En su conferencia mañanera de ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió a la Iniciativa Mérida, el programa de cooperación que ha regido la relación en materia de seguridad entre México y Estados Unidos desde 2007: “Lo de la Iniciativa Mérida queremos que se reoriente por completo, porque eso no ha funcionado. No queremos que haya cooperación para el uso de la fuerza, queremos que haya cooperación para el desarrollo, no queremos la llamada Iniciativa Mérida. La propuesta que estamos haciendo es la del Plan de Desarrollo para el sureste y los países centroamericanos.”

Hay mucho que desempacar en esa declaración. Vamos por partes:

1. La Iniciativa Mérida nunca involucró grandes cantidades de recursos. De 2007 a la fecha, se han desembolsado aproximadamente 3 mil millones de dólares. Pero la mitad de esa cantidad se entregó entre 2007 y 2011. En los últimos ocho años, los montos han ido disminuyendo gradualmente: en el año fiscal 2019, se dedicaron 145 millones de dólares para la Iniciativa y para el año fiscal 2020, la administración Trump solicitó al Congreso estadounidense 76.3 millones de dólares.

2. En la fase temprana de la Iniciativa, una parte sustancial de la asistencia se utilizó en efecto para la adquisición de equipo militar: por ejemplo, la Marina recibió cuatro aeronaves de vigilancia marítima, valuadas en 50 millones de dólares cada una. Pero en los últimos ocho años, los fondos se han reorientado crecientemente hacia el fortalecimiento de instituciones civiles. Por ejemplo, se han dedicado algo menos de 400 millones de dólares para apoyo en la transición al sistema penal acusatorio.

3. La Iniciativa Mérida ha tenido desde 2011 un componente social. En los últimos ocho años, se han dedicado algo más de 100 millones de dólares a programas de prevención social del delito. No es mucho, pero no es nada.

4. La asistencia económica nunca fue el tema central de la Iniciativa Mérida. Era, desde la perspectiva mexicana, una manera de lograr que Estados Unidos aceptara su corresponsabilidad en el problema de la delincuencia organizada en México. Era también un mecanismo para institucionalizar la cooperación en materia de seguridad entre los dos países. En ese sentido, algunos de los componentes más importantes de la Iniciativa no tenían expresión presupuestal: por ejemplo, la Iniciativa facilitó el intercambio de inteligencia entre instituciones mexicanas y estadounidenses.

5. La Iniciativa Mérida tiene problemas inocultables. Uno crucial es la falta de métricas precisas para medir el avance de la cooperación ¿El éxito o fracaso de la Iniciativa depende de los niveles de violencia en México? ¿De indicadores relacionados al combate al narcotráfico (decomisos, detenciones, extradiciones, etc.)? ¿De métricas de desarrollo institucional (número de jueces entrenados en el sistema penal acusatorio, número de policías capacitados, etc.)? A nadie le ha quedado claro.

6. El presidente López Obrador quiere financiamiento estadounidense para el desarrollo de la región Sur-Sureste. Pero, dadas las restricciones políticas del país vecino, difícilmente va a obtener ese tipo de asistencia sin algún componente en materia de seguridad. Es decir, para el tipo de cooperación que desea, probablemente necesite algo como Mérida, aunque ya no se llame Mérida.

En conclusión, si el presidente quiere reorientar la cooperación con Estados Unidos, tal vez le convendría más construir sobre la Iniciativa Mérida que descartarla. Hay, por supuesto, que rediseñar el programa y repensar sus objetivos. Pero tirar por la borda doce años de aprendizaje institucional no parece la mejor manera de lidiar con el vecino.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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