Releí Los días del presidente Cárdenas de Luis González y González (1981), volumen 15 de la serie que él mismo coordinó en El Colegio de México, la Historia de la Revolución Mexicana. Es difícil no leerlo pensando en que López Obrador proclama emular a Cárdenas y por eso figura en su santoral con Juárez y Madero.

Las razones de esa fe abundan en el libro y suscitan una sensación, más que de coincidencias, de eterno retorno a aquel sexenio legendario que, a su vez (a fin de cuentas Lázaro) resucitaba a la Revolución. Anoto sólo unos ejemplos:

Cárdenas anuncia que “se suprimió el Estado Mayor Presidencial” y que se muda a una “sencilla residencia” en Los Pinos
porque “determiné no vivir en el Castillo de Chapultepec” y así “acortar la distancia con el pueblo”.

—Trabaja dieciséis horas diarias en el combate “al capitalismo, a la escuela liberal capitalista, que ignora la dignidad humana de los trabajadores”.

El presidente como medida moral: todo debe medirse con “la actitud moral de los hombres del Poder”. Hay que lograr la “eliminación radical de los profesionistas dogmáticos”, los malos cuadros que “están entorpeciendo la cultura de las masas”.

—Cuando echó fuera a Calles, los legisladores, jueces y gobernadores callistas se pasaron de su lado. Los perdonó y decretó que el presidente es “el único responsable de la marcha política y social de la nación” y que “una sola fuerza política debe sobresalir: la del Presidente de la República”. (La síntesis de don Luis: Cárdenas “afirmó el presidencialismo mexicano”; es el escultor de “una figura que lo puede casi todo, de una persona con facultades ilimitadas, del Señor del Gran Poder”.

—La misión del presidente es propiciar “la liberación espiritual, desarrollando la cultura revolucionaria” y la “verdadera democracia”, puesto que “no puede existir democracia política mientras no se imponga la democracia económica”. “La democracia en los estados capitalistas sólo será teórica. Siempre influirá el más fuerte”.

—Se enoja con los diputados que votan darse un sobresueldo pues eso da “impresión de inmoralidad” (la iniciativa era de un diputado Manlio Fabio Altamirano).

—Hay que educar al niño mexicano inculcándole “la ideología de la Revolución Mexicana; prepararlo para el trabajo colectivizado” y el rechazo al “sistema individualista”.

—Ordena que en el presupuesto haya partidas “para alimentar a los niños pobres”, “asilar a los pordioseros” y crear el Banco del Trabajo para “reducir a los desocupados”.

—Solamente “viviendo junto a las necesidades y angustias del pueblo se encontrará el camino para remediarlas”. De ahí las frecuentes giras y la orden de que, durante una hora diaria, por radio o telégrafo, “me dirijan los ciudadanos o las agrupaciones sus quejas, sus necesidades, sus conflictos”. (Apunta don Luis que Cárdenas era al mismo tiempo “oidor itinerante, ministro de Estado, director general, jefe de mesa, empleado de ventanilla, juez de la máxima instancia y juez de paz, senador y diputado, gobernador y presidente municipal”.)

—La riqueza del subsuelo no sale a la superficie porque está en manos de los extranjeros; la agricultura es desastrosa porque está “en manos mexicanas”; la industria es “pobre, empírica y desordenada” y el comercio lento. Debe ser el gobierno el que resuelva “las necesidades que no pudo ni quiso atender la iniciativa privada”.

—Ordena construir un ferrocarril por Campeche y Chiapas.

—Propone unir a los obreros en un “Frente Único de los Trabajadores” para acabar con los pleitos sindicales y procurar “la elevación económica social y política de
las masas trabajadoras hasta conseguir la máxima igualdad posible entre explotados y explotadores”.

—Ordena la forestación del Lago de Texcoco para evitar “las tolvaneras que vienen dañando a los habitantes de la capital”.

—Hay que cuidarse de la prensa mala. En 1961 propone reunir “hombres de ciencia y patriotas de reconocida solvencia moral” –pero “ninguno capitalista”— en un Consejo “para sacar a México del control informativo de un grupo de particulares que especulan con falsas informaciones que deforman la conducta de patriotas mexicanos”.

—Su lema preferido es: “O todos parejos o todos chipotudos”.

Y así sucesivamente. En 1939, en el ocaso de su mandato, reflexionó: “El pueblo con sus necesidades hizo a los caudillos, ¿correspondieron?”

Pues ya se verá…

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