Existen realidades que no se pueden ocultar. La verdad es que el deporte en México no forma parte del presupuesto de la media nacional de nuestro país, la práctica de cualquier disciplina deportiva queda fuera por completo del gasto mensual de una familia mexicana promedio. Es un lujo que pocos se pueden dar y que no siempre pueden realizar de forma gratuita.


No sé qué deporte practiquen ustedes; yo, la natación. Debo acudir a un club deportivo del cual soy socia para poder realizar mis entrenamientos; mensualmente pago una cantidad, aparte cubro una cuota extra por poder contar con un entrenador, el cual —no de forma individual— me entrega diariamente un entrenamiento. Hasta ahí llevo ya gastados unos 3 mil pesos; sí, ¡es mucho! Sumemos la indumentaria y equipo que necesito, el cual —por uso— debo renovar cada cuatro meses, por lo menos.


El deporte cuesta, y entre más “profesional” uno quiera ser o lo que quiera aparentar, cuesta más. Este fin de semana fui testigo de cómo niños de entre 4 y 6 años de edad participaban en un Ironkids a bordo de bicicletas que superaban los 5 mil pesos cada una; sí, usted está leyendo bien, y ni se asuste si le cuento que en promedio, un triatleta gasta mínimo 25 mil pesos en equipo para poder entrarle fuerte a una competencia, o que un dobok de taekwondo oscila los 400 pesos, y que cada cambio de cinta cuesta aproximadamente unos 300 pesos.


Si bien existe este minúsculo mundo en el que se gasta por hacer deporte, también hay una fracción a la que el dinero le aqueja; sí, hay otros deportes más populares que no requieren tanto gasto, pero al final, no están a la mano de un hogar que tiene un ingreso mensual de 9 mil pesos, el cual ocupan en 54% en alimento y transporte, dejando el resto para vivienda, salud y vestido. Así viven más de 30 millones de familias. Es urgente que la política social tenga programas y proyectos deportivos incluyentes en la estructura baja de la población nacional.

deportes@eluniversal.com.mx

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