El presidente López Obrador afirmó que deseaba ser “el mejor presidente de la historia de México” y que no nos iba a fallar… Yo me sumo a esa noble causa, la del rescate de la nación, con cuanto tengo y soy, para ayudarlo a materializar sus fundados objetivos de bienestar y progreso nacionales. Este país poderoso y creativo, lleno de energía, no se nos puede escapar como arena fina entre los dedos de la mano, ni podemos desperdiciar tanto talento ni volver a decepcionar, una vez más, a 50 millones de mexicanos sepultados en la pobreza, en realidad, 50 millones de mechas prendidas que corren apresuradas lanzando chispas a diestra y siniestra, hacia un barril de pólvora seca llamado “Revolución Mexicana”. ¿Qué seguiría, de fracasar López Obrador?

Desgraciadamente, las decisiones tomadas durante este interminable interregno que va de julio a diciembre, han producido una tremenda frustración y desilusión y creado un ambiente de crispación e incertidumbre, en lugar de una atmósfera de contagioso optimismo para construir el país que creemos merecernos. Veamos:

En lugar de continuar con la construcción de un gran aeropuerto internacional, un gigantesco Hub, un magnético centro de conectividad mundial, llamado a estimular el crecimiento económico del país con decenas de millones de pasajeros y más millones de carga, el proyecto se cancelará con una “consulta” espuria, apartada de la ley, se desperdiciarán miles de millones de pesos con razones “estúpidas”, según el Financial Times, para edificar un aeropuerto inútil condenado por las autoridades aeronáuticas internacionales que no avalarán el aterrizaje de la aviación comercial mundial en Santa Lucía. Un suicidio. En lugar de avanzar, se atrasará el país. Si el barco estaba lleno de ratas, fumiguémoslas, pero no hundamos el barco.

En lugar de aceptar la petición de la sociedad para nombrar a un fiscal anticorrupción autónomo y empezar a construir un Estado de Derecho, se impondrá, con sospechosos oídos sordos, a un fiscal carnal que no garantizará el sometimiento indiscriminado a la ley, porque ésta se seguirá aplicando de acuerdo con los estados de ánimo e intereses del presidente.

En lugar de reconciliar al país con los mexicanos tomados de la mano para alcanzar el bienestar común, nos arrancamos las viejas costras y nos dividimos entre buenos y malos, chairos y pirrurris, ricos y pobres. ¿Así se combate la desigualdad? Cuando los malos, los fifís y los pirruris (como quiera que se definan estas especies sociales), huyeron de Cuba y de Venezuela, se acabaron esos países.

En lugar de proyectar a México como el país de la oportunidad, se ahuyentan los capitales nacionales y extranjeros, se deprecia el peso, se desploma la bolsa, se lastima a los ahorradores, se cancelan decenas de miles de empleos, se desploman los precios de las acciones de las empresas mexicanas en el extranjero y se desprestigia la colosal marca México.

En lugar de diseñar un plan novedoso de seguridad nacional, con arreglo a una ingeniería financiera para detectar el dinero de los capos y expropiárselos, se militariza el país repitiéndose los procedimientos fracasados de Calderón y de Peña Nieto. En lugar de purgar de vicios a la reforma educativa, ésta se derogará, se perdonará a los maestros reacios a la capacitación y a la evaluación y se excarcelarán a los “defensores de la ignorancia” que atentaron violentamente en contra del patrimonio público. En lugar de construir un país moderno, se funda el Instituto de Formación Política, una organización dedicada a la difusión encubierta de ideas marxistas sacadas del bote de la basura. En lugar de rescatar al sureste mexicano del atraso invirtiendo miles de millones de pesos en el descubrimiento de sitios arqueológicos con su debida infraestructura para atraer al turismo mundial, se propone un “tren maya”, que nacerá quebrado por una previsible falta de aforo. En lugar de un plan para atraer capitales petroleros, éstos huyen en busca de horizontes seguros.

En lugar de construir una refinería de miles de millones de dólares a inaugurar en 5 años, se ignora que, en el mismo plazo, la mayor parte de la planta automotriz será eléctrica y que en Estados Unidos se encuentran gangas para refinar petróleo. En lugar de crear empleos, se regalará dinero como parte de un proyecto clientelista camuflado de asistencialismo para asegurar votos en el futuro. En lugar de cuidar a la alta burocracia creativa y trabajadora, se va a prescindir de ella reduciendo los sueldos y desperdiciando largos años de capacitación. El aumento de la corrupción y de la ineficiencia del sector público son previsibles.

En lugar de generalizar el IVA en alimentos y medicinas, eso sí, con subsidios para las clases más necesitadas, se propone que cada ciudadano tribute de acuerdo con su conciencia, o sea, la ruina del erario. En lugar de proceder a juzgar a la “mafia del poder”, se le perdona. En lugar de estimular el esfuerzo del sector estudiantil, se promueve el “pase automático” y se fomenta la existencia de fósiles. En lugar de fortalecer a la Federación, se crean misteriosos delegados, procónsules, para centralizar el poder político y administrar de “otra forma” las participaciones fiscales. Varios estados podrían amenazar con romper el pacto federal y con ello, propiciar la destrucción del país.

En lugar de privilegiar la capacidad y la experiencia en el gabinete, se prefiere misteriosamente la lealtad y se ignora el profesionalismo con todas sus inmensas ventajas. En lugar de que Pemex continúe exportando crudo para amortizar sus pasivos, se propone cancelar las exportaciones de la paraestatal para precipitarla en la insolvencia. En cambio, la SHCP debe instrumentar una verdadera reforma fiscal sin succionar los ingresos de la petrolera para financiar el gasto corriente. En lugar de estimular el fracking, y de promover sus ventajas, niega la tecnología de vanguardia. Resulta más conveniente acelerar las rondas petroleras.

El mejor presidente de la historia de México no puede comenzar por ser el peor presidente electo que se haya conocido desde la independencia de este país.

¿Todo al revés? No, por favor, no…

Twitter: @fmartinmoreno

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