La familia Sackler

, cuyo mecenazgo es ahora rechazado por algunos de los principales museos del mundo, es una de las más influyentes de Nueva York y ha construido su fortuna sobre el poderoso analgésico que generó la devastadora crisis de opiáceos en Estados Unidos.

Su historia es el sueño americano encarnado por tres hermanos nacidos en Brooklyn, hijos de inmigrantes judíos que llegaron a Estados Unidos desde Europa después de la Primera Guerra Mundial.

Arthur, Mortimer y Raymond se convirtieron en psiquiatras e investigadores para una compañía especializada en laxantes.

La familia pasó a controlar la firma en 1952 y la transformó en Purdue Pharma, un gigante de la industria farmacéutica gracias al éxito de OxyContin. Este potente analgésico, promocionado y recetado masivamente, es altamente adictivo.

El ascenso social de los Sackler vino de la mano de su éxito profesional. Rápidamente se convirtieron en patrocinadores de las más prestigiosas instituciones académicas y culturales del mundo.

Su influencia es visible en los muros de las universidades estadounidenses de Harvard, Cornell, Columbia, Yale, Tufts e incluso la británica Oxford . Un ala entera del Museo del Louvre en París y otra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York llevan su nombre.

Pero la semana pasada la National Portrait Gallery de Londres renunció a una donación de un millón de libras (1.3 millones de dólares). Y le siguieron otros, como la Tate Gallery, también en la capital británica.

El dinero de los Sackler se volvió indeseado a causa de los estragos de la crisis de los opiáceos y de las mentiras de Purdue , que ocultó durante mucho tiempo los graves riesgos de la adicción a su medicamento estrella.

La Fundación Sackler

anunció el lunes que suspendía todas sus donaciones a Reino Unido.

"Mi padre nos enseñó a Jon y a mí a creer que la filantropía es una parte importante de la forma en que debemos colmar nuestras vidas", declaró Richard Sackler, uno de los dos hijos de Raymond, en la inauguración en 2010 de una cátedra con su nombre en la Universidad de Yale.

Los Sackler

financiaron tanto al Partido Demócrata como al Republicano y a asociaciones conservadoras como el grupo proisraelí Foundation for Defense of Democracies.

Arthur, fallecido en 1987 a los 73 años, fue apodado el "Médici moderno" por el experto en arte Thomas Lawton.

En cuanto a Mortimer, el más europeísta de los tres hermanos, se casó en terceras nupcias con una británica, se instaló en Londres y compró residencias lujosas allí, en el sur de Francia y en Suiza.

Mortimer D.A., uno de sus siete hijos, donó 9 millones de dólares al Museo Guggenheim de Nueva York entre 1995 y 2015, indicó a AFP el famoso centro de arte, que también decidió cortar los vínculos con la familia.

Los Sacklers

tienen muy bajo perfil, aunque eventualmente se los vea fotografiados en grandes eventos y fiestas.

La revista Forbes estima que su fortuna asciende a más de 13 mil millones de dólares, lo que la convierte en una de las familias estadounidenses más ricas, por delante de los Rockefeller.

Pero tal opulencia proviene de un "imperio del dolor", según la expresión usada por la revista The New Yorker, con la comercialización desde 1996 de OxyContin.

Este medicamento es fabricado por Purdue Pharma, compañía que no cotiza en Bolsa y con sede en Connecticut (noreste). Dos ramas de la familia tienen el control, a través de fideicomisos, de la empresa, que también está presente en el extranjero a través de Mundipharma.

Desde su salida al mercado, OxyContin ha generado ingresos por más de 30 mil millones de dólares.

Mortimer y Raymond lanzaron OxyContin una década después de la muerte de Arthur. Todos los herederos habían vendido sus acciones a los dos hermanos. Mortimer murió en 2010 con 93 años y Raymond en 2017 con 97 años.

A principios de marzo, los Sackler dejaron totalmente el consejo de administración de la empresa aunque permanecieron como accionistas.

En 2017, 47.000 personas murieron en Estados Unidos por sobredosis relacionadas con opiáceos (medicamentos, heroína y fentanilo) y, según el Centro Nacional para el Abuso de Drogas, 1.7 millones de personas sufrían de adicción a analgésicos como el OxyContin.

Diez años antes, en 2007, tres ejecutivos de Purdue mintieron sobre los riesgos de adicción y las autoridades federales castigaron a la compañía con una multa de 634,5 millones de dólares.

Pero Purdue Pharma es actualmente objeto de unas mil 600 demandas presentadas ante los tribunales federales, todas las cuales fueron transferidas a un juez de Ohio.

Cientos de demandas más por el potencial adictivo de su fármaco están en curso en los tribunales estatales. La compañía y la familia Sackler alcanzaron el martes un acuerdo amistoso con Oklahoma (sur), el primero de su tipo, al aceptar pagar 270 millones para poner fin a las causas.

akc

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