tiene apenas 18 años, pero su vida ha tenido experiencias, tanto buenas como malas, que la han hecho crecer sobremanera, dentro y fuera de las canchas.

Entrar al mundo de futbol se convirtió en un amortiguador de lo que vendría en su vida personal. Debutar a los 14 años demostró que su potencial no era sólo uno más y con el tiempo se confirmó como una de las joyas del balompié mexicano.

“Me gusta jugar futbol, me divierte, y lo hago por todas esas personas que me ayudaron a llegar a donde estoy ahora y, no sé, siempre lo hago porque me divierte, no por complacer a la gente”, declaró la extrema azulcrema en charla para EL UNIVERSAL Deportes.

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De esas personas que menciona la oriunda de Quintana Roo, dos ya no están en el plano terrenal: su abuelo y su padre. A los 15 y 17 años, respectivamente, tuvo que lidiar con la pérdida de sus dos más grandes pilares, esos que le inculcaron el amor por el futbol y que la motivaron siempre para que cumpliera su sueño de ser jugadora a nivel profesional.

“Es difícil, porque tienes que despertarte todos los días con un vacío de saber que ya no vas a ver a las dos personas más importantes en tu vida. Sólo queda seguir, recordarlos con amor y darles las gracias por todo lo que hicieron por mí”, menciona la figura de las azulcrema.

Pero ahora sólo queda seguir, consolidarse en el América de Ángel Villacampa, en la Selección Mexicana Sub-20 para dar el salto a la Mayor y hacer que todos los sacrificios de su familia valgan la pena.

“A mis papás, mi papá que está en el cielo, se lo dedico todo a él. Siempre le agradezco por todo lo que hizo por mí; mi mamá… hubo muchos sacrificios alrededor de mi vida para poder estar aquí”, concluyó emotiva la Mejor Jugadora del pasado Campeonato Femenino Sub-20 de la Concacaf.

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