas que registran la barbarie humana , tiñen de rojo, el día 11 al Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, escenario del cruento golpe militar en esa nación; años después en la misma fecha Nueva York experimenta en casa el drama del terrorismo al colapsarse muchas estructuras y como símbolo de ello las Torres Gemelas del WTC; los 26 de septiembre se asociarán a Iguala por la abominable desaparición de los normalistas mexicanos. Paradójicamente septiembre es el “mes de patria” y el día 15 de ese mes en los balcones de los ayuntamientos en las plazas públicas se emula el grito surgido inicialmente en Dolores, Guanajuato.

Si de tradiciones profundas se trata, el culto a la muerte en México se plasma los días 1 y 2 de noviembre en los todos los cementerios, destacando los de Oaxaca, Pátzcuaro y Mixquic. El 20 de noviembre, además de múltiples imágenes de los revolucionarios, la casa de los Hermanos Serdán en Puebla, logra que dicha ciudad aparecezca una vez más en escena, y ya en el último mes del año en el cerro del Tepeyac con la Basílica a sus pies, un día 12 podríamos culminar este periplo de binomios en el tiempo y en el espacio; de cronos y topos, de fechas y sus lugares.

Arquitecto

@FelipeLeal_Arq

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