La Alameda Central es el primer jardín público en América, iniciativa del virrey Luis de Velasco en 1590; su principal fin fue “embellecer a la ciudad”, la cual, para esos años ya se encontraba delineada. Además de embellecerla se le dotaría de un lugar para “salida y recreación de los vecinos”, y que se convirtiera en un punto de encuentro. Se planteó ubicarla al poniente, en una amplia extensión de nueve hectáreas, con un trazo renacentista de andadores en cruz, convergiendo éstos en puntos centrales donde se ubicarían más tarde las fuentes.

Por alamedas se reconocía en España a los jardines y paseos públicos arbolados, espacios para los plebeyos, que generalmente se encontraban en los extremos de las ciudades, pues los jardines o patios en las áreas centrales formaban parte de los palacios nobiliarios, por lo tanto no eran públicos.

Para caracterizar dichos paseos o prados se plantaban álamos, así sucedió con la Alameda Central, pero debido a que se encontraba flanqueada por una acequia que corría por la Calzada de Tacuba, hoy Avenida Hidalgo, dicha acequia o canal de agua inundaba con frecuencia sus prados, afectando a los álamos, por ello paulatinamente fueron sustituidos por olmos, fresnos y otras especies. No todo ha sido miel sobre hojuelas, ahí tristemente se estableció el quemadero de la Inquisición frente al Templo de San Diego.

Al paso del tiempo se le han ido incorporando fuentes, esculturas, monumentos y diversas especies vegetales, lo que la ha convertido en un jardín histórico. Ha sido fiel testigo de diversos momentos de nuestra historia y es el área verde delineada más significativa de la ciudad, sitio de recreación y encuentro de múltiples generaciones y sectores sociales. Durante el siglo XX vio asentarse en ella al quiosco morisco y albergar en él a la sede de la Lotería Nacional, pabellón que fue trasladado a otra Alameda; la de Santa María la Ribera, para ceder su espacio al Hemiciclo a Juárez con motivo de las fiestas del Centenario.

Es un museo a cielo abierto de patrimonio natural y cultural, es una referencia viva de quienes la han recreado. No en vano Diego Rivera en 1947 le rindió homenaje como si fuese un libro abierto de nuestra historia en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.

Anécdotas, episodios y personajes vinculados a ella sobran. Como todo bien no atendido, éste cayó en un grave proceso de deterioro durante las últimas décadas, vendedores ambulantes, prostitución, indigencia y descuido. El desdén de la autoridad hizo que dejase de ser un lugar seguro y atractivo para los visitantes; su recuperación no sólo física sino social para recobrar su vocación incluyente y pluriclasista era impostergable, por ello en 2012 se tomó la firme decisión de renovarla y embellecerla de nuevo para beneficio de toda la sociedad, y así dar aliento al mejoramiento de la ciudad.

Se restauraron sus monumentos, bancas, esculturas, fuentes y fueron sustituidos sus pavimentos, se plantaron cerca de quinientos árboles, se le incorporaron las calles de Doctor Mora al poniente y Ángela Peralta al oriente, logrando con ello la integración con el Palacio de Bellas Artes.

La Alameda Central es por fortuna hoy, de nuevo, un digno sitio de encuentro y recreación, “lugar de la otredad” diría Octavio Paz, sin duda un emblema multicultural de lo más significativo de la ciudad de México y del país.

Arquitecto

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses