Arequipa, Perú.— La edición de Cien años de soledad que leyó, anotó y sobre la cual hizo un elogioso comentario que se publicó durante la primavera de 1967, meses antes de conocer personalmente a , es el más venerado título, de entre los más de 22 mil ejemplares que resguarda la Biblioteca Mario Vargas Llosa, y es el único de entre los más de 11 mil 200 libros anotados de puño y letra por el propio Premio Nobel de Literatura, que se exhibe de ese acervo personal que Mario Vargas Llosa decidió donar a Arequipa, Perú, el pueblo donde nació en 1936.

“Mario dijo: ‘una vez que parta a la eternidad, recién entonces pueden abrir los libros que están sellados’, y siguiendo esa determinación, hemos abierto el primer libro, destacando que se trata de un libro escrito por un Nobel y dedicado a otro Nobel, pero el otro Nobel tiene como hábito de desarrollo en su lectura hacer anotaciones”, aseguró Rohel Sánchez, gobernador regional de Arequipa.

El recinto, que forma parte del Sistema de Bibliotecas Públicas de la región de Arequipa y se localiza en la calle de San Francisco, a unos pasos del Monasterio de Santa Catalina de Siena, en pleno Centro Histórico, fue creado ex profeso para contener la biblioteca personal de Mario Vargas Llosa. La Biblioteca se fue haciendo de a poquito, a partir de 2011, cuando meses después de recibir el Nobel, el autor de Conversación en La Catedral y La fiesta del Chivo anunció la donación de cerca de 30 mil libros de su biblioteca personal repartida es sus casas de Lima, Madrid y París, y que se iría trasladado de poco a poco.

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Vargas Llosa donó libros y objetos
a la ciudad donde nació en 1936. Foto: Yanet Aguilar / EL UNIVERSAL
Vargas Llosa donó libros y objetos a la ciudad donde nació en 1936. Foto: Yanet Aguilar / EL UNIVERSAL

Desde 2017, en tres amplios salones de la Biblioteca Mario Vargas Llosa —que cuenta también con espacio para presentaciones de libros, salas de exposiciones y sala de consulta para investigadores y estudiosos—, se exhiben en libreros-vitrinas con puertas de cristal de piso a techo cerradas con llave, los más de 22 mil ejemplares que a lo largo de la vida reunió Vargas Llosa. La encargada de custodiarlos es Nelly Miranda Véliz, quien está atenta al cuidado y la consulta del acervo del escritor.

Están allí libros de sus colegas y compañeros del Boom latinoamericano: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, José Donoso; las obras de sus adorados Victor Hugo, Gustav Flaubert y William Faulkner; los títulos más destacados de Miguel de Cervantes, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, João Guimarães Rosa, Ernest Hemingway, Elena Garro, Sergio Pitol, Felisberto Hernández, Ricardo Piglia, Nélida Piñón, Cristina Peri Rossi y Juan Goytisolo, entre muchos otros autores, pues como el propio Vargas Llosa dijo al entregar el primer lote de su biblioteca en 2014, “están presentes los clásicos como los modernos”.

Está allí una vastísima colección de libros sobre Perú y sobre Rafael Leónidas Trujillo, libros sobre filosofía política, pues, aunque se trata de una biblioteca fundamentalmente centrada en literatura, también hay una fuerte presencia de libros de historia, filosofía, así como varios colecciones de revistas peruanas y latinoamericanas.

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Condecoraciones y medallas obtenidas en vida por el Nobel. Foto: Yanet Aguilar / EL UNIVERSAL
Condecoraciones y medallas obtenidas en vida por el Nobel. Foto: Yanet Aguilar / EL UNIVERSAL

En las vitrinas, los lomos dejan ver infinidad de libros en francés, lengua que leyó desde muy joven para leer toda la obra de Flaubert empezando por Madame Bovary, y en Víctor Hugo, arrancando por Los Miserables; está una gran variedad de libros en inglés, lengua que, dijo alguna vez, aprendió, para leer a Faulkner en su idioma original.

Libros anotados y descuartizados

Entre los más de 22 mil libros que hoy se resguardan en esa casona del siglo XVIII que fue una de las sedes del pasado X Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado a mediados de octubre, hay un título que justo al cumplirse seis meses de la muerte del narrador e intelectual peruano-español-dominicano, ocurrida el 13 de abril de 2025, fue sacado de las vitrinas y hoy se exhibe en el salón principal de la biblioteca: Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, del que se deja ver a los visitantes la célebre dedicatoria:

“Para Mario, de su descuartizado, desmenuzado y desenmascarado hermano, Gabriel, 1972”.

