En el tenis existen los llamados “errores no forzados” o “no provocados”: aquéllos que comete el propio jugador en su lado de la cancha. Dejar la pelota en la red, colocarla fuera o tocar la bola sin rozar las cuerdas son algunos ejemplos. En el recuento de 200 días de transición y 60 de gobierno habría que preguntarnos cuáles han sido los errores de este tipo; todo gobierno los comete.

¿Un fideicomiso que tenía el loable propósito de apoyar a los damnificados del sismo, pero se hizo sin respetar las mínimas formalidades legales? ¿Un gobierno que cree en la democracia participativa, pero le resta prestigio al organizar dos consultas desaseadas? ¿Una iniciativa de comisiones bancarias, inspirada en buenos propósitos, pero presentada en un momento delicado para las finanzas públicas?

Un buen ejemplo de error no provocado es la reunión que tuvo lugar en Nueva York para generar confianza en Pemex y terminó por arrojar el resultado contrario. Ciertamente, la nota baja que Fitch asignó a Pemex la tarde del martes no es culpa del actual gobierno, es el resultado de años de ordeña del gobierno federal y de mala administración. Aun así, aquella reunión a la que el director financiero de Pemex acudió sin prepararse adecuadamente, con malos números y una presentación llena de errores de sintaxis no ayudó en lo más mínimo. Fitch lo dice en su reporte: “El director financiero no mostró entendimiento de la compañía”.

Algunos errores son muy difíciles de asimilar. ¿Cómo es posible que un gobierno de izquierda, donde una parte importante de su base social y de sus propios cuadros provienen del movimiento estudiantil universitario haya borrado “por accidente” la autonomía universitaria en la iniciativa de reforma educativa?

¿Cómo explicar la serie de despidos arbitrarios e inadecuadamente procesados en oficinas del sector público? ¿Cómo justificar que personal del SAT, en vísperas de Navidad, haya sido retenido en unas instalaciones e impedido de salir de ellas, según la prensa para forzarlos a presentar su renuncia? ¿No es un error de sensibilidad humana que un gobierno de izquierda debería evitar?

¿Y qué decir de la gran cantidad de errores en la Ley de Remuneraciones que lleva ya miles de amparos por haber regulado salarios fuera de lo establecido en la Constitución y por cometer otra serie de descuidos que pueden terminar en su invalidación en la Corte?

El tiempo dirá si la estrategia de combate al robo de hidrocaburos, a pesar de su previsible éxito y de la valentía política para atajar el problema, fue también entorpecida por errores semejantes. Si es que se hizo en el momento adecuado y con las herramientas necesarias.

Ahora, no todos los errores cometidos son igualmente graves. Reparar obsesivamente en ellos puede hacer que perdamos de vista temas más importantes, lo que realmente está en juego. Minimizarlos, sin embargo, sería peligroso. Este tipo de equivocaciones o descuidos serán magnificados por una oposición dedicada a las pifias.

Tener el corazón en el lugar correcto no siempre es suficiente. En el tenis se pierden campeonatos completos y partidos cruciales por los errores no forzados. De la misma manera, la 4T puede perder el bono electoral y la oportunidad histórica de transformar al país.

Quizás los errores se han acumulado porque en política la prisa mata. Porque haber cumplido el mandato electoral de renovar a la clase política también acarrea desventajas. Aún no ha sido posible incorporar el personal con las competencias necesarias, incluso a servidores públicos que sepan hablar el lenguaje técnico al que están acostumbradas las élites económicas y que —nos guste o no— resulta necesario para ofrecerle certidumbre a “los mercados”.

¿Qué hacer ante ello? Quizás algo parecido a lo que haría un tenista: darse más pausa para responder en cada ocasión, estudiar mejor al rival, pensar dos veces en los retos que enfrenta. Pero hay también otra opción, más propia del futbol: cambiar a uno que otro jugador. Los grandes técnicos, como los grandes líderes, saben hacer cambios a tiempo. Para un gobierno que quiere avanzar 12 años en seis, 100 días tal vez sean más que suficientes para tomar esa decisión.

@HernanGomezBHgomez@institutomora.edu.mx

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