México ha reconocido a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela.

México, entonces, valida las violaciones sistemáticas de derechos humanos, acepta las detenciones arbitrarias, los juicios sumarios y los homicidios extrajudiciales de la dictadura, alcahuetea al represor y, claro, desconoce a la Asamblea Nacional del país que fue elegida democráticamente.

Para muchos amantes de la democracia, esta es una decisión que provoca arcadas, que nos embarra de asco y vergüenza.

No caigamos en eufemismos, tenemos una postura muy diferente a la que tiene Europa que, parece, basa su decisión más en factores internos por la presión internacional que podría ejercer Rusia en algunos de sus 28 miembros y por las diferencias con Washington que por el conflicto venezolano en sí mismo.

Con todo, Europa sí reconoce un conflicto que atenta contra la democracia, no manifiesta su respaldo a Maduro pero sí a la Asamblea Nacional, señala además que “la violencia y el uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad son absolutamente inaceptables y no resolverán la crisis. El pueblo de Venezuela tiene derecho de manifestarse de manera pacífica, elegir libremente a sus líderes y decidir su futuro.”

Más claro, la postura mexicana se asemeja mucho más a la de Rusia o Bolivia que a la del resto del planeta, así la apuesta de la Cuarta que se asocia con Uruguay buscando una solución pacífica, sí, pero, al final, termina respaldando al chavismo.

El escudo argumentativo de la Cuarta se basa en la doctrina Estrada que data de 1930, creada en un contexto post revolucionario en la última etapa del caudillismo mexicano; como un dogma se repite la no intervención como un sinónimo de valemadrismo internacional.

Lázaro Cárdenas, uno de los próceres de la Cuarta, entendió muy bien que la doctrina Estrada no era sinónimo de avestruz, el 15 de septiembre de 1937 añadió a la celebración del grito de independencia, desde el balcón central del Zócalo, la consigna ¡Viva la República Española!, una clara condena a Franco que después se materializó en una política de puertas abiertas para los perseguidos de la guerra bajo el exilio español.

Cárdenas fue más allá, recibió a Trotsky plantándole cara a la poderosa Rusia de Stalin, censuró la invasión de Japón a China y ordenó la condena, en la entonces Sociedad de Naciones, al acoso judío por parte de los nazis, por citar tan solo algunos ejemplos de su política exterior.

La doctrina Estrada y el principio de la no intervención no es, de ninguna forma, una patente de corso para volvernos pusilánimes ante el resto del mundo, si el gobierno de López Obrador ha optado por respaldar a Maduro tal vez debería ser mucho más franco en su postura.

A Madero, otro prócer, no le resultó muy positivo aquello de querer quedar bien con Dios y con el Diablo.

De Colofón.— Si la Secretaría de la Función Pública compró las pipas, entonces queda impedida de investigar la transacción, a menos, claro, que ella se investigue a sí misma. El caso de Virgilio Andrade palidece ante el ejemplo.

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