La carta es penosa por el uso excesivo de la grandilocuencia, en parte el renunciante utiliza un lenguaje ampuloso, propio de los oradores de concurso y útil para el trabajo en la tribuna parlamentaria, pero poco efectivo en el administrador de instituciones como lo es el Director General del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Germán Martínez acusa a “algunos funcionarios de Hacienda”, no precisa arteramente, de detener su imaginario gran proyecto de transformación del IMSS, que no conocimos en seis meses que estuvo en el cargo. Afirma que Hacienda quiere sólo una “remodelación cosmética” debido a que se quiere anular a los delegados. El renunciante olvida que él aprobó, junto con sus compañeros en la Cámara, las reformas al artículo 17 Bis de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal (LOAPF) vigente y que determinó, la sustitución de las delegaciones por oficinas de representación. Lo que denuncia es la consecuencia de la Ley que él aprobó.

También se duele que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) lleva a cabo un control de gasto en el IMSS invadiendo la autonomía del organismo y afectando la solidaridad del Instituto, pero nuevamente le falla la memoria y no recuerda que en la Ley mencionada, en los artículos 20 y 31 fr. XXII, se eliminaron las oficialías mayores o unidades equivalentes en las entidades y se crearon las Unidades de Administración y Finanzas, cuyos titulares son nombrados por el Secretario de Hacienda y la oficialía mayor de esa dependencia es la responsable de establecer el modelo organizacional.

Si el renunciante participó en la aprobación del marco jurídico, que dispone la consolidación de las compras conducidas por Hacienda, resulta vergonzosa su queja. El alegato de que el IMSS es un órgano fiscal autónomo y tiene una ley especial es improcedente en las nuevas circunstancias que él validó con su voto en el Senado. En su momento, guardó silencio.

Respecto a las condiciones en que recibió el IMSS, todos los especialistas en seguridad social conocemos que, en los últimos años, hubo un aplazamiento sistemático de la resolución de fondo de los problemas estructurales de la institución. Si el renunciante no lo sabía, que pena que haya aceptado el cargo y si lo “descubrió” en la dirección general que cobardía no quedarse a enfrentar las circunstancias alegando puras peteneras.

Además, su discurso es anacrónico. La evasión en el pago de cuotas –que calificó de huachicoleo- no se soluciona con la persecución de patrones o la eliminación de la tercerización de los servicios (outsourcing).

La universalidad de la salud, que pretende defender con su renuncia, consiste en la atención gratuita a toda la población y requiere la separación del IMSS en dos entidades: una de salud y otra de pensiones, así como la eliminación de las cuotas obrero-patronales para sustituir por otra fuente de financiamiento. No comprendió que en el esquema actual el Instituto Nacional de la Salud para el Bienestar atenderá a población no asegurada y el IMSS sólo a población asegurada y en su renuncia confunde ambos grupos. Esta mixtura la utiliza para acusar injustamente de antisolidarios a los funcionarios de Hacienda y del IMSS.

La acusación indirecta al Presidente de tolerar neoliberales es ridícula. Primero, identifica a los recortes de personal y la austeridad republicana con el neoliberalismo, cuando sólo son estrategias presupuestales-administrativas, en mi opinión equivocadas, pero que no exclusivas de un tipo de pensamiento político como lo afirma el renunciante. En este punto, se dispara al pie, ya que él fue uno de los principales promotores de las políticas de desregulación administrativa e impulso de la participación privada en el sector energético, que si se identifican con el neoliberalismo.

La invitación a una revolución cultural es maoísta y es una regresión autoritaria que es penosa en quien se define como demócrata y la queja de que la 4T se reduce a cambios burocráticos es miope e inoportuna, ya que la línea de acción estaba marcada con claridad antes del 1 de diciembre y esto no lo detuvo para aceptar el cargo al que hoy renuncia.

Los rezagos en el IMSS de los últimos seis meses son su responsabilidad y lamentablemente con la carta renuncia quiere endosarlos a “algunos funcionarios”. El ejercicio de la función pública requiere conocimientos técnicos, que no tiene el renunciante, como lo demostró en sus entrevistas que no podía explicar siendo abogado la diferencia entre cuotas omitidas y capitales constitutivos. También es corrupción aceptar un cargo para el que no se encuentra preparado.

La relación de oficios es más burocrática, la supuesta actitud burocrática de Hacienda. Este intento de “exhibir” la indolencia de los funcionarios y su rabieta por la cancelación de la entrevista con el Secretario de Hacienda son patéticos.

La relatoría de hechos como la cantidad de litigios exorbitante, las condiciones de atención inadecuadas, el hacinamiento en urgencias, el desabasto crónico, las características inconvenientes del modelo de cobertura, entre otros, es conocida por quienes estamos comprometidos con la seguridad social. Los retos ya estaban en diciembre del 2018 y Germán Martínez simplemente no pudo enfrentarlos. La carta es una lista de excusas.

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I
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