La detención de 16 policías municipales de Huixquilucan, Estado de México, en mayo de 2011, reveló a las autoridades que un nuevo líder criminal, identificado como El Compayito o La Mano con Ojos, había heredado la estructura de dos lugartenientes de Arturo Beltrán Leyva recién aprehendidos: La Barbie y El Indio.

No existían registros suyos, sin embargo. No se conocía su nombre. Nadie había visto su rostro. Las declaraciones de los policías de Huixquilucan, y de cinco halcones detenidos, señalaron, pese a todo, que La Mano con Ojos se movía en los municipios de Naucalpan, Atizapán, Cuautitlán, Tultitlán y Huixquilucan, así como en varias delegaciones del sur de la Ciudad de México: Tlalpan entre ellas.

Los indicios disponibles delineaban la sombra de un personaje que solía actuar con violencia inusitada. No tomó mucho tiempo comprobar que era de ese modo. En respuesta por la detención de los municipales que se hallaban bajo su servicio, La Mano con Ojos abandonó las cabezas de cuatro hombres en el toldo y el parabrisas de un BMW.

Luego dejó una cabeza más en el cofre de un taxi. Los policías que realizaron este último hallazgo no podían creer lo que tenían ante la vista. Dentro del taxi estaba, por un lado, el cuerpo del hombre, vestido con un brassiere y una tanga rosa, y en otro, dentro de bolsas, los brazos y las piernas.

Había también una cartulina que señalaba a la víctima como informante del gobierno y acusaba al entonces procurador de justicia del Estado de México, Alfredo Castillo, de haber pactado con un grupo rival “para desarticular la estructura de esta empresa”. Firmaba La Mano con Ojos.

A partir de ese instante cada cuerpo que apareció en el Edomex venía acompañado de una cartulina dirigida a Castillo, y la señal de que todo aquello se trataba de “algo personal”.

El 3 de julio de 2011, día en que se llevó a cabo el proceso electoral en el Estado de México, La Mano con Ojos abandonó otros cinco cadáveres desmembrados, todos con mensajes dirigidos a Castillo.

En la procuraduría mexiquense se integró un grupo especial, formado por 60 hombres. La instrucción era ubicar y detener a La Mano con Ojos antes del cambio de administración.

Esto solo aumentó el misterio que rodeaba al líder criminal. Algunos detenidos hablaban de “alguien que vive en Tlalpan, pero en determinado punto se baja del coche y toma un taxi”.

Un hombre detenido en Izcalli reveló algunos domicilios. No había nadie en ellos, pero la policía encontró varios recibos de Nextel, con direcciones de Tlalpan, Naucalpan, Atizapán y Huixquilucan.

La Mano con Ojos había entablado una guerra a muerte contra José Jorge Balderas, El J.J., narcomenudista del grupo de La Barbie acusado de haber disparado en un bar en contra del futbolista Salvador Cabañas.

El J.J. llevaba unos meses en prisión. Había aceptado ingresar en el programa de testigos protegidos. Policías mexiquenses fueron a verlo. Según documentos de la investigación, al salir de la cárcel los policías sabían que La Mano con Ojos se había criado en Los Mochis e ingresado en la policía municipal.

Sabían que en aquellos años solía juntarse con otros tres policías y que todos ellos se decían “compadres” o “compayitos”. De ahí, y de un programa deportivo de televisión en el que una mano con ojos recibía el nombre de Compayito, surgió el nombre de guerra del hombre que las autoridades andaban buscando: Óscar García Montoya.

Fue cosa de tiempo. Los Nextel estaban siempre apagados. Se iban prendiendo, uno a uno, a lo largo del mes. Una noche le informaron al procurador Castillo que se habían encendido los cinco. Se puso en marcha un operativo que incluyó la entrada en falso en el domicilio del poeta Efraín Bartolomé.

Pero La Mano con Ojos cayó esa noche. Aunque en un primer momento creyó que quien iba por él era La Familia Michoacana, no intentó defenderse pues se hallaba acompañado de su esposa y de su hija. “Ya estoy dado —dijo—, pero a ellas no les hagan nada”.

García Montoya reveló que “la cosa personal” con el procurador Castillo se debía al pago de 400 mil dólares que su organización había entregado a cambio de protección. En el video del interrogatorio, Castillo pregunta a quién se le entregó ese dinero. García admite que no pudo validar que el dinero hubiera sido entregado, porque mató al encargado de llevarlo. “No le pude sacar información porque fue rápida la cuestión y yo no podía tener a una persona de tanto peso ahí conmigo, y lo mandé ejecutar”, dijo.

Al final acepta que “ahorita me doy cuenta que estaba mal”, que se había equivocado con Castillo. Lo que es innegable es que el horror de ese tiempo provino de un dinero que alguien se robó.

Algunos cómplices de La Mano con Ojos recibieron entre 80 y 720 años de cárcel. Sin embargo, una parte de su organización quedó intacta. De ahí vino Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos. Con gente como él se formó el Cártel de Tláhuac.

Gente así sigue manejando la droga que se vende en la ciudad.

@hdemauleondemauleon@hotmail.com

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