“Todo hombre, incluso en medio del apocalipsis, tiene derecho a su segundo alegre, y el Premio Reina Sofía es mi segundo alegre; una alegría que notablemente está atemperada, está moderada por la situación de Latinoamérica y de Chile en particular, a donde la pandemia ha golpeado tan duro, sobre todo que ha revelado las abismales desigualdades e injusticias que nos cruzan”, asegura el poeta chileno Raúl Zurita.

En conferencia de prensa a propósito de su participación el próximo miércoles 21 de octubre a las 19:00 horas, en una lectura poética en el marco de la 40 Feria Internacional del Libro de Oaxaca, donde el poeta aseguró que nadie puede estar plenamente feliz, aun en medio de una situación como esta de la pandemia.

“Yo personalmente me siento muy concernido por lo que está pasado, tengo derecho a esta segunda alegría aunque sea en medio de la hecatombe y del final mismo”; sin embargo lo está con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que le fue concedido hace poco más de un mes.

El poeta de 70 años que fue apresado durante el golpe de estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973, aseguró que su escritura fue tocada dramáticamente por ese episodio.

“Yo empecé a escribir porque me gustaba, después seguí escribiendo cuando estaba en la universidad; pero después seguí escribiendo con desesperación cuando llegó el golpe, que fue mi forma de entenderme con el mundo un poco, de sobrevivir en medio de esa locura, de ese golpe de estado del 73, de los desaparecidos, era mi forma de sobrevivir, era aferrarme a escribir, aunque no quería hacerlo”, dijo el autor de “Purgatorio” y “El paraíso está vacío”.

Y es que dijo, él tenía otras necesidades en ese momento, pues todo era tan precario y él necesitaba conseguirse un empleo, “todo mundo habla del miedo, del terror, de la angustia, de un régimen dictatorial pero nadie habla de la pobreza; para mí fue una gran lección de humanidad, aprender lo que era la pobreza, aprender lo que es la calle, aprender de no poder pagar algo, hasta el punto de entender que le pasaban a un montón de otros seres humanos”.

En ese momento se dio cuenta que las cosas no importaban porque le pasaran a él especialmente, pues desde esa perspectiva para él la poesía no tenía mucho sentido, “la poesía para mí ha sido siempre una especie ejercicio con la vida, no por algo narcisista, no escribo porque es lo que me toca; la poesía es la forma de llegar al fondo de ti mismo sin autocompasión sin falsa de solidaridad, si es así, si puedes tocar ese fondo de ti, tal vez puedes tocar el fondo de la humanidad”.

Dice que los seres humanos no somos más que distintas metáforas porque en realidad todos somos semejantes, nuestra necesidad de amor, nuestro temor a la muerte, nuestro miedo a la dictadura, nuestro rechazo a la monstruosidad que se producen en nombre de la dictadura, y dentro de esas líneas generales los seres humanos van cambiando, van evolucionando y dejando otras cosas.

El poeta que en 2016 recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda de manos de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet asegura que hay un antes y un después de la pandemia, que esta época tan atroz sí lo ha tocado, sobre todo porque nos ha confirmado que la muerte aquí es silenciosa, es la muerte a secas, y esa es la gran imagen que va a perdurar.

“Uno está siempre frente la muerte como un hecho solitario, nacemos con el cuerpo en el cual eres crucificado, te crucificarán en el mismo cuerpo en el que estás, es tonto temerle a lo inevitable sin embargo esta pandemia nos ha traído un dato sobre esa muerte que no estaba, que es esta muerte es absolutamente silenciosa, nadie va a estar para tomar tu mano, nadie va a poner una canción que a ti te ha gustado; en el fondo la pandemia nos muestra una muerte sin ninguna ilusión, sin ningún sueño”, señala el poeta.

Incluso dice que la humanidad no estamos preparados para esta muerte silenciosa que se mete debajo de las puertas; “a las pestes se les llama los azotes de Dios, algo nos está diciendo esta pandemia, el maltrato de los unos para con los otros, el maltrato contra la naturaleza, sucede en un contexto donde hay un mundo opulento, por un lado, y por el otro lado, estos interminables cajones de miseria y desigualdad que son abismantes, que son los más permeables por el hacinamiento .creo que la pandemia es la soledad máxima de la humanidad, porque nos morimos en una muerte silenciosa, sin ilusiones, sin sueños, donde no hay nadie cerca de ti, eso es tremendo, es fuerte”.

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