Poco antes de llegar al final de su vida, según el plazo fijado por sus inventores, Bruna Husky se enfrenta al mayor de los imprevistos para una tecnohumana como ella: el amor. En la tercera novela que la tiene por protagonista, "Los tiempos del odio" (Seix Barral), la escritora española Rosa Montero obliga a su personaje a sacar lo mejor de sí.

La historia de amor transcurre en medio de un thriller y un drama político en el año 2110, cuando el poder mundial -ostentado por los Estados Unidos de la Tierra (EUA)- es amenazado por la violencia de un peligroso grupo terrorista.

En este mundo, el consumo de agua es habilitado a través de la carga de una tarjeta , hay un impuesto al aire, el calentamiento global derritió los polos, inundó miles de kilómetros de costas, "desertizó" tierras que habían sido fértiles y la inestabilidad del clima es lo habitual. Los sistemas de comunicación y espionaje están superdesarrollados.

Un ejemplo: diminutos drones se activan con el ADN de un individuo al que se enlazan y siguen a una altura indetectable, grabando lo que dice y marcando su posición por infrarrojos incluso a través de los techos de las casas.

La imaginación realista de Montero, que además de sus novelas ha publicado relatos, libros que reúnen su obra periodística y otros que se inscriben en la literatura infanto-juvenil ( "El nido de los sueños", "El viaje fantástico de Bárbara"), fue distinguida con e l Premio Nacional de las Letras 2017 en España , donde el próximo año cumplirá medio siglo de ejercicio en su otra pasión: el periodismo. Como anticipo de ese aniversario, acaba de publicarse en su país "El arte de la entrevista" (Debate), con una selección de una treintena de conversaciones impactantes realizadas a lo largo de su carrera. Actualmente, es columnista del diario El País.

Montero

regresa ahora a Buenos Aires -su visita ya es un clásico cada vez que se publica aquí una novedad- para presentar mañana, en la Feria del Libro, "Los tiempos del odio".

En otras entrevistas usted ha dicho que escribe para entender la condición humana. ¿Cómo le fue en ese intento con "Los tiempos del odio"?

-Con cada novela aprendes algo, y si no es así es que la novela no ha funcionado, pero es difícil de resumir porque escribir una novela es una manera de vivir especialmente intensa. El tema principal de mis libros -soy muy existencialista- es la muerte; creo que escribo para intentar perder el miedo a la muerte. Esta novela me ha dado cierto aprendizaje, es un pasito minúsculo en ese intento de entender un poco más la vida, ser más serena en la existencia. Algo que no había visto antes es la increíble manipulación de los poderes. Hay un poder económico, el de las viejas familias, los grandes potentados que no tienen ningún fanatismo ni dogmatismo, sino un espíritu pragmático, y utilizan y manipulan a los mas crédulos. Eso es lo que pasa en mi novela.

Ese miedo a la muerte, tan evidente en sus obras, se vuelve amor a la vida.

-Sí, claro. Yo he sido así desde que era muy pequeña. Me recuerdo con diez años diciendo: "Mira, Rosita, qué tarde tan bonita, disfrútala, porque enseguida estarás en la cama esta noche; enseguida pasará el tiempo y será mañana, y estarás en el colegio; enseguida te habrás hecho mayor, que es peor todavía; enseguida pasará más tiempo y se habrán muerto tus padres; enseguida te habrás muerto tú". Pero no es para tenerme pena, porque repito: "Mira, Rosita, qué tarde tan bonita, disfrútala". Cuando estás muy llena de una intuición de muerte, estás muy llena también de un hambre de vida que te permite vivir cada momento con intensidad, comerte la vida un poco a bocados. Yo soy una "disfrutona" tremenda y esto me une con Bruna Husky, que de todos los personajes que he escrito es el que más se parece a mí por ese sentimiento que la une a la vida y ese odio que siente por la muerte.

