Cuando murió su hermana, la Margarita, como aún la llama, la escritora chilena Marcela Serrano , decidió que durante 100 días se alejaría del mundo y se encerraría para vivir su duelo. “La Margarita” había muerto y con ella no sólo se había acabado el periodismo combativo que ejercía, sino también se había roto la unidad de cinco hermanas: Elena, Paula, Margarita, Marcela y Sol, todas mujeres fuertes y profesionistas.

El duelo, con el paso de los días, se convirtió en escritura, y la escritura en un mecanismo de sanación mediante los apuntes que iba tomando, y tiempo después esos apuntes se convirtieron en “ El manto ” ( Alfaguara ), que es la novela más personal de Marcela Serrano, la primera que escribe en primera persona y tras la cual a Marcela no le apetece escribir, por ahora nada.

En entrevista, la autora de “Para que no me olvides”, “El albergue de las mujeres tristes”, “Nuestra Señora de la Soledad”, “Diez mujeres” y “Nosotras que nos queremos tanto”, varias de las cuales han sido llevadas al cine, habla de esta novela que nació del duelo, de su soledad y de ese proceso de perder a alguien poco a poco. A Margarita la fue perdiendo cuando le detectaron cáncer, mal que al final le ganó la batalla.

La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano
La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano

¿Cómo decide contar esta historia tan íntima?

Cuando murió mi hermana yo decidí encerrarme porque intuía que el duelo era una cosa seria que había que respetarla y entonces en vez de tratar de estar más feliz y de que la vida fuese normal, yo dije: “tengo que entrar en esto y vivirlo a fondo”; pienso que es la única forma posible de elaborar una pérdida. Me fui al campo y dije: “van a ser 100 días, le puse fecha, 100 días dedicados a esto”, y ahí una amiga mía que es artista visual me dijo toma apuntes, no sabes si el día de mañana los vas a necesitar. Jamás pensé en una publicación posterior. Empecé como a registrar las cosas que pasaban en el duelo, y algunas con distancia, escribía cosas como “el cuerpo habla”, “veamos cómo habla el cuerpo” y lo registraba; casi casi como un diario de vida.

¿En esos apuntes ya pensaba en hacer una novela?

Pasados esos primeros 100 días empecé a leer sobre el duelo , muchas lecturas distintas que me abrieron mucho la perspectiva de lo que significaba. Leía a muchos autores que ya habían pasado por eso, pero también leí teoría al respecto y así lentamente comenzó a conformarse el libro. Incluso me fui a Roma un mes, después de todo esto, y me llevé el computador, y fue muy divertido porque el primer día que llegué lo prendí y escribí una primera frase, lo cerré y durante un mes no fui capaz de poner una palabra más.

Fue lento el que yo decidiera que esto iba a ser algo en sí mismo, hasta que empezó un invierno en Chile que fue muy duro y ahí yo dije, “ya, llegó el momento”.

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¿Un escritor siempre recurre a los libros para entender qué le está pasando?

Sí, pero además te hacen muchos regalos. Mis amigas y amigos que sabían que yo estaba en este tema, me traían libros; por ejemplo, un amigo me dijo “hay un libro de Canetti que tú tienes que leer”, yo no conocía ese libro de Canetti, pero terminó siendo mi lectura de noche todos los días; otro me dice: “¿leíste 'Patrimonio' de ?”, y yo sabía que había leído todo Philip Roth pero me había saltado “Pratrimonio”. Y así las cosas se te empiezan a relacionar y se te empiezan a abrir. Y claro yo supongo que si uno usa la palabra para sobrevivir en un proceso así era natural que yo usara la escritura de otros, y me sirvió muchísimo.

¿En esos otros libros se vio en un espejo, de decir “alguien sintió lo que yo siento”?

A mí me gusta mucho leer qué hace a cada uno con el dolor, cómo le hace cada uno, cómo se las arregla, y uno va aprendiendo mucho y se va acompañando absolutamente, porque el duelo es una enorme soledad, enorme, tiene uno que vivirlo sola y los recursos a los que tiene que echar mano son los propios. En ese sentido la lectura termina siendo un regalo inmenso.

La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano
La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano

Y es que por supuesto uno de los temas fundamentales de la literatura es la muerte.

Cuando yo avancé en los apuntes y alguien me dijo que lo hiciera un libro lo primero que me plantee es “¿qué voy aportar yo a este tema?”, porque justamente la muerte es el tema de los temas; y alguien inteligentemente me dijo: “no importa que se haya hablado mil veces de la muerte, el tema es cómo lo habla cada uno”. A mí me imponía el tema porque había salido el libro de y la propia había escrito sobre su hija; como que no era fácil decir otro más, pero llegó un momento en el que pensé, “pero eso qué tiene que ver; esto es mi duelo”.

