Ingresé a la UNAM cuando tenía 16 años, iniciando mi trayectoria en el CCH Sur. Desde entonces, la Universidad ha sido mi casa, mi espacio de crecimiento, de descubrimiento y de transformación.

Aunque originalmente fui asignada a la FES Iztacala, cursé la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias, donde hallé una comunidad apasionada por comprender la vida desde diversas perspectivas. Mi tesis de licenciatura la realicé en el Instituto de Investigaciones Biomédicas, en un momento en que el área de Neurobiología aún formaba parte de éste, justo antes de que se fundara el Instituto de Neurobiología con sede en Juriquilla. Años más tarde continué mi educación con el doctorado en Ciencias Biomédicas en el Instituto de Fisiología Celular.

Desde hace 20 años soy profesora en la Facultad de Ciencias. Cada día que entro a CU respiro profundamente y me invade una felicidad genuina por estar en casa. Ser parte de la formación de nuevos científicos y científicas es un privilegio, y contribuir, aunque sea de manera mínima, a retribuir a la sociedad el apoyo que hace posible nuestra Universidad, es una gran responsabilidad que asumo con orgullo.

La UNAM no sólo destaca por su excelencia académica, sino también por la vasta oferta de oportunidades que brinda para el desarrollo intelectual, cultural y físico. Desde mis años en el CCH participé activamente en la vida universitaria: asistía a la alberca, al cine, al teatro, y practicaba ballet. Todo formaba parte de mi educación. La pluralidad de ideas, los debates intensos y la posibilidad de involucrarse en lo social y político han sido impulsores constantes de mi crecimiento. En la UNAM, el aprendizaje trasciende las aulas: se construye también en la convivencia con compañeros y compañeras, en el intercambio de visiones de vida, historias y experiencias.

Una de las cualidades que más valoro de la Máxima Casa de Estudios es su vocación social. Independientemente de la carrera o del plantel, desde el CCH se inculca un compromiso profundo con la sociedad, presente en cada clase y en cada rincón de la Universidad. Por supuesto, hay áreas que requieren mejoras y discusiones pendientes, pero precisamente esa capacidad de cuestionamiento y evolución es parte esencial del espíritu universitario. La UNAM está viva, es crítica, reflexiva y dinámica. Nos forma como una masa con criterio, como una fuerza transformadora para México y para el mundo.

Durante la pandemia de Covid-19, ese espíritu se materializó en el trabajo que desarrollamos en el LANSBIODYT. La colaboración interdisciplinaria fue fundamental para crear un proyecto de detección rápida de SARS-CoV-2. Gracias al apoyo de Fundación UNAM, este esfuerzo se concretó y pudimos ofrecer atención a más de 45 mil personas.

Fue una experiencia que reafirmó la importancia de una ciencia comprometida con lo social y del poder de las alianzas dentro de nuestra Universidad.

Mi hermana, mis hijos, mis sobrinos, todos somos ceceacheros y unamitas. Honestamente, no imagino un mejor lugar para crecer, aprender y contribuir a transformar el mundo.

Profesora de tiempo completo, Facultad de Ciencias. Responsable del Laboratorio Nacional de Soluciones Biomiméticas para Diagnóstico y Terapia (LANSBIODYT)

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