Carlos Slim confirmó el lunes lo que muchos empresarios y ciudadanos temen: que la ventaja de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es prácticamente irreversible y que más vale hacerle frente ahora y no esperar, porque después podría ser muy tarde.

El multimillonario mexicano dijo que AMLO no debería meterse en el proyecto del nuevo aeropuerto, porque sólo es un candidato, pero al haberlo confrontado públicamente, como si ya fuera el presidente electo, le dio el beso del Diablo al candidato del partido en el gobierno, José Antonio Meade, quien no sólo no levanta en las encuestas, sino que se rezaga cada vez más.

Como lo publicamos aquí hace un par de semanas, la relación de AMLO con Slim se fracturó hace un año, principalmente por lo que en el equipo del fundador de Morena consideraron una abierta cercanía del magnate con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto y con su actual candidato José Antonio Meade. La confirmación de esta ruptura la gritó a los cuatro vientos Slim en su conferencia del lunes, en la que fue enfático sobre el riesgo que implica AMLO. “Veo un riesgo de que se tomen decisiones equivocadas con el mismo criterio que el del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM)”, dijo.

Las encuestas que ponen a Andrés Manuel López Obrador hasta 20 puntos arriba de su más cercano competidor lo han hecho sentirse y conducirse, arrogantemente, como el nuevo presidente de México. Lo mismo se posiciona sobre la reforma energética, el nuevo aeropuerto y la renegociación del TLCAN, que se planta frente a los dueños de los bancos para decirles que si no reconocen su triunfo (el cual ya cree que tiene en la bolsa) se va a soltar el tigre.

En este sentido, si la estrategia de Slim era enfocar su discurso únicamente en exhibir las bondades económicas del NAIM y no en contravenir las ideas del tabasqueño, quien se empeña en construir dos nuevas pistas en Santa Lucía, no lo logró. Más tardó el dueño del Grupo Carso en despedirse de los periodistas y tomarse una serie de fotos con los planos del nuevo aeropuerto que AMLO en responderle que si para él es un buen negocio, que lo haga con su dinero.

Más aún, si la intención del dueño del Grupo Carso era minimizar su participación como inversionista en la multimillonaria obra, también erró, pues no hay familia con más intereses económicos en el proyecto que los Slim.

Su empresa, Operadora Cicsa, forma parte del consorcio que obtuvo la licitación más grande otorgada por el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM). Se trata del Edificio Terminal, un contrato por 84 mil 828 millones de pesos. También participa en el grupo que está construyendo la pista 3, valuada en 7 mil 359 millones de pesos. Su yerno, Fernando Romero, y el arquitecto británico, Norman Foster, se quedaron a su vez con el contrato por mil 841 millones de pesos para diseñar el aeropuerto. Y por si fuera poco, a través de su Grupo Financiero Inbursa destinó 13 mil millones de pesos para adquirir 43% de los certificados del Fideicomiso especializado en infraestructura (Fibra E) que colocó el GACM en los mercados en marzo pasado.

Por supuesto que Slim y sus empresas tienen todo el derecho de participar en cuanto proyecto de inversión crean conveniente. Y también de salir a defender su dinero (y el de los trabajadores de la Afore que administran) a los medios y, si se requiere, a los tribunales. Así lo han hecho siempre.

Lo interesante del posicionamiento del empresario mexicano es que se atrevió a plantarle cara a AMLO en pleno proceso electoral, a diferencia de muchos otros que sigilosamente comienzan a ejecutar una estrategia alterna, que no solamente incluye apoyar a Ricardo Anaya si José Antonio Meade se mantiene en las mismas, sino empezar a buscarle un destino extranjero a sus inversiones en el país.

Slim, con su aguda visión empresarial, evidenció el lunes que el candidato del partido en el gobierno está tocado y que poco o nada se puede hacer ya para levantarlo.

Posdata. Un asunto que no debería perderse de vista es la única coincidencia que tuvieron Slim y AMLO el lunes: que el modelo de negocio del Nuevo Aeropuerto Internacional de México no fue el adecuado y que debió haberse concesionado a un privado, como se hace en el resto del mundo y como se hizo con los aeropuertos que actualmente administran Asur, OMA y GAP. ¿Será que el plan B del magnate es agrupar en un fideicomiso al resto de los ganadores de las licitaciones y que se le entregue la concesión?

Twitter: @MarioMal Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

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