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El origen del unipersonal "Blanco atardecer" fue el trabajo de campo que la dramaturga y actriz María José Delgado hizo con personas de la tercera edad que padecían distintas afecciones. El texto tiene mucho de autorreferencial y parte de situaciones específicas que la escritora vivió junto a su abuela con Alzheimer, momentos que en el desarrollo de la obra se fueron tejiendo de otra manera y personajes y escenas que brincan la línea de la ficción, cuenta la directora Naolli Eguiarte.
Macaria, personaje principal, cuida a su abuela Estela. Su figura, ficticia y protagónica, sirve para reflexionar acerca del papel que juegan los cuidadores, ahondar en lo que María José Delgado vivió en los asilos, al conocer a los cuidadores, y preguntarse qué sucede al estar en contacto estrecho con alguien que se va deteriorando de esa manera y, al mismo tiempo, no querer dejar de vivir como un ser humano capaz del amor más profundo.
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“De alguna manera se lograron tejer vínculos entre lo que ella había vivido de manera real (el diagnóstico), momentos donde empezaban, digamos, a perderse recuerdos específicos, o problemas como el asunto de las medicaciones; cosas específicas que, además, van siendo muy sintomáticas en cómo la enfermedad va avanzando. Se cuidó que, de alguna manera, todo acabara de tener un aterrizaje en la ficción para sublimar la experiencia y reflejar fielmente el espacio complejo en el que se ve a una persona transitar por el Alzheimer”.
Uno de los grandes retos, explica Eguiarte, es que se trata de una obra fragmentada, no es lineal, sino que va acorde con los procesos de la memoria. La gente no necesariamente encadena sus recuerdos de forma hilada, a veces los propios recuerdos son como los pedazos de un espejo y, en el caso de la abuela, estos se desvanecen poco a poco.
“Me interesa la posibilidad de brincar radicalmente de un momento a otro y que el espectador sienta las implicaciones y complejidades de cuidar a una persona”, abunda la directora y enlista ciertas escenas: instantes de diversión entre Macaria y su abuela, escenas que van de la nostalgia al enojo y que son el resultado de un proceso de trabajo sobre escenas que se entretejen contundentemente; brincos radicales que son el mosaico general de la obra y una sensación que prevalece: el proceso en el que alguien que está absolutamente presente se desvanece hasta dejar de estar.
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“El monólogo tiene muchos elementos que vienen de la narrativa. Macaria, que es la narradora y espectadora de una situación, pasa de estar en el momento presente a brincar en las que el pasado se habita desde su perspectiva. En ocasiones alcanzamos a percibir la perspectiva de la abuela a través de ciertos recursos (audio, por ejemplo); en una escena la abuela ya está muerta, pero alcanzamos a oír su voz dentro de la casa. La perspectiva, principalmente, es la de Macaria, pero también se trata de abarcar un universo específico”, concluye. Se puede ver el 19 y 20 de abril, a las 20:00 horas, en el Foro Alternativo del Centro Cultural Helénico.