He regresado a la ciudad de Chicago, luego de haber estado allí en 2013. Ahora, en este abril de 2019, volví muy bien acompañado y la corta estancia resultó una experiencia única, excepcional. Hacía un estimulante frío primaveral y uno de los días de nuestra visita el último ramalazo del invierno nos obsequió con una nevada, acompañada de un viento tremendo.

El espectáculo del lago Michigan nos envolvió desde el principio. Llegamos al inmenso cuerpo de agua caminando alternadamente por las calles paralelas Ohio y Grand. Es un mar interior, desde luego, por su enorme tamaño. El primer día fuimos a visitarlo y paseamos por la playa, emocionados; en otro momento subimos al mirador (piso 96) del edificio Hancock para ver la inmensidad lacustre desde alturas de vértigo. En el lago se originan los principales elementos del clima de Chicago.

Fuimos dos veces, cómo no, al Art Institute; conocimos la legendaria Poetry Foundation y la universidad vicentina DePaul; estuvimos una mañana en el Instituto Cervantes, y en plan francamente hedonista recorrimos tres veces Eataly, el extraordinario lugar de comida italiana en la calle Ohio. Otra clase de hedonismo nos llevó a la librería Powell’s, dentro del barrio universitario de Hyde Park, en las inmediaciones de la Universidad de Chicago. Todo ello fue dándole forma y sustancia a un paseo formidable por donde se le vea.

Lo más emocionante fue conocer a las organizadoras del festival Poesía en Abril: Moira Pujols y Juana Goergen, directora de la revista Contratiempo y profesora de DePaul, respectivamente. Ellas fueron nuestras guías, nuestras luces en este abril poético. Desde luego, conocimos a varios poetas. ¿Nombres? Solamente mencionaré a unos cuantos, aunque todos fueron memorables; he aquí a cinco de ellos: el guatemalteco Wingston González, el español Álvaro Hernando, la peruana Roxana Crisólogo, la colombiana Lina Aguirre, la española Maripaz Moreno.

A veces uno sale del país para encontrarse con él. Uno de los descubrimientos más felices de este viaje fue el de dos trovadores y poetas mexicanos: Victoria Cuacuas y Vincent Velázquez. Son realmente extraordinarios.

Conocer la Poetry Foundation, el edificio magnífico de la sede, fue especialmente significativo para mí. Allí leímos poemas Juanita Goergen, Verónica Murguía y yo, en una velada inolvidable.

En el vestíbulo del edificio de la Poetry Foundation hay una imagen amplificada del rostro de Harriet Monroe, la animadora, durante varios años, de la revista Poetry, publicación cardinal de lo que conocemos como “el movimiento moderno” en la literatura de lengua inglesa; a Harriet Monroe se debe, poco más o menos, el descubrimiento o las primeras publicaciones de Carl Sandburg, William Carlos Williams, T. S. Eliot, Ezra Pound y muchos otros. Figura modesta y emprendedora, representa viva y enérgicamente la tradición más esclarecida de la cultura de los Estados Unidos.

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