Después de casi dos años de investigaciones sobre la posible intromisión de Rusia en las elecciones de 2016, el 22 de marzo, el fiscal especial Robert Mueller entregó su reporte al procurador William Barr, quien apenas tiene tres meses en el cargo. Unos días después, Barr emitió una conferencia de prensa, leyendo unas cuatro cuartillas que aparentemente no reflejaban lo que en realidad dice el reporte Mueller.

Debido a la presión que tuvo por parte del Congreso, finalmente Barr entregó el reporte con una gran cantidad de bloqueos al texto. Y, efectivamente, en la parte que sí se puede ver del reporte, es que es muy distinto a lo que declaró el procurador. Además, Mueller recomienda que sea la Cámara de Representantes la que decida cómo proceder a partir de los resultados.

Así, los legisladores, en caso de que quisieran proceder contra el presidente, solamente tendrían una opción y sería a través de un juicio político de destitución (impeachment), ya que una acusación legal no se puede llevar a cabo por el llamado “Presidential Privilege” instituido desde los años setenta.

Los demócratas, que ahora tienen mayoría en la Cámara de Representantes, se encuentran en una disyuntiva interna, sobre la decisión de iniciar un proceso de destitución, dadas las evidencias que se encontraron en el reporte de Robert Mueller, particularmente en el tema de la obstrucción de la justicia. Pero, además, contribuye la carta que el propio Mueller le dirigió a Barr reclamándole que las cuatro cuartillas que leyó ante los medios, no representan los resultados del reporte.

En la historia de Estados Unidos ha habido tres casos de destitución. En dos de ellos se llegó a la destitución por parte de la cámara baja, pero no se llegó a relevar del cargo al presidente, debido a que no se confirmó por el Senado. Estos fueron los casos de Andrew Johnson y Bill Clinton. El otro caso es el de Richard Nixon, quien decidió renunciar al cargo, al ver que su caso estaba perdido por todas las evidencias de obstrucción de la justicia y para el cual coincidían las dos cámaras.

Así, la última experiencia en este tipo de procesos fue la de Clinton por mentir bajo juramento. Los republicanos de los años noventa no calcularon que el proceso, en vez de perjudicar la imagen de Clinton, a sabiendas de que el Senado no lo removería del puesto, resultó en una mayor popularidad del presidente. Muy probablemente es lo que los demócratas ahora están tratando de evitar, ya que, por un lado, sería muy improbable que lo removieran del cargo por la mayoría republicana en el Senado y, por el otro, Trump planea reelegirse el próximo año, sostenido por una base social que le sigue siendo muy fiel.

Otra de las consideraciones que tal vez están tomando en cuenta es que, en el remoto caso de que si lo llegaran a relevar del cargo, el que quedaría en su lugar sería el vicepresidente Mike Pence, quien muy probablemente, al terminar el mandato de la administración en las elecciones del próximo año, intentaría elegirse él mismo, apoyado por la base de Trump y por la derecha moral que ha sido renuente para apoyar al presidente actual. En este sentido, se podría considerar que son los demócratas los que están dividiendo a la sociedad y por lo tanto perderían capital político.

Un cálculo estratégico sería que, si los demócratas, desde la Cámara de Representantes, comenzaran el proceso de destitución, le restarían espacio mediático al desarrollo de las campañas de los veintitrés precandidatos que quieren enfrentarse a Trump el próximo año. Se trataría de un juicio político donde el principal protagonista sería el propio presidente y no dejaría espacio para las propuestas preelectorales de los demócratas. La estrategia de invadir todos los ámbitos de discusión es lo que le ha permitido a Trump una publicidad gratis y sin precedentes.

Es por ello que Nancy Pelosi, quien lidera la Cámara de Representantes, ha dicho que pareciera que el presidente se está comportando como si prefiriera que se le iniciara el juicio político. Ya lo hemos visto desafiando al sistema, diciendo que va a demandar al congreso y que no va a permitir que sus allegados acudan a testificar ante el Senado con respecto al reporte Mueller. Como ejemplo, solamente hace unos días, Trump le impidió a Don McGahn, quien fuera asesor legal de la Casa Blanca y que está mencionado constantemente en el reporte, presentarse a declarar ante el Comité de Asuntos Jurídicos del Congreso.

Por otro lado, los demócratas en el Congreso podrían estar apostando a las otras investigaciones que se están llevando a cabo en diferentes cortes federales, principalmente la del sur del estado de Nueva York. Dicha corte está averiguando los negocios de Trump y su familia y ha solicitado que se entreguen las declaraciones de impuestos y estados financieros de los últimos cinco años, para lo cual el presidente amenazó al despacho de contadores para que no lo hiciera. Ahora esa corte está llevando el caso a una corte superior de apelaciones que puede obligar a que se entreguen.

Son muchas las evidencias que tienen los demócratas en el Congreso para proceder con un juicio político de destitución. El resultado ambiguo sobre la “obstrucción de la justicia” en el reporte Mueller, deja la decisión en manos de los congresistas demócratas, lo que se podría convertir en un circo político en un momento electoral tan álgido. Probablemente, muchos de los actores políticos involucrados reconocen que sí hubo obstrucción de la justicia, ya que, además del reporte, están las acusaciones y encarcelamientos de diversos participantes en la campaña de 2016, como Michael Flynn, Paul Manafort, Roger Stone y varios más.

En estos días ha subido la presión política hacia los demócratas, tanto desde grupos de presión, como desde la sociedad misma, para que comiencen el proceso de destitución. Por otro lado, los propios republicanos deben estar conteniendo otro tipo de presión, al calcular sus posibles pérdidas o ganancias de capital político, si se siguen adhiriendo a un presidente que probablemente ha estado obstruyendo la justicia, ya que muchos de ellos intentarán reelegirse el próximo año.

Profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana.

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