La insistente amenaza por parte del ahora presidente electo de Estados Unidos sobre la construcción de un muro a lo largo de la frontera con nuestro país es prácticamente insostenible. Más allá del costo monetario —que se presume sería de entre 12 mil y 24 mil millones de dólares— lo que se propone es una ruptura entre dos países cuyos desarrollos se han visto históricamente entrelazados.

Ahondar en las diferencias en vez de contribuir a la integración es un camino que degenera en episodios históricos lamentables. Así se ha demostrado en muchos conflictos internacionales cuyos desenlaces, en la mayoría de los casos, no han sido satisfactorios.

Se vislumbra difícil que Donald Trump pueda sostener muchas de las promesas hechas en campaña. Un muro en la frontera, la mayor bandera enarbolada por Trump y sus seguidores, no se erige en ningún aspecto como la solución al problema de la inmigración y sólo tendría consecuencias negativas para las economías fronterizas porque desmotivaría los flujos legales.

No se debe olvidar que existen ya varios muros que abarcan alrededor de mil 126 kilómetros en diferentes partes de la frontera con México y su construcción no ha servido para controlar el flujo migratorio.

Si Estados Unidos, una nación pluricultural desde sus inicios, comienza el fatal trayecto hacia el aislacionismo abonará en su detrimento, no sólo cultural sino también económico. De llevarse a cabo un proyecto de tal calibre las relaciones comerciales con México, su tercer socio más importante en este rubro, se desplomarían. Todos los días cruzan mercancías entre ambos países por un valor equivalente a los mil millones de dólares.

Si de encontrar una solución óptima al problema migratorio se trata, el camino trazado por la retórica de Trump es sin duda incorrecto. El miedo, el resentimiento hacia la diferencia y el cerrar su frontera con México no coadyuvarán a mejorar la calidad de vida de la clase media estadounidense.

A partir de la jornada electoral los casos de agresiones contra grupos minoritarios en Estados Unidos se ha incrementado abruptamente. La construcción de un muro solamente vendría a reforzar el sentimiento de opresión que nuestros connacionales y latinos han tenido desde la candidatura del republicano.

El trabajo cooperativo y una visión integradora se revelan hoy como la prioridad en las entrevistas que se iniciarán entre el equipo de transición de Donald Trump y los secretarios mexicanos. Estos últimos deberán defender a ultranza los derechos de los mexicanos que habitan en el vecino país, pero además mostrar su rechazo inamovible frente a la construcción del muro. Nunca como hoy se necesitó la fortaleza de nuestras instituciones para buscar el bienestar de millones de mexicanos amenazados no sólo por una edificación en la frontera, sino por un líder intransigente.

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