En estos años de avances tecnológicos la sociedad ha resultado una de las más beneficiadas; por citar sólo un ejemplo: puede tener acceso al conocimiento desde su palma de la mano. Pero esta vorágine tecnológica no está exenta de riesgos y en medio de ella hay un grupo que está siendo avasallado por el uso de los dispositivos electrónicos: niños y adolescentes.

En las familias se hizo frecuente que los primeros en tener acceso a las nuevas tecnologías y al teléfono más actual fueran los jóvenes; ellos, incluso, enseñan a sus padres a usar los dispositivos: el celular, la tablet o incluso la televisión inteligente. Seguramente por esa razón son los adolescentes los que están sufriendo uno de los riesgos que entraña la tecnología actual: la (casi) pérdida de la vida privada.

Con unos padres quizá menos informados que ellos, en el seno familiar es poca o nula la orientación que pueden encontrar, al igual que en la escuela, donde aún prevalecen maestros que no están actualizados en el uso de las nuevas tecnologías. ¿Quién los puede alertar de los riesgos de las llamadas redes sociales y de cómo utilizarlas de manera adecuada? Los jóvenes están quedando indefensos.

EL UNIVERSAL reporta hoy que las amenazas en las redes sociales han aumentado en número y peligrosidad y que son los menores de edad los que sufren principalmente ciberacoso, escarnio social, amenazas o chantajes. Todo lo anterior, de acuerdo con el Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef), puede desencadenar, trastornos psicológicos, estigma, discriminación y mal desempeño escolar y, en casos extremos, el suicidio.

¿A quién corresponde enseñar sobre el uso de las tecnologías? ¿A la familia, a la escuela o al gobierno? En primera instancia debe ser dentro del ámbito familiar, pero no hay que olvidar la distancia tecnológica que separa a padres e hijos. Hacen falta el apoyo en escuelas y campañas de concientización oficiales. La socialización en poco tiempo de casos como los de Daphne (en Veracruz) o el de Gabriela (FES Acatlán) deben servir para reconocer que el problema existe. ¿Cuántos jóvenes más estarán en esa situación y no han dado a conocer su problema?

Es hora de que padres y maestros conjunten esfuerzos para proteger a menores, principalmente a las niñas, y fortalecer la idea de que cada persona tiene derecho a la privacidad; que a pesar de que las redes sociales están modificando el concepto de público y privado, es necesario recordar que la privacidad es un derecho humano que no debe perderse.

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