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León, Gto.— Los militantes de la coalición Por México al Frente son como una familia. Eso se les dice hasta el cansancio a quienes llegan al último evento de campaña de su candidato a la Presidencia de México, el panista Ricardo Anaya Cortés.

Son las 5:30 de la tarde en León. Las banderas de distintos colores toman su sitio en la Velaria, un domo enorme en el que caben 25 mil personas, aunque no todas están igualmente representadas.

Si hubiera que ser precisos en el discurso de bienvenida, habría que aclararle a los asistentes que el ambiente es más como el de una familia disfuncional.

El rebelde, por ejemplo, sería José Jairo, de 34 años. Es dirigente de la diversidad sexual en el municipio de Silao y se postró justo enfrente del templete de Anaya Cortés con su bandera que representa a la comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Travesti, Transgénero, Transexual e Intersexual (LGBTTTI).

Va acompañado de dos amigos, Fabián y Ubaldo. La idea es hacer ver que los homosexuales deben estar bien representados.

Las palabras de José Jairo son bien colocadas, casi calculadas.

En esta familia, él es invitado diferente a la fiesta, pero aunque su bandera destaque y él se considere respetado, su adhesión al PAN no es del agrado de todos, al menos de sus “amigos”.

Sí hay banderas del PRD, pero dan pocas y a granel. No necesitas ser partidario para ondear la tuya. La gente prefiere recibir los cómics de los candidatos en los que ellos son los héroes y, por supuesto, agua. Es lo único que darán para aguantar hasta las ocho de la noche.

Pocos perredistas en el bastión panista. Los perredistas son pocos en este bastión del panismo y se nota, hay un grupo de personas de amarillo sentadas en el piso. Son los más representativos porque sus camisetas no se ven nuevas.

Han tomado un autobús durante dos horas desde La Cantera, Guanajuato, pero están acostumbrados a viajar así.

En este lugar viven alrededor de 500 habitantes en no más de 100 hogares, la mayoría se transporta una hora y media a las fábricas en Celaya o del vecino estado de Querétaro.

—Es bien difícil nuestra situación —dice Tania Paola, de 30 años.

Ella viene con sus dos hijas y su mamá. No conoce a su candidato local —el que los llevó— y prácticamente no sabe nada de Ricardo Anaya Cortés y menos de sus propuestas de gobierno.

Está sentada en el piso cerca del templete en donde parlotean los candidatos locales, junto a otras dos mujeres cansadas: una de ellas corta las uñas de su hijo, la otra amamanta al suyo.

—Nosotros esperamos que sí nos cumplan. Hasta ahora sólo nos construyeron un camino pavimentado —asevera con fastidio.

Ricardo Anaya Cortés toma su propio camino a las 7:30 de la noche. A 30 minutos de haber empezado el acto, cuando el candidato a la alcaldía de León, Héctor López Santillana, quien busca reelegirse, pidió que todos gritaran “más fuerte” su apellido: “Santillana, Santillana”.

Su jugada más fallida fue citar al futbolista de la selección mexicana, Javier Chicharito Hernández.

—¿Recuerdan ese reto que nos lanzó el Chicharito? Que teníamos que imaginarnos cosas chingonas, claro, porque para México, Guanajuato y para León vienen cosas chingonas.

Anaya Cortés, abanderado de los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD), y Movimiento Ciudadano (MC), no sale de su papel, dará un discurso triunfalista sobre “encuestas falsas”, sobre la campaña “sin precedentes” del gobierno sobre un candidato (es decir, contra él), y sobre cómo le ganará a su rival Andrés Manuel López Obrador si se aprovecha el voto útil de los electores indecisos.

Quien le aplaude efusivamente es Cuco (así quiere que le llamen), un comerciante de 65 años de edad que acudió con siete integrantes de su familia. Todos visten parecido, todos sonríen parecido y todos opinan parecido.

Cuco ha sido militante de Acción Nacional desde que se acuerda, para él no hay otra que apoyar a ese instituto político. Confía en su candidato y no le importan las diferencias internas.

Hay muchos abuelos. Virginia tiene 69 años y está batallando con un artilugio que le dieron para la mano.

Le cuesta moverse y por eso lamentó mucho no haber podido tomar el autobús que llevó a otras 20 personas de la tercera edad de la colonia Jardín de Jerez, en ese municipio, al acto.

Las citaron a las cinco de la tarde y se les hizo tarde. Eso la avergüenza, por eso tomaron un taxi y llegaron “para hacer presencia”.

Ella pertenece a un grupo (65 y más) que recibe apoyos económicos, aunque no sabe si es del gobierno federal o local. Lo importante era estar ahí.

Permaneció hasta el final. A las 20:00 horas, cuando terminó el acto, dejó su rincón en el lugar una vez que la gente desalojó el domo.

No lamentó, como otros ahí, que no hubiera música en vivo y baile. Bueno, sí la hubo, cumbia para ambientar el inicio, el tema de Movimiento Naranja y otros del panismo, repetidos mil veces y, al final, “Caminos de Guanajuato”.

“No vale nada la vida, la vida no vale nada”, coreaban todos en voz baja rumbo a la salida, y con más fuerza, como una familia, la parte: “Bonito León, Guanajuato, la feria con su jugada, ahí se apuesta la vida y se respeta al que gana...”.

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