La suerte de nuestros compatriotas en el exterior nunca ha sido una prioridad para el establishment económico y político en México.

Los trabajadores migratorios enviaron a sus comunidades de origen en 2016, 27 mil millones de dólares en remesas, pero salvo contadas y muy valiosas excepciones, han estado abandonados a su suerte.

En los primeros dos meses del gobierno de Trump el ritmo de deportaciones ha sido inferior al registrado durante el mandato de Obama, y sin embargo se han encendido todas las luces de alerta.

Por primera vez en mucho tiempo, la amenaza de deportación masiva, los insultos de Trump y la criminalización de compatriotas que sólo buscan ganarse la vida han repercutido en la psique nacional.

A partir del triunfo de Trump se ha producido (afortunadamente) un mayor interés en visitar a nuestros paisanos, en conocer de primera mano el desafío que enfrentan. La gran mayoría de ellos les han dicho a sus visitantes: no queremos regresar a la violencia, corrupción e impunidad que hay en México; con todo y Trump nos quedamos en Estados Unidos.

Otros no lograron organizar su defensa y fueron deportados, entre ellos los dreamers que no pudieron acogerse a la protección de la acción diferida DACA.

¿A quién apoyar? ¿Al que necesita abogados para defenderse en los tribunales estadounidenses? ¿Al que ya fue deportado y aun teniendo una carrera profesional y hablando inglés enfrenta mil dificultades para insertarse en el medio educativo o en el mercado laboral? Este interés en la suerte de los migrantes nos alcanza a todos los mexicanos.

‘Ya se fueron’, ‘no viven aquí’, ‘no pagan impuestos acá’, ‘hay mucha pobreza en México y debemos atender primero a los que se quedaron’, ‘¿por qué vamos a ocuparnos de ellos si prefieren quedarse en Estados Unidos?’ ‘no hay lugar para los dreamers en nuestras universidades, que de por sí rechazan a muchos de los que nos quedamos y llevamos mano para entrar’.

Nuestras élites se han dado cuenta que a los ojos de los estadounidenses ellos también son mexicanos y por lo tanto están incluidos en los mensajes derogatorios.

‘Los necesitamos, pero no los queremos’ es el mensaje martillado una y otra vez en los medios de comunicación estadounidense cuando se refieren a los trabajadores mexicanos.

La defensa jurídica no sustituye a la organización política, social y electoral de los propios migrantes, pero es un recurso muy socorrido en Estados Unidos. Es importante entender exactamente a qué se están enfrentando nuestros compatriotas, y consultar con abogados especialistas en inmigración que litigan en las cortes estadounidenses las mejores vías de protección jurídica y defensa legal. Acompañar no quiere decir sustituir a los migrantes ni a sus organizaciones. Ellos son el sujeto político —las acciones jurídicas no son una estrategia política ni la sustituyen.

¿Por qué apoyar a los de allá es importante y nos beneficia a los de acá?

Porque por un tiempo indefinido, Estados Unidos dejará de ser válvula de escape y quizá nunca fuimos plenamente socios comerciales plenos.

Los de acá necesitamos aprender a ser socios de nosotros mismos. Los mexicanos de afuera ya hicieron su vida laboral y familiar en Estados Unidos, pero al apoyarlos allá nos estamos apoyando a nosotros mismos.

Asignar recursos federales y de gobiernos de los estados a su defensa y acompañamiento; incluir a nuestros compatriotas que ya han sido deportados y están en México ‘sueltos’, sin aprovechar su talento y experiencia al 100%; asumir que nadie va a hacer por nosotros lo que no hagamos por nosotros mismos; atender a nuestros compatriotas en el tema de estrés psicológico, que frecuentemente se deja de lado.

El tema fundamental es mantener juntas a las familias.

Profesor asociado en el CIDE.
@ Carlos_Tampico

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