Paradójicamente, las tragedias sacan lo mejor de los mexicanos: nos unen, nos solidarizan, nos fortalecen y refuerzan nuestra identidad. Nada más poderoso que la unión de una sociedad lastimada por un terremoto como el del martes para exigirle a sus políticos que tengan tantita madre y que, al menos por una vez, dejen de hacer proselitismo, dejen atrás su egoísmo y sus privilegios y se pongan verdaderamente del lado de la gente, quienes por décadas los hemos enriquecido con nuestros impuestos y les hemos costeado todos sus excesos: sus viajes de lujo, sus comidas en los mejores restaurantes, sus escoltas, sus seguros médicos, sus mega bonos, sus fiestas, sus asesores para que les hagan el trabajo y hasta sus hobbies, como jugar golf en los clubes más exclusivos, donde a muchos, por cierto, no los quieren.

Cuando hablo de ponerse del lado de los mexicanos no me refiero únicamente a la exigencia de cientos de miles de personas para que los partidos políticos donen la mitad de los más de 7 mil millones de pesos que les asignó el INE para las elecciones de 2018, sino a que se sumen a las acciones de rescate, a que se pongan sus cascos y agarren los picos y las palas; a que se unan a las cadenas humanas, no solo para la foto, como lo hizo el presidente Enrique Peña Nieto y la primera dama Angélica Rivera en en el centro de acopio del Campo Marte, donde incluso calificó a los reporteros de “poco solidarios” por no irse a tomar la foto con él y dejar de hacer su trabajo. Me refiero a que dejen de dar sus “muestras de apoyo” mediante las redes sociales y se fajen en las zonas afectadas; a que dejen de ir a visitarlas con los chalecos y chamarras de sus partidos o movimientos; a que dejen de ir sólo para tomarse la foto, porque los seguirán recibiendo como al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, durante un recorrido en la Ciudad de México: con insultos.

No sé si sean villanos o no los políticos que, explícita o implícitamente, consciente o inconscientemente, han echado mano de esta tragedia para tratar de apuntalar su imagen, sobre todo aquellos a los que les urge mejorarla o quienes ven en esta catástrofe una oportunidad para tomar ventaja en la carrera presidencial hacia el 2018. No sé si sean villanos o no los senadores del PRI, encabezados por Félix González Canto, que en pleno día del terremoto se fueron a cenar al restaurante Rosa Negra de Polanco, valiéndoles madre el sufrimiento de miles de familias. No sé si sean villanos o no los funcionarios públicos y desarrolladores inmobiliarios que autorizaron y/o no supervisaron las construcciones que se derrumbaron tras el latigazo de 7.1 grados que sacudió la Ciudad de México, el Estado de México, Morelos y Puebla; y el de 8.2 grados que impactó los estados de Oaxaca y Chiapas el pasado 7 de septiembre. A los únicos que sí estoy seguro de llamarle villanos es a quienes han aprovechado la desgracia para delinquir y abusar de la solidaridad de los mexicanos. A los otros, a los políticos y funcionarios públicos, la historia y la sociedad los juzgará.

Afortunadamente, en esta tragedia también hay miles de héroes. Todos los rescatistas, profesionales e improvisados; los mexicanos y extranjeros que han donado dinero, comida y herramientas para los afectados; los que han puesto a disposición de los damnificados sus casas, sus medios de transporte y han hecho un esfuerzo sobre humano (son súper héroes) para ayudar en las labores de rescate. La sociedad mexicana ha demostrado una vez más su gran fuerza para sobreponerse a la desgracia.

Reconocimiento también para la iniciativa privada mexicana y extranjera. Para todos los empresarios y directivos que han donado dinero a los damnificados e iniciaron colectas para la reconstrucción; para quienes abrieron sus redes de telecomunicaciones; para quienes cederán lo recaudado en taquillas de partidos de futbol; para quienes pusieron a disposición de los accidentados y fallecidos sus hospitales y sus servicios funerarios; para los retailers que sirvieron de centros de acopio y distribución de alimentos y material de curación; para las constructoras que ayudarán a reparar o rehacer las casas, escuelas e infraestructura caída; para las instituciones financieras que facilitaron sus servicios y que servirán para recolectar los recursos con los que volverá a levantarse, físicamente, parte de México.

Ahí estuvieron, sin buscar la foto, empresarios como Emilio Azcárraga en una cadena humana en el Estadio Azteca; Olegario Vázquez Aldir en sus hospitales Ángeles; el ingeniero Carlos Slim y su fundación, aportando cinco pesos por cada uno depositado; y otros más como Alfredo Harp Helú de la mano de su fundación y de Citibanamex; la fundación Kaluz, de la familia Del Valle; Google, de Sundar Pichai, y Facebook, de Mark Zuckerberg, con sus donativos de un millón de dólares cada uno.

Todo esto y las miles de muestras de apoyo alrededor del mundo dejan claro que somos más los buenos y que ahora que los mexicanos estamos unidos debemos usar esa fuerza para actuar, con todo, en contra de los villanos.


Twitter: @MarioMal
Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

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