El más contundente y fascinante estreno de esta semana en Netflix es un documental en cuatro partes que pasan los 180 minutos, que los amantes del thriller y las tramas retorcidas no deben perderse: The true story of America’s Diabolical Bank Heist pone al día el misterio de un extraño robo bancario el 28 de agosto de 2003 en Erie, Pensilvania, perpetrado por un vendedor de pizzas que entró al banco con una bomba colocada en su cuello en un artefacto casero y un bastón escopeta.

Al salir del lugar del atraco con sólo 8 mil dólares, el cándido repartidor de pizzas fue capturado por la policía, que lo esposó y lo vio morir por la ineficacia de la misma, cuando le estalló la bomba y le arrancó parte de la cabeza. La investigación del hecho que se reparte el FBI y las policías locales, es lo mismo increíble como obtusa, y da lugar para las más descabelladas teorías conspiratorias en donde sale a relucir un reparto de miedo involucrado en un misterio que no fue resuelto por años (y aún hoy) no está esclarecido.

Los protagonistas con sus peculiares choques antagónicos, afanes de protagonismo y egos desatados, salen a balcón y también son balconeados en la búsqueda de la mente maestra que concibió el atraco. Detectives, policías, periodistas y muchos de los que fueron actores de la cobertura del robo que desató daños colaterales inimaginables (desde su planeación con instrucciones detalladas para que la bomba no estallara en el cuello de, al parecer, una víctima inocente implicada de último momento), hasta un cadáver (el de James Roden, ex novio de Marjorie, asesinado por ella) que apareció en un frigorífico.

Los actores principales de esta pesadilla típicamente americana, unos muertos y otros en prisión, aún no se la pueden acabar. En busca de la imaginación maestra o el cerebro que urdió el plan esta Marjorie Diehl-Armstrong, una extremadamente inteligente, perversa y manipuladora mujer que pudo haber salido de una película de Hitchcock; su ex novio William Bill Rothstein, sus amigos Floyd Stockton y Kenneth Barnes y hasta una “testigo” de último minuto (Jessica Hoopsick), que trata de limpiar el nombre del “chivo expiatorio”, Brian Wells, y el misterio emergente de su compañero pizzero, Robert Thomas Pinetti, que dejó el mundo en una situación extraña.

El documental de Barbara Schroeder y Trey Borzillieri, se hace dantesco, lúgubre y tenebroso de la vida americana de esta pandilla. El montaje del documental es de los que atrapan hasta al más despistado en tramas de intriga. La documentación a veces se antoja inaudita, por lo que no se explica cómo un caso como éste, que levantó una polémica inusual en medio mundo debido a la muerte del desafortunado portador del collar-bomba, no hubiera habido un cerrojazo al caso cuando al parecer estaban todas las pruebas sobre la mesa.

El estudio de personalidades narcisistas y enfermas de los conspiradores del atraco, las entrevistas reales con muchos de ellos para desentrañar el misterio, el armado de la bomba, la posterior utilización del botín y otras convergencias del caso, según los investigadores complicados en el extraño caso, dejan al espectador con la sensación de varios cabos sueltos, que no fueron lo suficientemente atados. Si a eso se agrega el atenuante de la muchas veces espectral música, se tiene una bien lograda esencia de vacío en un caso complicado de muertes sin resolver y un robo en donde, hasta el último minuto, un protagonista que nunca estuvo muy seguro de morir, se enteró de su participación voluntaria o involuntaria.

pepenavar60@gmail.com

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