Un cambio en las formas de ejercer el gobierno, de impartir justicia y de atender las demandas de la sociedad es lo que requiere este país, como parte de la transformación que se busca para transitar a mejores niveles de desarrollo, acompañados de avances en materia de derechos humanos, libertades y respeto a las diferencias. Al menos un paso en esa dirección se presentó este sábado.

En la semana, un caso de tortura captado en video y divulgado en las redes sociales —en el que participaron dos militares y un elemento de la Policía Federal— generó la condena inmediata del Ejército, una rápida explicación del avance del proceso que se inició a los involucrados y el compromiso de no tolerar más acciones similares.

Ayer, apenas 48 horas transcurridas del conocimiento del caso, el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, tocó el tema en un mensaje frente a miles de soldados en el Campo Militar Número 1. Pidió disculpas a la ciudadanía y aseguró que el Ejército no puede ni debe enfrentar la ilegalidad con más ilegalidad, que la delincuencia se contiene con la ley en la mano y llamó a denunciar actos desleales, contrarios a la disciplina militar.

Un solo caso conocido motivó una pronta reacción de la más alta autoridad militar, pero ¿qué atención van a tener situaciones similares cometidas por elementos de otras corporaciones? De acuerdo con Amnistía Internacional las denuncias de tortura en el país crecieron más del doble al pasar de mil 163 en 2013 a 2 mil 403 en 2014.

La determinación del titular de la Defensa Nacional de ofrecer una disculpa —respuesta inédita— resulta encomiable y debe servir de ejemplo para otras autoridades, no hay que olvidar que un efectivo de la Policía Federal también está involucrado en los hechos de tortura.

Desde el gobierno federal anteriormente se han hecho disculpas públicas a quienes les han vulnerado sus derechos humanos, pero únicamente después de un largo juicio y a petición de instancias como Corte Interamericana de Derechos Humanos. Que el general Cienfuegos saliera a ofrecer disculpas da más valor a su mensaje.

Al menos desde el sexenio pasado México ha estado en la mira de organismos internacionales por violaciones de derechos humanos y de tortura; determinar la magnitud del problema incluso ha ocasionado enfrentamientos entre el gobierno federal y expertos de Naciones Unidas. Ocultar o ignorar el menor hecho de tortura o de abuso nunca contribuirá para erradicar el problema; atenderlo, reconocerlo y ¿por qué no? pedir perdón de manera pública es de mayor utilidad. El compromiso está hecho ante la sociedad y ahora ella tiene la confianza de exigirlo.

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