Cuernavaca.— Erigido como virtual ganador de la contienda para gobernador, Cuauhtémoc Blanco decidió ir al zócalo de Cuernavaca y recuperar ese espacio que, afirmó, le arrebató el gobierno estatal por decreto. “Aquí estamos, comenzamos por recuperar nuestra plaza”, expresó en su estilo bronco.

Blanco y sus colaboradores alargaron los festejos. Primero en su búnker con los más cercanos, luego ante sus correligionarios en el auditorio de su casa de campaña; le acompañaron los futuros integrantes de su gabinete, principalmente quienes enfrentaron los tres juicios políticos que le formuló la mayoría del Congreso.

En corto, con sus principales colaboradores, surgió el hombre sensible a los ataques políticos. Prometió trabajar fuerte y demostrar que un ex futbolista atenderá las demandas de la gente, de los más pobres, “sin robarme un solo peso”.

Lloró Cuauhtémoc cuando recordó los dos años y medio de persecución política y se irguió ante el apoyo de sus seguidores: “No estas solo, no estas solo”, “gobernador, gobernador”, le gritaban y lo impulsaban para retomar su discurso.

Su esposa lo abrazó; su hijo, de brazos, nada entiendía, pero también aplaudía. Blanco se limpió las lágrimas y exigió a sus colaboradores trabajar fuerte para hacer un cambio en el estado.

A su lado se encontraba el coordinador de campaña, Víctor Mercado; su asesor, Juan Jaramillo Frikas; su tesorero municipal, Alejandro Villarreal Gasca; el especialistas en derecho penal y constitucional, Cipriano Sotelo Salgado, uno de los que lo salvó de los juicios políticos, y su principal brazo de apoyo, Jose Manuel Sanz Rivera, el hombre que constituye el pilar fundamental para que Blanco Bravo haya ingresado a la política.

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