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La Orquesta Filarmónica de Sonora con Laura Cmet, como directora invitada, y el Coro del Teatro del Bicentenario interpretaron ayer obras de Venus Rey Jr, Nubia Jaime Donjuan y Arturo Márquez en el Teatro Juárez de Guanajuato capital, en el marco de la programación del 51 Festival Internacional Cervantino.
El primero en salir a escena es el propio Márquez. Su presencia en el festival no es casual, puesto que este año, el Estado invitado es Sonora y él es originario de la villa de Alamos. El compositor presenta la función, anuncia a Nubia Jaime Donjuan, ganadora del Concurso de Composición para Orquesta de Cámara Arturo Márquez, y habla sobre sus piezas: la suite "Sueños" y “Alas (a Malala)”, canción para coro mixto y orquesta sinfónica que, como su nombre lo dice, es un homenaje a la activista pakistaní.
Guanajuato, como ciudad cervantina por excelencia, lo lleva a recordar que don Quijote fue un gran soñador y que los sueños no son una utopía, sino la justicia por sí misma. En rueda de prensa, un día antes, el compositor dijo que desde hace décadas le preocupan las causas sociales y que el arte es un camino para hallar eco en los demás.
Tras las palabras de Márquez, Cmet camina sobre el escenario, se coloca frente a los músicos y empieza a dar las indicaciones de la “Suite Sonora” para orquesta sinfónica con sus tres movimientos: “Desierto”, “Danza del venado” y “Finale: Crepúsculo”.
La siguiente obra, “Maso Ye’eme” (Danza del venado), danzón para orquesta sinfónica con el que Nubia Jaime Donjuan ganó justo el Concurso Arturo Márquez 2021, tiene momentos que son un poco cinematográficos; zonas donde se desciende a la calma hasta que los instrumentos regresan poco a poco.
El principio de “Alas (a Malala)” para coro mixto y orquesta sinfónica marca el turno de Márquez. Tras una introducción breve, con el sello del compositor sonorense, los cantantes se abren paso detrás de los músicos. Son, tal vez, 50 artistas que se van formando en tres filas escalonadas. “Alas dignas de esperanza” se repite como si fuera una especie de estribillo a lo largo de la obra.
Con la suite “Sueños”, cuya letra escribió el poeta Eduardo Langagne (Premio Nacional de poesía Aguascalientes 1994), continúa la búsqueda de ciertos ideales. El primer movimiento toma como punto de partida una décima de Guillermo Velázquez en la que el coro explora el significado de la justicia en el siglo XXI.
En “Sin lamento”, que proviene de una famosa carta del jefe Seathl a Franklin Pierce, se trata la relación del ser humano con la naturaleza; que narra, por cierto, Lily Márquez, hija del compositor. Posee una carga de épica mexicana, que demuestra el barítono Juan Carlos Heredia al hablar de “la oscuridad de la noche del indio” y lo imposible de ponerle precio a lo inmaterial. El piel roja se vuelve, así, encarnación de este alto ideal: “La tierra no es del hombre, el hombre es de la tierra”.
Para el tercer movimiento, “Aforismos”, que se inspira en ciertas frases célebres de Mahatma Gandhi, la mezzosoprano Alejandra Gómez canta y reafirma una constante de la suite: “Los grilletes de oro son peores que los de hierro”.
En la última parte, “Tengo un sueño”, Lily Márquez lleva al presente el discurso de Martin Luther King: “100 años después, el negro aún no es libre”. Un mensaje que resuena cada vez más hasta llegar al final: “El sueño es seguir soñando”.
El concierto acaba. Cmet voltea hacia el público, se inclina y agradece. Entre aplausos, los músicos se ponen de pie y la directora toma la palabra y cuenta que el legado de Márquez le pertenece a México, pero también al mundo y que ella se siente honrada de poder tratarlo en persona. Entonces, el compositor sale a escena y Cmet anuncia un pequeño homenaje, un bis: el “Danzón No. 2”.