“La vejez se hace fastidiosa tan sólo cuando uno se pone a mirarla” Maurice Chevalier

Adolfo Ruiz Cortines era el presidente más viejo en la historia de México contada después de la Revolución, asumió el cargo en 1952 a los 62 años, su gobierno fue ejemplo de austeridad y honestidad férrea, brutalmente contrastante con las acusaciones de despilfarro y corrupción de su antecesor, Miguel Alemán Valdés.

López Obrador es más viejo, y tal vez hasta más austero, que Ruiz Cortines cuando asumió el cargo, nuestro presidente tiene 65 años pero una vitalidad que parece rebasar a sus más próximos antecesores.

López comienza demasiado temprano con una junta de gobierno para luego dar una conferencia mañanera, a las siete, todos los días, López recorre el país los fines de semana y también entre semana, no descansa, no tiene avión y gran parte de sus recorridos son por tierra. Sí, es un ejemplo de un ciudadano de a pie, de un hombre honesto y con gran amor por México, sin embargo, López también tiene antecedentes de problemas cardíacos y ha trascendido, sin confirmarse nunca, la sugerencia de sus médicos de bajar el ritmo en su agenda por el bien de su salud… y del país.

Doce de los más importantes funcionarios del gabinete presidencial tienen más de sesenta años, el Fiscal General de la Nación, Alejandro Gertz Manero, cumplirá 80 en octubre y, en teoría, dejaría el cargo casi a los 90, inclusive, sobre su persona cayó un rumor fortísimo desde hace unos días en torno a su estado de salud, decían que tendría que renunciar pronto ante la imposibilidad de continuar en el cargo, el rumor fue desmentido ayer por la misma oficina de Gertz Manero.

La edad puede generar la experiencia, madurez y sabiduría tan necesarias para el arte de la política, sin embargo, no es discriminación decir que con los años también aumentan los riesgos para la vida. Existe un debate en el mundo sobre si el estado de salud, incluida la salud mental, de los funcionarios gubernamentales, máxime los de alto nivel, debe o no de hacerse público.

Si se hiciera público a través de algún tipo de certificado médico, habría evidencias más allá de los dichos de los funcionarios, pero también un leve o controlable malestar podría usarse políticamente en contra de cualquiera.

La semana pasada, por ejemplo, se difundió un audio de una conversación privada entre los adversarios políticos del candidato de Morena a Puebla, Miguel Barbosa de 59 años de edad, en donde, con franca grosería, Alejandro Armenta argumentaba que la enfermedad, la diabetes y hasta la ceguera del político no le permitiría terminar con su gobierno antes de morir. Barbosa lo negó rotundamente, presentando como evidencia sus giras y su intenso trabajo en la campaña, aunque al aire me dijo que no someterá a escrutinio público ningún informe sobre su salud.

Tiene razón Andrés Manuel cuando dice que no se pertenece, ni tampoco se pertenecen ya los hombres y mujeres que han decidido darle un servicio a la patria. Ojalá que se cuiden.

De Colofón.- Si regresamos la ley educativa al texto mismo de 2012 no hubo ninguna negociación, ganó la CNTE y ganó por mucho.

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