Pintar dos veces un mismo retrato y luego romper uno de ellos para plasmar las incontrolables "cicatrices" que deja la vida, es lo que hace Lita Cabellut, artista española con una impresionante historia personal que subyace en estas "transformaciones" que expone en Londres.

La serie, titulada "Transformation" y presentada en la Opera Gallery hasta el 30 de marzo, está formada por 22 obras que, empezando por un imponente autorretrato de casi tres metros de alto, muestran un proceso de transformación artística que ha durado dos años.

Ha sido "como un volcán, una necesidad, como un vómito", explica a la AFP una Cabellut cuya pasión parece no tener límites.

Comienza así con sus ya tradicionales retratos de inmensas dimensiones, realizados mediante una compleja técnica que mezcla yeso y pintura al estilo del fresco con sucesivas capas de óleo y explosiones de aerosoles. Y dramáticos toques de negro, blanco, rojo o violeta.

Pero evoluciona rápidamente hacia algo más complejo: trípticos formados por uno de estos barrocos retratos y otra versión del mismo completamente fragmentada, separados por una trama compuesta por acumulación de cilindros de espuma impregnados en pintura.

Cabellut

los llama "los rodillos", porque literalmente provienen de ahí, de los cientos de estos utensilios que usa para pintar.

"Al final del año y a lo largo de los años, tengo montañas de rodillos, que son parte de mi energía, de mis dudas, de mis anhelos, de mis triunfos, de mis miedos en el proceso creativo", explica. "Eso lo he ordenado de una forma lógica que podría ser el alma de ese personaje".

La parte figurativa -los rostros- plasma el plano físico, mientras que la parte abstracta -los restos- corresponde a la psique . Entre las dos, los rodillos -los rastros- son "la herencia genética, la influencia intelectual, todo aquello que te forma como persona".

La parte abstracta no es más que el retrato inicial cuya espesa textura ella rompe "con las manos, o a patadas, pero sin prever, sino llevada por la intuición", como ocurre con las "circunstancias de la vida, las cicatrices, las alegrías, las penas, que son incontrolables".

Cabellut

solo pinta retratos porque le apasiona la condición humana. Y para encontrar a sus modelos sale en busca de "los undergrounds, los héroes de la calle, los que sobreviven en circunstancias muy difíciles, la gente que tiene huella".

Ella misma vivió en las calles de Barcelona cuando era una niña, nacida en un entorno sumamente pobre, hasta que entró en un orfanato y a los 12 años fue adoptada por una familia que le dio la posibilidad de desarrollar su talento mandándola a estudiar arte a Holanda, donde vive aún hoy en día.

Dice estar muy agradecida: "yo he tenido la gran suerte de que la vida me ha dado muchísimas oportunidades".

Pero a sus 57 años está un poco cansada de que se hable de la dureza de aquellos primeros años.

"Hemos llegado a un punto en que la niñez ya no es tan importante", dice, "la experiencia de mi niñez es mucho más pequeña que mi experiencia posterior, en que me han pasado cosas maravillosas".

La Opera Gallery

, que trabaja con ella desde hace muchos años, afirma que es la tercera artista más vendida de España y que entre sus compradores figuran estrellas de Hollywood como Hugh Jackman y Halle Berry.

Pero a Cabellut no le gusta hablar de ello: "si los famosos me compran o no me compran... yo creo que a un artista no le debería de importar eso".

Ella no deja de ponerse en entredicho y no quiere encasillarse en una única disciplina. El lienzo, pese a las inmensas dimensiones de muchos de sus cuadros, se le está quedando pequeño: acaba de realizar toda la parte visual, desde la escenografía hasta los vestuarios pasando por la iluminación, de "Karl V" estrenada recientemente en la ópera de Múnich.

akc

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