El primero de diciembre, primer día del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sucedieron, entre otros, los siguientes hechos:

• Cinco personas fueron acribilladas en un bar de Ciudad Juárez. A esto, hay que sumarle cinco homicidios más ocurridos en esa urbe fronteriza en el día.

• Seis personas murieron a tiros en un departamento en Guadalajara.

• En el municipio de Yanga, Veracruz, se encontraron los cuerpos descuartizados de tres personas.

• En el Estado de México, dos personas fueron asesinadas en Nicolás Romero y dos más en Tultitlán.

• En Tijuana, tres hombres fueron ejecutados con arma de fuego en el transcurso de dos horas.

• En Michoacán, los cadáveres de un hombre y una mujer fueron arrojados en un terreno agrícola del municipio de Zinapécuaro.

Esto no es más que un recuento parcial de un día habitual. Con toda probabilidad, se cometieron unos 90 a 100 homicidios en el día (por allí anda el promedio). Y el homicidio no es más que una de muchas manifestaciones de violencia. Habría que añadirle el secuestro, la extorsión, el robo, etc. Todo eso se acumula a montones por día.

¿Cómo va a procesar todo eso el nuevo gobierno? El presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado que tendrá una reunión diaria de una hora con su gabinete de seguridad, en la cual recibirá un parte de los acontecimientos más relevantes de las últimas 24 horas.

¿Qué información podría contener ese parte? ¿Un listado de hechos como el que acabo de presentar? ¿O algunas estadísticas y mapas? ¿Tal vez alguna combinación de tendencias con hechos concretos? ¿Y sólo va a querer la información en bruto o va a exigir también algún tipo de explicación? Si es lo segundo, ¿va a haber alguien en el gabinete que le pueda dar una explicación que vaya más allá de generalidades (cosas como “se están disputando la plaza”)?

Esto último lo digo sin ningún afán despectivo: no estoy muy seguro que el titular de Sedena o su colega de Semar o el Secretario de Seguridad o el encargado de despacho de la PGR sepan, a horas de cometido, las causas de un multihomicidio como el que ocurrió en Guadalajara el sábado.

Pero, además, ¿qué haría el Presidente con la información? ¿Qué instrucciones giraría? ¿A quién? En principio, se trataría de un asunto del fuero común. Para la hora de la reunión, el asunto probablemente ya lo traería la procuraduría estatal ¿Pediría el Presidente que se atrajera al ámbito federal? ¿Tratarían de girar órdenes a las autoridades del estado por el intermedio de los ahora consejos estatales de seguridad? ¿Y si no hacen caso? ¿Se les sancionaría de algún modo?

¿O tal vez sólo se ordenaría despliegue adicional? A lo mejor, pero hay límites: movilizar tropa tiene su dificultad. Toma tiempo. Y además eso significaría estar persiguiendo la pelota a diario y generando potencialmente incentivos perversos: si la respuesta ante un incidente de alto impacto es más despliegue federal, los grupos criminales pueden tener un acicate para “calentar la plaza” de los rivales.

Dado esto, tal vez fuese mejor que, salvo excepciones, solo le presentasen reportes de tendencia al Presidente de la República. Pero si ese es el caso, ¿para qué tener reuniones diarias? Las gráficas van a ser como de electrocardiograma. Van a acabar confundiendo el ruido con la señal, como le pasa a una persona a dieta que se pesa a diario.

En conclusión, lo de las reuniones diarias con el gabinete de seguridad es útil como mensaje político (el presidente está encima del problema), pero es mala práctica gerencial. Va a desgastar al equipo y conducir a decisiones apresuradas.

Entonces, señor Presidente, no tenga reuniones diarias. Menos a las seis de la mañana. No se necesita y nadie en sus cabales lo pide.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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