n algunos años, cuando un nuevo presidente tome las riendas de la Casa Blanca y comience una nueva administración, las consecuencias de la política migratoria de Donald Trump, martillarán en las sienes de una nación ya de por sí golpeada por eventos naturales y el liderazgo de uno de los peores narcisistas de la historia moderna.

Trump, un jugador externo de la política, apostó su campaña a un discurso xenófobo y racista que fue bien recibido por una parte de la sociedad norteamericana. Ese discurso incluía una política migratoria radicalmente opuesta a la sostenida hasta aquel momento por el entonces presidente Barack Obama.

Política que ha sido sustentada en razones más de orden ideológico que pragmático y que no considera, ni por un segundo, las graves consecuencias, especialmente económicas, que puede implicar para ese país la cancelación del programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que protegía a más de 800 mil jóvenes que llegaron a Estados Unidos llevados por sus padres cuando aún eran niños. Según datos del National DACA Study, 2017 del Center for American Progress, en la actualidad 91.4% de estos jóvenes tiene un empleo remunerado con un salario promedio por encima de los 30 mil pesos mensuales.

Si bien es cierto que la mayor parte de estos jóvenes ya tenía trabajos antes, también es verdad que más de 77% de ellos obtuvieron un mejor empleo o un empleo mejor pagado gracias al programa DACA. El promedio de edad actual de los también llamados dreamers es de 25 años y resulta muy importante resaltar que 35% de ellos cuentan con una educación universitaria o incluso con posgrados (Especialidad, Maestría o Doctorado) lo que los convierte en empleados muy capacitados.

Por tanto, los dreamers son jóvenes que más allá de configurarse en un problema son un gran activo para la sociedad estadounidense pues, desde que se creó el DACA la inmensa mayoría de ellos se ha mantenido estudiando o trabajando y sin antecedentes criminales. La pérdida de su fuerza de trabajo, se ha estimado, podría costar a EU cientos de millones de dólares en la próxima década.

A ello debe sumarse que en la actualidad, EU mantiene una tasa de desocupación de 4.4%, lo cual está provocando que las empresas estén encontrando serias dificultades para encontrar trabajadores suficientes y con la preparación necesaria. No sólo eso. La pérdida de estos trabajadores implica también que pierdan su capacidad de compra impactando directamente en estados como Florida, California o incluso Texas, impactando el crecimiento doméstico hasta por 433 mil millones de dólares en los siguientes 10 años, según datos del estudio del Center for American Progress. California sería la más afectada, con una pérdida de 11.3 mil millones al año y seguida por Texas con una pérdida de 6.1 mil millones. A esas cifras habría que sumar también los costos por la deportación masiva.

Lamentablemente, ninguna de estas razones tiene mayor peso en el imaginario de Trump y su pequeño séquito de incondicionales. Lejos de realizar un análisis certero sobre las ventajas que para EU tiene mantener una política migratoria diferente, la presente administración se ha empeñado en cerrar la puerta y esconderse y permanecer ahí, pertrechado en su ínfima aprobación electoral y la falta de controles políticos para mantenerse en el poder hasta que sea tiempo de volver, permanentemente, a los campos de golf.

Mientras tanto, EU se quedará con una carga económica y social terrible. Trump no será juzgado entonces por su interés en cumplir sus promesas de campaña: el hombre del pelo naranja será juzgado por su ignorancia, sus mentiras y su falta de pericia, por los brutales resultados de una administración que, desde el principio, amenazaba con ser un fracaso total.

Especialista en Derecho Constituciona
***En la foto: Manifestantes con figuras del ex sheriff Joe Arpaio y del presidente Donald Trump protestaron contra el racismo en agosto en California. (ARCHIVO AFP)

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