El mandato del Banco de México es claro y definido: cuidar el poder adquisitivo de la población. Esto es, ver que haya inflación baja y estable.

Las preguntas que se hacen hoy en México son: ¿Quién será el sucesor de Agustín Carstens? ¿Quién cuidará la estabilidad macroeconómica? ¿Quién verá que haya una inflación baja y estable? De una parte sabemos que las decisiones de la junta de gobierno no dependen del gobernador, sino de la opinión y votación de los cinco integrantes de la Junta de Gobierno. Eso en principio debería dar tranquilidad a todos.

Sin embargo, no es del todo cierto que la estabilidad macroeconómica y una inflación baja y estable dependa solo del banco central.

La autonomía, en principio, se puede entender como el que las decisiones que tome la Junta de Gobierno no serán influidas, determinadas o tomadas en función de los intereses del gobierno o de cualquier otro actor para efectos diferentes al cumplimiento del mandato del banco central.

La autonomía es fundamental, necesaria, pero no suficiente. Si los integrantes de la Junta de Gobierno no tienen la visión requerida, conocimiento técnico o no comparten ese espíritu, podrían estar tentados a considerar otras preocupaciones o presiones.

Por lo tanto sí existe una condición adicional para que se cumpla el mandato, que los miembros de la Junta cumplan los requisitos y que quién se incorpore a la Junta cuando el actual gobernador se vaya, entienda de banca central.

Hoy podemos estar tranquilos: la calidad y preparación de los subgobernadores es incuestionable. Requeriremos un quinto integrante con la misma preparación y que se apropie del espíritu del mandato.

Aún así, la estabilidad macroeconómica depende de muchos otros elementos: un déficit en la cuenta corriente razonable y que de preferencia financiado con inversión extranjera directa; que el tipo de cambio sea estable y sí, competitivo, pero no a niveles que puedan causar inflación; una inflación estable y lo más baja posible; que la tasa de interés sea razonablemente baja y que propicie el ahorro tanto como la inversión; que los salarios reales sean los más altos posibles; que las expectativas de inflación y de tipo de cambio sean estables, y que la deuda pública sea sustentable. Esto es estabilidad macroeconómica.

¿Cómo se logra que esto suceda? ¿Quién se encarga? ¿El banco central? Si hay un gasto público excesivo y déficits fiscales altos, habrá efectos negativos en la balanza de pagos, que a su vez presionarán al alza al tipo de cambio, a la tasa de interés y provocará incremento en los costos, lo que se traduce en mayores precios. Este proceso difícilmente puede ser compensado solo con los instrumentos con que cuenta un banco central. Cualquiera que este sea. Ni siquiera nuestro Súper Banco de México.

En política económica, para ser eficaz, hay un instrumento para cada objetivo. Ningún banco central tiene los instrumentos para tantos objetivos, son muchos: balanza de pagos, tipo de cambio, profundización financiera, expansión sana del crédito, empleo, crecimiento, inflación baja y controlada y expectativas positivas.

Si falta disciplina fiscal, el banco no puede solo. El “súper” banco central no existe. No tiene ni las facultades ni instrumentos. Requiere de una política fiscal responsable, que acompañe el esfuerzo.

Ni el Dr. Carstens, ni su sucesor pueden hacerse cargo, solos, de la estabilidad macro cuando esta se descompone por razones fiscales. Se requiere un equipo de tres, lo que, por cierto, es importante para el futuro inmediato: El Presidente de la Republica, el secretario de Hacienda y sí, el gobernador del Banco de México. La estabilidad macroeconómica es responsabilidad de los tres.

Director General del CEESP

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