La tercera parte de la población del país —40 millones de personas— tiene menos de 17 años. En teoría, deben estar viviendo con sus familias y asistir a algún plantel escolar desde los 4 años de edad, sin preocuparse de algo más que el estudio. La realidad mexicana, en cambio, arroja algo distinto: cuatro millones no asisten a la escuela, 54% vive en situación de pobreza y de 2010 a 2015 alrededor de cuatro niños al día murieron por homicidio.

Para el Unicef el gran reto de México ante su población infantil y juvenil es erradicar la violencia.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el representante de ese organismo en el país, Christian Skoog, llama a disminuir la impunidad en agresiones a menores.

Destinar recursos a este sector (becas, apoyos deportivos, mejores instalaciones escolares) debe ser visto por el país como una inversión; los resultados se verían en los siguientes años.

¿Cuántos recursos deben destinarse para que niños y jóvenes se desarrollen en un ambiente favorable? El Unicef parte de una fórmula simple, pero muy lógica. Si ese sector representa la tercera parte de la población, la tercera parte del presupuesto tendría que destinarse a él.

Dirigir recursos a la infancia puede ser clave para modificar el rostro de este país. Darle a todos los recién nacidos y a los menores de 5 años educación, salud y alimentación da la oportunidad de contar con un arranque parejo en la vida, lo que puede ser decisivo para romper con círculos ancestrales de pobreza. Hasta ahora las acciones en favor de la infancia cumplen mayormente con lo que se requiere para garantizar satisfactores a los niños.

En cambio, la situación ya no es la misma para los adolescentes y los jóvenes. La deserción escolar, el embarazo juvenil y la predilección por modelos de vida que privilegian el dinero fácil, que ofrece la delincuencia, son graves riesgos para su desarrollo y como consecuencia para el país.

¿Qué es mejor? ¿Jóvenes en las escuelas labrándose un futuro profesional en el ámbito de su elección o jóvenes que abandonan los estudios y no encuentran acomodo en el campo laboral, y además muy probablemente ya sean jefes de familia?

La respuesta es obvia. Jóvenes preparados pueden aportar ideas para resolver problemas que aquejan a la comunidad y ser motores de cambio.

Prevenir la violencia, que arrebata la vida de cuatro menores al día, sólo será posible cuando la educación sea el centro de los millones de jóvenes. Pero esta labor no corresponde sólo a la escuela. Familia y autoridades deben tener como prioridad que no quede un joven sin escuela. La labor es en equipo.

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