¿La novela se convirtió en una gran manera de sanar?

Absolutamente, por Dios que es cierto. Ahí es donde yo creo tanto en el poder de la palabra. Me han dicho a raíz de la novela varias personas: “la suerte tuya de escribir esto, porque justamente has podido cerrar cosas que nosotros no hemos podido sanar”, y comprendo que el privilegio de poder escribirlo es muy sanador, infinitamente sanador.

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Tenía la literatura, ¿también tenía a Dios?

Yo no creo en Dios, pero creo en la escritura y al final lo único que vence a la muerte, al final, es seguir escribiendo, sino no hubiera tenido otra forma de sacarlo.

La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano
La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano

Sus novelas son muy íntimas pero está es muy personal, nace de muy adentro.

Es la primera vez en la vida que hablo desde la primera persona. Eso fue rarísimo para mí, porque yo me defino esencialmente como una novelista, entonces estoy tan acostumbrada a hablar desde los personajes, y a estar siempre atenta a la coherencia de un personaje, y de repente no había personaje, no tenía que estar atenta a nada, era la voz propia, no más, y era un alivio que no hubiera personajes, me parecía tan fácil. Fue una experiencia especial y tuve que vencer varios pudores y fue un reto.

Al final es un homenaje a Margarita pero un reconocimiento a Marcela que se descubrió a sí misma.

Sí, porque hay una rigurosidad de determinada escritura, al enfrentarte a ella inevitablemente aprendes o aprendes; probablemente dos años y medio atrás yo hubiera hablado de la muerte o del duelo de una forma teórica, hubiera recurrido a mis lecturas, al final intelectual, pero no, ahora ya sé lo qué es. Me dieron ganas de transmitirlo, a eso me dedico, a transmitir historias y esta era una historia más, la diferencia es que la protagonizaba mi hermana y no un personaje inventado por mí.

La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano
La muerte de su hermana le da una novela a Marcela Serrano

¿Que ha descubierto de usted y qué se reservó?

Cuando los escritores hablan desde sí mismos, hay dos opciones: o no eres cuidadoso o lo eres, porque hay algunos que arrasan con la familia, con todo, en pos de la verdad literaria. Entonces eso para mí fue un permanente ir y venir, pensar “¿cuánto suelto de mí?". Yo tenía discusiones importantes con la Margarita, de temas políticos, formas de vida. La Margarita no aprobaba nada de la forma de vida mía, yo tuve peleas con ella muy entretenidas, por ejemplo de algunas de sus parejas que a mí me parecían unos hombres que no hubiera dado un peso por ellos, que no tenían chiste, unos conservadores, allí yo me sujetaba.

Allí lo que hay que hacer permanente es cuidar cuánta información das, cuánto se puede leer entre líneas pero al mismo tiempo sin ofender. A mí me habría encantado ser de esas escritoras que les da lo mismo y que llegan y dicen todo, los verdaderos escritores dicen todo. Pero yo no.

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¿Y al final, descubrió que Margarita siempre estará presente?

Absolutamente. es fantástico porque se tira todos unos párrafos geniales sobre cómo uno entra en el duelo, de lo importante que es hacerlo como Dios manda, en el sentido de dedicarse al duelo y que después, el duelo se va a liberar, y el duelo termina y uno empieza una vida normal, pero Freud no se hace cargo de que esa vida normal va a ser con ausencia. Esa ausencia uno la vive siempre con uno.

Cuando yo converso con la Margarita y peleo con ella en mi interior, le digo: “tal cosa la hiciste pésima”. Yo tengo mis discusiones con ella aunque está muerta.

¿Si Freud no le supo responder hubo otro autor que sí lo hizo?

No, más bien yo te diría que todos, que Roland Barthes y Canetti y muchos más, y en lo que coinciden es que todos están muy enojados con la muerte, muy enojados, porque no saben qué hacer con ella. Mucha rabia encontré en los textos en general.

Tras vivir y escribir del duelo ¿hay una nueva historia?

Ahora sé que tengo que despachar esto en mi corazón para empezar una nueva historia. Claro que anoto siempre cosas porque eso siempre lo hago; pero no, no tengo ningún plan, no tengo idea de lo qué viene y no me importa nada lo que venga. Aquí estoy, llegará y si no llega estupendo, no tengo ninguna ansiedad de nada.

nrv

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