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Marx Arriaga (Estado de México, 1981), doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y titular de la Dirección General de Bibliotecas (DGB) de la Secretaría de Cultura, se dice sorprendido por los “ataques” que recibió en redes sociales tras la salida de Daniel Goldin de la Biblioteca Vasconcelos. Se le recriminó su falta de formación en bibliotecología, se le señaló por haber permitido un trato irrespetuoso al editor y se especuló que su amistad personal con Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del Presidente, Andrés Manuel López Obrador, pudo ser una de las razones por las que terminó al frente de la institución responsable de la Red Nacional de Bibliotecas. Hoy, todo lo niega y advierte que el reto al que se enfrenta la Dirección a su cargo es mayúsculo porque la situación que encontró es “grave”.

Durante casi un mes decidió mantenerse al margen porque, dice, se ha dedicado a trabajar, y porque no cuenta con experiencia en la “vida mediática”, pero quiere conversar sobre una de los señalamientos que más lo inquietaron: su falta de experiencia en la bibliotecología.

“La formación sin duda es importante, pero también se trata del programa que se tiene para echar a andar esta Dirección. No soy un bibliotecólogo, no tengo esa formación, pero como filólogo me dedico a hacer esto, está en mi currículum, tengo un plan de trabajo. Un filólogo tiene mucho que decir”, asegura.

El pasado 1 de febrero se dio a conocer que Arriaga no sólo convocó a una reunión a los trabajadores de la Biblioteca Vasconcelos, también personal a su cargo le dio a Goldin la instrucción: “Desocupa la dirección y bájate uno de los escritorios al sótano”. Al respecto, asegura: “(Goldin) ofreció su renuncia porque no estuvo de acuerdo con la política que estaba centrada en que no íbamos a hacer un gasto en gente de honorarios porque se iba a invertir en comprar libros para llevar a bibliotecas municipales. (Lo que se dijo), no sucedió, fue una exageración”.

¿Ninguna persona que trabaja contigo trató irrespetuosamente a Goldin?, se le pregunta. “La DGB tiene casi mil personas, algunos tenían desencuentros muy fuertes con la dirección que llevó. No lo sé. Yo vengo llegando, tengo dos meses y medio aquí, asegurar que ninguna de las personas... Era la tercera ocasión que iba a la Vasconcelos, son 7 mil 453 las que hay que atender, y en ese momento no sabía que había un sótano, el sótano es el estacionamiento y el escritorio que tenía el director era muy grande para que lo moviera sólo una persona. La frase no tiene lógica. No sé de dónde salió”.

Arriaga, quien en 2015 fue galardonado con el Premio Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación Chihuahua en el área de Humanidades, Educación y Ciencias de la Conducta, cuenta que nunca había estado bajo los reflectores, por eso se dice más sorprendido por la ola de comentarios que hubo en su contra. “Vi mi pasado, ¿dónde estuvo el error?, me pregunté qué es lo que había hecho mal para recibir esos ataques tan duros y sin conocerme. Si revisan mi historial en Twitter están las conferencias que he dado, en el Conacyt están mis datos como investigador. ¿Cuál es el pecado que he cometido como para que el castigo sea tal? No lo sé. Se me hizo un ataque desmedido”.

Sobre los señalamientos sobre su relación con Gutiérrez Müller explica: “Sí hay una relación personal y hasta ahí. Somos académicos del área, es una de las principales especialistas en literatura antigua hispanoamericana y últimamente ha migrado su tema de investigación a literatura mexicana de inicios del siglo XX. Yo tengo un perfil parecido, por eso fui parte de su sínodo”.

El funcionario, por única vez en una hora de charla, titubea al dar su respuesta sobre si fue la doctora quien lo invitó a formar parte de la DGB, piensa un momento y asegura que hacia el final de la campaña presidencial y durante el periodo de transición fue invitado a generar un estado del arte de proyectos de fomento a la lectura. “Por la investigación que hice previo a generar los estados del arte y por mi currículum como investigador, se me invita, no fue así de una invitación, o sea fue una cuestión de académico. Son puestos de confianza, pero con base en el trabajo, en este caso, académico”. Y afirma que quien lo invitó a ser director fue Alejandra Frausto, secretaria de Cultura.

Los retos. La Red Nacional de Bibliotecas se encuentra en una situación “grave” por diversas razones: no se han comprado libros ni actualizado acervos, no hay capacitación continua a bibliotecarios que en su mayoría tienen una escolaridad de secundaria, tienen bajos salarios y poca permanencia en las bibliotecas, y no hay catálogos.

De las 7 mil 453 bibliotecas que la conforman, 540 están cerradas, faltan 173 para tener presencia en toda la República. “La gravedad es tal que no tenemos un registro de quién está al frente de cada una de las bibliotecas, tampoco tenemos un registro de cuántos libros hay ni qué libros se conservan. Necesitamos un catálogo de dónde están geolocalizadas las bibliotecas, a qué hora abren, quién está al frente, tener otros datos de este tipo y, sin duda, necesitamos un catálogo que le diga al usuario en dónde puede encontrar, por ejemplo, el Baldor, uno de los libros que más se consultan en las bibliotecas públicas”, dice.

Arriaga destinará 23 millones de los 249 millones de pesos asignados a la DGB para la adquisición de libros “al precio más bajo”; apostará por la formación constante de bibliotecarios; buscará que las colecciones que nutran a las bibliotecas de cada región respondan a las necesidades de cada comunidad. También reasignará algunos recursos para la compra de libros, por ejemplo, reducirá los costos del Congreso Nacional Red Bibliotecas Públicas, al que se llegó a destinar hasta millón y medio, pero advierte que nada de esto va a servir si no se generan hábitos de lectura y si la población no ve a las bibliotecas como algo útil, “por eso debemos generar investigación y fomento a la lectura”.

Este fomento forma parte de la Estrategia Nacional de Lectura que Eduardo Villegas, coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México, echará a andar con una red de normalistas y universitarios estatales, que ofrecerá talleres relacionados con hábitos de lectura y al mismo tiempo generará datos sobre el contexto de cada biblioteca.

Un sueño vuelto realidad. Marx Arriaga, cuyas líneas de investigación han sido, entre otras, el diseño de recursos informáticos para la didáctica de la literatura bajo el modelo de competencias, asegura que siempre soñó con ser profesor universitario, pero durante su estancia en España, en donde vivió hace 13 años en un barrio bajo, comprendió que vivía en “una esfera académica”, que era “un privilegiado de este país” y “debía tener una responsabilidad social”. A su regreso a México se fue a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez a impartir clases, pero descubrió que las necesidades de la ciudad eran tan grandes que no sólo debía ser profesor, también debía aportar sus habilidades en otras áreas. La institución académica le permitió evaluar material didáctico para secundarias. Esta experiencia y este “compromiso social”, sostiene, lo llevó a aceptar la responsabilidad de la Dirección General de Bibliotecas.

“Seré profesor toda la vida, mi sueño y meta es formar un recurso humano nuevo, pero se necesita material didáctico que ayude a esa capacitación y las bibliotecas forman parte de ese material. Cuando llegué aquí asumí el compromiso de activar la Red Nacional de Bibliotecas y convertirla en una herramienta básica para la docencia del país. Es un reto complicadísimo, probablemente el más grande que he asumido por la complejidad”, asegura.

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