Recientemente escribí acerca del orgullo que siento por Chicharito. Ha dejado muy alto el listón de México y de todos aquellos mexicanos que viven o vivimos fuera del país. Nos dignifica y nos eleva con la ciudadanía mundial.

Sin embargo, en el mundo hay miles de “chicharitos”. Son mexicanos anónimos que, con su esfuerzo diario, han logrado hacerse un hueco en los diferentes ámbitos de la vida y que categorizan su éxito al Olimpo mexicano de esta “aldea global”.

Cuando Jorge Marín El Greñas llegó a España en 1989 quería comerse la Península Ibérica de un solo bocado. En su exultante juventud, sus objetivos estaban tan desbocados como su ansia por triunfar teniendo tan sólo una mochila con varios cambios y 15 dólares en el bolsillo. Pero eso, a los 20 años, resulta irrelevante.

Por eso El Greñas durmió durante meses entre las cobijas verdes de la arboleda del Parque del Retiro —en el centro de Madrid— y las sábanas frías de las vías de la estación de Atocha.

La calle, los camiones, las prisas, el bullicio y el hambre fueron la familia del joven Jorge en ese Madrid de finales de los 80s. Por eso, el guerrero descansaba en su cama mullida del césped del Retiro mientras veía a los corredores entrenando o nadaba en los besos furtivos de las parejas enardecidas por el calor sofocante del estío capitalino.

Pero como la suerte no viene de la mano, sino que hay que salir a buscarla, este caminante de llagas en el alma y en los pies, que hacía mucho que se había gastado sus 15 dólares, siguió caminando mirando hacia delante, siempre hacia delante.

Y en ese camino a ninguna parte y a todas al mismo tiempo, conoció a Joaquín Sabina y empezó a fomentar una amistad que hoy perdura porque creyeron el uno en el otro. Entonces montaron “La Mordida”, uno de los pocos restaurantes del Madrid de aquella época.

Y entonces El Greñas logró su objetivo, entre platos e ilusiones, molcajetes y sueños, fogones y deseos, también entre chiles y tacos, tortillas y verdad, también, perseverancia, sacrificio y tenacidad.

Entonces ahorró dinero, el suficiente como para atreverse a la aventura de su propio negocio con su “La Panza es Primero”, recordando la frase que tantas veces le decía su abuela.

Y siguió soñando como Segismundo en “La Vida es Sueño” y, también como Segismundo, se preguntó “qué delito cometí contra vosotros naciendo”. Y su delito fue su perseverancia y su obsesión por hacer el trabajo bien hecho, por el éxito y por México y por ayudar a todos los mexicanos que tocaban su puerta.

Y entonces, puso otro negocio y otro y otro más. Y no sólo en Madrid. También en Gijón al norte de España, en Ámsterdam y en Puerto Morelos; y hasta llegó a hacerle guiños al propio Belgrado en Serbia.

Hoy aquel Greñas de los 80s se ha convertido en una parte fundamental del actual Madrid, gracias a su trabajo. Joaquín Sabina, Miguel Ríos, Los Tigres del Norte, El Hijo del Santo, Maná o Julieta Venegas son algunos de los asiduos de los restaurantes de El Greñas. Y lo son porque le quieren, porque es un ejemplo a seguir.

Por eso, así como Chicharito se merece muchos artículos, también Jorge Marín El Greñas, como tantos mexicanos que luchan por su país desde fuera, también se lo merecen. Son esos los que todos los días hacen la intrahistoria.

alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto

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