Cinco años después de la caída de Tenochtitlan, por voluntad del conquistador español Hernán Cortés se construyó una ermita que al paso del tiempo se convertiría en la parroquia de la Santa Veracruz, de modo que se trata de una de las fundaciones más antiguas de la Ciudad de México.

En los dos siglos siguientes, varias cofradías se hicieron cargo de la edificación y del mantenimiento de este edificio localizado en la plaza del mismo nombre, para darle el esplendor que alcanzó en el siglo XVIII.

La presencia de las pilastras estípites en sus dos fachadas marcó un estilo arquitectónico. Con ese tipo de soporte se construyeron otras joyas de la arquitectura, como el Retablo de los Reyes, el Retablo del Perdón y el Sagrario Metropolitano de la Catedral de México, así como la capilla de Balvanera del convento de San Francisco y el templo de San Felipe Neri.

En suma, por la presencia de ese tipo de soporte, la parroquia de la Santa Veracruz es uno de los edificios más representativos de la corriente artística conocida como barroco estípite.

“Posee otros valores simbólicos. Ya se sabe que los edificios siempre dicen algo. Éste, al igual que la iglesia de San Juan de Dios, en la misma plaza, es una reconstrucción hipotética del templo de Salomón, que, según el dogma católico, fue diseñado por Dios. Sus cúpulas octogonales, tamizadas por leyendas medievales, lo vinculan con un edificio musulmán. Tal característica se volvió parte de la identidad arquitectónica novohispana”, explica Martha Fernández, especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Cabe indicar que este tipo de cúpulas no fue tan frecuente en Europa, mucho menos en España, de tal suerte que el edificio muestra la forma en que se creó la identidad arquitectónica de la Nueva España.

Aun más: cuando se analizan las pilastras estípites desde el punto de vista simbólico-estético, se llega a la conclusión de que representan a los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), que soportan la construcción. Quizás este simbolismo hizo que dicho tipo de pilastras se difundiera profusamente por toda la Nueva España y favoreció su éxito”, añade la investigadora.

En peligro

Si bien son evidentes los valores artísticos, arquitectónicos, simbólicos e históricos de la parroquia de la Santa Veracruz, al grado que la hacen parte del patrimonio cultural del país, por desgracia no se le está protegiendo debidamente.

“Alguna vez, el sitio en que se edificó fue privilegiado. Aunque, en la época Virreinal, la zona se ubicaba extramuros de la ciudad —como se decía entonces—, era excepcional. Por eso, además de ella, ahí se fundaron la iglesia y el Hospital de San Juan de Dios, que ahora es el Museo Franz Mayer, y, después, los conventos de San Diego, el de monjas de Santa Isabel y el de Corpus Christi”, señala Fernández.

No obstante, hoy en día perdió esa condición. De acuerdo con la legislación y, sobre todo, con los lineamientos que definieron el Centro Histórico de la Ciudad de México, ahora se sitúa en el Perímetro B de éste, que va del Eje Central hacia el Poniente.

Esto le restó importancia a toda la zona. A excepción del Palacio de Bellas Artes, los demás edificios quedaron marginados, entre ellos la parroquia de la Santa Veracruz, que todavía cumple la función para la que fue creada.

“Hubo un tiempo en que el Hospital de San Juan de Dios se transformó en el Hospital de la Mujer para atender al segmento de mujeres pobres, incluyendo a las prostitutas de la zona, lo cual desprestigió el barrio. Tal vez ésta fue una de las causas que propiciaron el abandono y el deterioro tanto de la parroquia de la Santa Veracruz como de la propia iglesia de San Juan de Dios”, dice la investigadora.

La misma iglesia de San Juan de Dios, ubicada frente a la parroquia de la Santa Veracruz, también representa un valor patrimonial: cuenta con pilastras salomónicas; asimismo, su fachada y su torre son una manifestación de un momento artístico de la época virreinal, aunque la torre, como las torres de aquélla, está fracturada desde los sismos de 2017 y no ha recibido atención.

“Otro evento que acrecentó el deterioro de la parroquia de la Santa Veracruz fue el incendio del 30 de agosto de 2020, que dañó la bóveda. De manera que, si se llegara a perder, se perdería parte del patrimonio y de la historia de México. Debe considerarse que las obras que ahora se consideran artísticas en realidad son producto de nuestra historia. Al perderse una pieza artística, también se pierde parte de lo que somos.”

Finalmente, Fernández plantea que, dado su valor artístico y arquitectónico, sobre todo, el relacionado con el barroco estípite, una de las modalidades más importantes de la historia de la arquitectura novohispana, este edificio del siglo XVIII debe rescatarse, empleando técnicas similares a las que se usaron en la restauración de la Catedral de México, que encabezó el arquitecto Sergio Zaldívar Guerra y su grupo de especialistas.

“Ahí podría estar la solución a la nivelación de la parroquia de la Santa Veracruz, que tiene menor tamaño y mucho menos peso que la Catedral de México”, concluye.

¿Churrigueresco mexicano?

De acuerdo con Fernández, lo más propio es referirse a ese estilo arquitectónico como barroco estípite.

“Es preferible llamarlo así porque el término churrigueresco es despectivo. Está relacionado con los Churriguera, una familia de retablistas españoles, creadores de retablos barrocos con columnas salomónicas.”

En el periodo neoclásico, Antonio Pons, un funcionario de la época de Carlos III que impulsó el neoclasicismo en España y en todas las colonias, consideraba que el barroco era demasiado recargado y costoso, y que debía suspenderse. Para destacar la fealdad de los retablos y las portadas, los llamó “churriguerescos”, haciendo referencia a la familia creadora de ese tipo de obras. Además, los Churriguera no hicieron obras con estípites, salvo un catafalco efímero.

El barroco estípite se empezó a utilizar en la Nueva España, gracias a Jerónimo de Balbás, un artista español que hizo el Retablo de los Reyes de la Catedral de México, una de las obras más importantes del arte mexicano. Más tarde se empezó a repetir por toda la Nueva España y se asumió como una de las características del barroco novohispano.

El estípite es una pirámide invertida a la que se agregó una zona de cubos, como la llaman los especialistas y, después, el capitel, para convertirse en una figura humana abstracta.

Frase

“Otro evento que acrecentó su deterioro fue el incendio del 30 de agosto de 2020, que dañó la bóveda”

. Martha Fernández . Especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

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