La dedicatoria expuesta tras una vitrina, deja ver apenas que se trata de la primera edición de Sudamericana, que fue empastado, como muchos de sus libros, en color rojo con títulos en los lomos en dorado, pero no permite ver el sinfín de anotaciones que contiene, los esquemas de la genealogía de los Buendía, que hizo Vargas Llosa, ni el capitulaje que en las últimas hojas de la obra hizo el autor de La ciudad y los perros, tampoco se ve el 20 perfecto encerrado en un gran círculo, que es la calificación que Vargas Llosa le da a Cien años de soledad y que es la máxima calificación del sistema que utilizan los peruanos.

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Hay libros de autores como Perec,
Gordimer, Nabokov, entre otros. Foto: Yanet Aguilar / EL UNIVERSAL
Hay libros de autores como Perec, Gordimer, Nabokov, entre otros. Foto: Yanet Aguilar / EL UNIVERSAL

“En realidad Mario Vargas Llosa accede al libro primero, antes de conocer a García Márquez, lo compra, lo tiene como lector y sobre eso hace sus anotaciones, sus estudios y hace su tesis de doctorado en la Universidad Complutense. Luego de eso ya se hacen amigos y es cuando recién Mario Vargas Llosa muestra el libro a García Márquez, y el colombiano le pone la dedicatoria que todos conocemos. Por eso la dedicatoria dice que es de su ‘desmenuzado, descuartizado amigo’”, afirma en entrevista Alfredo Herrera, subgerente de Cultura del Gobierno Regional de Arequipa.

Es Herrera quien reitera que él libro lo conservaron bajo llave en la biblioteca, hasta ahora, “Mario pidió que los libros con anotaciones y con comentarios no se abrieran mientras él estuviera vivo”. Y afirma que centenas de otras obras tienen comentarios, “de repente algunos son comentarios un poco más duros o de repente mucho más afectuosos y esa es en la etapa que ahora vamos a entrar en esta nueva vida de la biblioteca. Lamentablemente don Mario falleció en abril de este año y ya corresponde dar el siguiente paso: abrir los libros que él anotó”.

Además de que a Cien años de soledad Vargas Llosa le otorgó la máxima calificación, el libro, apunta Alfredo Herrar, cuenta con las decenas de anotaciones, subrayados y reflexiones de Mario Vargas Llosa en los márgenes o al pie de página, o en las páginas finales del libro. Y sobresalen dos diagramas de la genealogía de los Buendía que no se conocían.

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“Hay comentarios respecto a los diálogos, que son pocos en la novela, pero a los que Mario sí les pone atención. Incluso el propio Mario se ha ayudado, por ejemplo, para dividir los capítulos de una capitulación que hace él. Los capítulos del libro no están numerados, pero Vargas Llosa los ha numerado. Esos detalles ya significan una lectura mucho más rigurosa y especial”, relata el funcionario y periodista que señala que a la par hay anotaciones sobre una mirada particular respecto a los personajes y también “vemos cómo se refleja la mirada política de García Márquez sobre América Latina, que es un tema que ambos escritores compartían”.

Herrera dice que al margen de Cien años de soledad y de otros cientos de obras de su biblioteca personal, Vargas Llosa escribió comentarios y muchos de ellos tienen la relación con otras obras literarias. Así se irán descubriendo sus apreciaciones a obras que leyó de otros escritores como Azorín, Samuel Bekett, Nadine Gordimer, Vladímir Nabokov, Benito Pérez Galdós, Georges Perec, María Rosa Oliver, Roger Vailland, Anaïs Nin, Naipaul, Raduan Nassar y James Baldwin.

“No sabemos cuál es el próximo libro anotado que se va a abrir. Pero hay otras novelas de García Márquez también anotadas por Vargas Llosa”, afirma Alfredo Herrera, quien reconoce que el visitante que llegue a la Biblioteca Mario Vargas Llosa y recorra las vitrinas se adentrará a un universo que se completa con una gran cantidad de objetos personales, medallas, diplomas, premios, estatuillas, birretes, Doctorados Honoris Causa y una amplia colección de hipopótamos que el escritor universal reunió a lo largo de su vida y donó a Arequipa, esa pequeña ciudad del sur de Perú que se muestra orgullosa de contar con un Nobel de Literatura.

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