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Margo Glantz

, Adolfo Castañón y Gonzalo Celorio , en el homenaje que le rindió la Academia Mexicana de la Lengua a Sergio Pitol , a un año de su muerte, recordaron al extraordinario novelista y cuentista hacedor de una literatura carnavalesca; evocaron al magnífico traductor, lector, viajero y amigo que hizo del mundo su casa y de su escritura un universo difícil de descifrar .

“No es fácil descifrar las claves ocultas de los textos de Pitol, no porque las explicaciones sean poco claras o insuficientes. Al contrario, al reducir al relato a las frases simples que la contienen éste se sostiene en equilibrio, un precario equilibrio conseguido a base de ocultos engarces , en donde lo dicho se cubre de una zona oscura que puede ser producto de la parodia, de la caricatura, de la erudición o de su misma estructura”, señaló Margo Glantz la noche del martes en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes .

La escritora y amiga del escritor fallecido el 12 de abril de 2018 dijo que Sergio comenzó escribiendo textos más serios, más trágicos, por ejemplo “El tañido de una flauta” o cuentos como “Juegos florales”, que eran bastante trágicos, pero en un momento dado se dio cuenta, como nos dimos cuenta todos sus amigos, que tenía una vena muy graciosa, carnavalesca que él empezó a explotar sobre todo con “El desfile del amor” que luego fue la trilogía.

Margo contó que hacia 1982, antes de que Sergio Pitol volviera a Varsovia como diplomático, y recién publicado su libro ”Juegos florales" y sin que aún hubiera publicado sus novelas carnavalescas: “El desfile del amor”, “Nombrar a la divina Garza” y La vida conyugal”, en una conversación única que grabaron, Sergio le dijo:

“En mis novelas también trato de desarrollar las maneras en que un escritor se decide a escribir algo sobre sucesos que le fueron narrados o que leyó en alguna parte y eso me permite narrar los distintos filtros y distanciamientos, esos espacios entre quien cuenta y las posibles variantes que puede adoptar la narración, las diversas posibilidades de comprender el hecho que ha sido relatado”, citó a Sergio Pitol.

Margo, continuó citando a su amigo: “Para mí es fundamental tener una trama sólida, pero más para que la novela quedé de algún modo abierta y un lector, más o menos adiestrado, pueda irla interpretando, armando hasta crear su propia novela” y allí le contó que "Cumbres borrascosas" de Emily Brontë, era para él una novela decisiva “el modelo perfecto para estructurar una novela, una escritura oblicua… hay siempre una persona que cuenta a otras una historia”.

Durante du intervención, Adolfo Castañón puntualizó que hace un año, Sergio, Sergei, “fue traducido a la otra orilla” y nos dejó sin visa para entender Varsovia o Moscú, y ahora tenemos que aprenderlo de nuevo todo.

“Adiós Sergei, nuestro hombre en Varsovia y en Moscú, nuestro agente secreto en ‘El desfile del amor’, en Roma y Londres, el mexicano que tomó por asaltó Barcelona desde las trincheras de Cracovia y Budapest, el que hizo suyas las leyendas de Praga, el artista adolescente que tomó baños en Baden-Baden y en Trieste, y en Fortín de las flores y en Huatusco”, señaló Castañón quien apuntó que Pitol nos trajo de regalo a muchísimos autores de ese universo.

Reiteró su adiós a “El trotamundos sedentario, el ruso que se hacía pasar por veracruzano, el polaco que conocía las historias de los aristócratas austriacos más improbables, y de los arribistas totonacos, el nómada de los cuadernos, el traductor, el enamorado de los perros afganos y de las chamarras de gamuza fina, el corrosivo, el fino, que nos dejó una obra, es decir, una mansión de innumerables piezas, tantas como libros escritos, traducidos, leídos y subrayados. Sergio Pitol, el que nos enseñó a reír de nuevo a carcajadas catárticas, contando las tonterías de los insignificantes mexicanos, viajero, el diplomático”.

En el homenaje solemne presidido por Gonzalo Celorio, director de la Academia Mexicana de la Lengua , Castañón dijo además que hace un año se fue el huérfano que no tuvo hijos, sino lectores, “nosotros, ustedes, algunos otros semejantes y hermanos hipócritas”.

Dijo que por donde pasaba Sergio había fragancia de gardenias, porque él olía a nuevo y a persona recién salida del baño, con la frescura de la autenticidad. “Sergio olía pureza artística, como Borges, como Arreola o como Rulfo; en Sergio se consagraban las hablas populares y los mudos cortesanos en la prosa fantástica recreada por un oído infalible que sabía que en cada frase se esconde o anida a un personaje”.

Castañón también señaló que para traducir los más de 50 libros y autores que tradujo, Pitol debió ver pasar por sus ojos, oídos y dedos, otros cien en varios idiomas “sin dejar de tener conciencia de que su Ítaca era el español de México, el español de Agustín Yáñez y de Sergio Galindo , el de Monsiváis y de Agustín Lara, el de Margo Glantz y el de Ricardo Garibay, el güirigüiri incesante de Ibargüengoitia y de Jorge López Páez, de Alfonso Reyes y de Mariano Picón Salas”, concluyó Castañón señalando que “nuestro deber es pensar menos en la muerte de Sergio Pitol, en las circunstancias de su obra, que en este caso es perdurable y gloriosa”.

nrv

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