A Bruna Husky la muerte le parece una especie de estafa, porque venimos a este mundo con un yo enorme, ¡nos importamos tanto a nosotros mismos!, con esa hambre de vivir que está escrita en cada una de nuestras células, y llenos de sueños y de deseos. Y en un abrir y cerrar de ojos, si tenemos suerte, nos hemos hecho viejos, y nos morimos también en un abrir y cerrar de ojos. Entonces, la muerte es inadmisible, no nos cabe en la cabeza, es inhumana. Bruna, que es un clon, sabe perfectamente cuándo va a morir y no puede olvidar que es mortal, que es lo que hacen todos los humanos menos un puñado de neuróticos, como Woody Allen, por ejemplo, y como yo, que no podemos olvidar que somos mortales.

La trama de "Los tiempos del odio" es un constante desafío a la razón en cuanto a cómo resolverá los problemas técnicos en los que se mete al imaginar un mundo futuro. ¿Contó con ayuda de científicos?

-La ciencia me ha gustado toda la vida; aunque soy de letras, leo mucho divulgación científica y por eso escribo tanta ciencia ficción. Lo que hago cuando termino de escribir es dar los borradores a algún científico para ver si cometo alguna pifia. En "Los tiempos del odio" se tocan tantas disciplinas que tuve que hablar con varios, porque no todos sabían de lo mismo. Me encanta. Me parece que en la ciencia hay más magia que en los cuentos de hadas.

Y no solo magia. Como dice en el epílogo, "la realidad ha ido cumpliendo" algunas de sus invenciones.

-Desde que salió la primera Bruna se están cumpliendo un montón de cosas. Por ejemplo, en la primera novela sobre ella hay toque de queda para menores. Seis meses después de su publicación pusieron toque de queda para menores durante unos meses en el extrarradio de París, cuando hubo altercados y quemaban coches y demás. Es alucinante. Como esto, otras cosas.

¿Otro ejemplo?

-En el mundo de Bruna hay una democracia imperfecta, como las nuestras, y dos plataformas orbitales habitadas y regidas por sistemas tiránicos, uno neoestalinista y el otro teocrático, que intenté fuera lo más salvaje y malo que pude idear, de un fanatismo religioso brutal, machista y terrorífico. Tres años después de ese libro, apareció el ISIS, que es muchísimo peor que la sociedad que había inventado.

Ese mundo imaginario del 2100 vive con dependencia extrema de la tecnología, a tal punto que si alguien logra desconectar el sistema central las ciudades se paralizan. Hoy se avanza aceleradamente en la digitalización de todo. ¿Imagina una posibilidad para no llegar a ese extremo?

-Hoy dependemos de la tecnología de una manera bestial. En la novela, en efecto, hay un apagón eléctrico que se puede producir de verdad por las mismas causas. Al escribir esta novela constaté la extrema vulnerabilidad en la que estamos frente a la posibilidad de un apagón eléctrico.

Ahora mismo, un apagón de ese tipo produciría muchísimos muertos en nuestra sociedad. Y la verdad es que no le veo solución, porque es muy difícil que el ser humano "desinvente" cosas. Tampoco veo solución en la vuelta al estado salvaje. En la novela hay una opción de esas, los Nuevos Antiguos, una sociedad que quiere vivir en contra del progreso tecnológico. Creo que dejo claro en la novela que tampoco esa es una solución. Es complicado. Tenemos que aprender a manejarnos con todos esos adelantos tecnológicos, por ejemplo, con los clones -mi Bruna es un clon humano-, intentar aprender a poner ciertas normas, pero hasta eso es muy complicado de manejar. Como dije en la anterior novela que tuvo a Bruna como protagonista, que trata acerca de la energía de las plantas nucleares, somos un poco como niños jugando con un arma de destrucción masiva que puede acabar destruyéndonos a nosotros mismos.

La serie de novelas que escribió con Bruna como protagonista comenzó con Lágrimas en la lluvia (2011) y siguió con El peso del corazón (2015), a las que se suma ahora Los tiempos del odio. ¿Está escribiendo un cuarto libro?

-Lo tengo dando vueltas en la cabeza, porque ella es una especie de animal insaciable que está pateándome dentro de la cabeza para volver a salir. En Los tiempos del odio la dejo en un lugar tan peculiar que me muero de curiosidad por saber qué será de ella. Y si no escribo el libro no lo sé, pero antes tengo otros dos: una novela contemporánea con un protagonista masculino y un ensayo híbrido sobre creación y locura.

akc

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