Hace diez días, el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela recibió una tremenda paliza electoral. En unos muy esperados comicios legislativos, la oposición ganó 112 escaños en la Asamblea Nacional, dos terceras partes del total. En lo inmediato, el triunfo opositor pone límites al régimen chavista. En el mediano plazo, podría conducir a su caída. Y ese hecho tendría amplias repercusiones en toda la región latinoamericana, incluyendo de manera muy particular a México.

Cuba es el eslabón central de la conexión entre México y Venezuela (Jorge Castañeda escribió sobre el tema ayer).

Desde el arribo de Hugo Chávez al poder en 1998, Venezuela ha sido la tabla de salvación para el régimen de Castro en Cuba. Los generosos subsidios venezolanos (probablemente en el orden de 3 a 5 mil millones de dólares al año) han sido indispensables para preservar el status quo político en la isla.

Si bien los flujos financieros han disminuido en los últimos dos años, como consecuencia de los bajos precios del petróleo, el fin del régimen chavista implicará una reducción adicional de la asistencia a Cuba. El efecto sobre la economía cubana no se puede estimar con precisión, pero difícilmente sería positivo.

Cuba ya está en (lenta) transición política y económica, pero sin la ayuda venezolana, el proceso podría volverse mucho más desordenado. En particular, podría significar una disminución sustancial del control político sobre el aparato de seguridad cubano.

Las restricciones presupuestales, combinadas con la inestabilidad política, podrían conducir a algunos miembros de las fuerzas armadas o de los servicios de inteligencia de Cuba a participar en actividades criminales, tal como sucedió en Rusia tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, donde el aparato de seguridad se convirtió en el embrión de una mafia.

Una mafia cubana surgida de las fuerzas armadas o de los servicios de inteligencia estaría muy bien situada para hacerse con un pedazo sustancial del comercio ilegal de drogas en las Américas. En primer término, el aparato de seguridad de la isla tiene amplias relaciones en los países de producción y tránsito de cocaína, particularmente en Colombia y Venezuela. En segundo lugar, la inteligencia castrista tiene una red bien establecida de agentes e informantes entre la diáspora cubana en Estados Unidos y Europa, la cual podría convertirse en la semilla de una cadena de distribución. Por último, los militares y agentes de inteligencia cubanos cuentan con experiencia más que probada en operaciones clandestinas trasnacionales.

En el mediano plazo, una mafia cubana bien organizada podría desplazar a los cárteles mexicanos de algunas rutas del narcotráfico, lo cual reduciría significativamente el tamaño del sector de la droga ilegal de México y aceleraría la transición hacia formas más locales y menos transnacionales de crimen organizado en el país.

Ese escenario es, por supuesto, altamente especulativo. Maduro podría sobrevivir a la crisis actual. El régimen cubano podría administrar (por vía represiva) la pérdida del apoyo venezolano, como lo hizo hace dos décadas cuando cesó la asistencia soviética. También, el gobierno de Estados Unidos podría relajar más el embargo a Cuba para facilitar una transición ordenada.

Dicho lo anterior, no es un escenario inverosímil. Si se materializara, cambiaría radicalmente la ecuación de seguridad en toda la región. Para bien, México dejaría de ser el centro de gravedad del narcotráfico en las Américas. Para mal, tendría una severa amenaza criminal a 150 kilómetros de sus costas, en un país interrelacionado de mil maneras con el nuestro.

Como sea, hay que mantener el ojo en el Caribe.

Analista de seguridad.

@ahope71

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