Podría ser que todo se tratara de una simple teoría conspirativa, una de esas extrañas coincidencias políticas, pero es tanta la precisión en los tiempos que el asunto da para sospechosismos de altos vuelos.

La fiesta del presidente —y del PRI del presidente— duró muy poco, apenas unas horas después de los vítores y “de la unidad”, de la fortaleza y de la promesa del carro completo, el sentimiento de alegría fue invadido por el acre de un escándalo pendiente: Odebrecht y Emilio Lozoya.

En México hubo sobornos por parte de Odebrecht, no es algo nuevo ni mucho menos la excepción a la regla, pasó en al menos once países de latinoamérica, pasó en el mundo entero y la jugada, como siempre, terminó en una investigación de los Estados Unidos que vio afectado su sistema financiero, el Departamento de Justicia es claro cuando dice que: “durante o entre 2001 y 2016, Odebrecht, junto a sus cómplices, consciente y deliberadamente conspiró y acordó con otros proveer corruptamente cientos de millones de dólares en pagos para el beneficio de funcionarios oficiales extranjeros, partidos políticos extranjeros, miembros de partidos políticos extranjeros y candidatos políticos extranjeros para asegurar una indebida ventaja e influenciar a esos funcionarios extranjeros, partidos políticos extranjeros y candidatos políticos extranjeros a fin de obtener y retener negocios en varios países alrededor del mundo”.

El total contabilizado de sobornos, hasta el momento, rebasa los mil millones de dólares, para el caso de México las investigaciones extranjeras, particularmente de Estados Unidos y Brasil, calculan poco más de 10 millones de dólares en sobornos para adquirir licitaciones en construcciones energéticas.

Emilio Lozoya tiene razón cuando afirma que no hay nada contundente que lo vincule a un soborno o dinero mal habido, no lo hay más allá de las declaraciones de tres altos ejecutivos de Odebrecht, quienes hablan en la búsqueda de inmunidad y de convertirse en testigos protegidos, tres voces de gran peso, inquisidoras, conocedoras quizá de las entrañas del departamento de corrupción corporativa más grande de los últimos tiempos.

Pero es cierto, no hay una cuenta, no hay un cheque, no hay un video, no hay un audio, no hay nada donde podamos ver a Emilio Lozoya recibiendo dinero. Hay, en cambio, algo mucho más complejo y peligroso: cuentas de banco plenamente identificadas.

De acuerdo con datos de Mexicanos Unidos Contra la Corrupción, ya desde 2011 la empresa fachada que utilizaba Odebrecht para sobornar, Innovation Research Engineering and Development Ltd, habría depositado casi un millón de dólares a una empresa fantasma en Poza Rica, Veracruz, Blunderbuss Company, S.A. de C.V., vinculada también al caso Duarte.

Lo peor viene en 2012, en plena campaña electoral, cuando más de 4 millones de dólares terminaron en Latin America Asia Capital Holding. ¿Y luego?

Emilio Lozoya quizá sea lo menos importante en esta trama, una pieza de algo mucho más poderoso.

Con todo el reconocimiento y sin menoscabo alguno a los periodistas de investigación del Quinto Elemento Lab, vale la pena preguntarse, ¿quién tiene el poder suficiente para conocer un expediente judicial extranjero y poderlo filtrar a la prensa, a sabiendas de que será una gran bomba?

¿Quién pierde? ¿Quién gana? ¿Quién hace berrinche en el Palacio?

DE COLOFÓN.— Deberían tomar en serio a los gobernadores del norte del país en la negociación del TLC, algo sabrán.

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