Constantemente, soy perseguido y alcanzado por las memorias del pasado. El otro día, al ver a Gerardo Tata Martino en conferencia de prensa, recordé a mi abuelo; se llamaba César. Ante el “abue César”, todos sucumbían, hasta los más rebeldes en la familia. Lleno de canas, era un excelente aglutinador. No sólo sabía poner mano dura cuando hacía falta, también consentía, lo indispensable para ser un excelente Tata.

Por lo que investigué, el apodo de Gerardo Martino no es en este sentido. Al escuchar Tata , estoy seguro de que cualquiera asocia una figura con la sabiduría reflejada de un abuelo, porque —finalmente— se convierte en una figura paterna, un líder, un ogro, pero también en un “apapachador”. Esa autoridad que logra controlar a los rebeldes para ponerlos a jugar en el mismo campo en beneficio del equipo, pasando de lo individual a o colectivo; al igual que el abuelo, capaz de reunir a las ovejas más descarriadas para seguir siendo una familia.

Un hombre que transmite tranquilidad, esa que debe tener, porque requiere pensar dentro y fuera de la cancha. Por ejemplo, cómo reaccionar cuando le llegan los mensajes de las ovejas descarriadas que no acudieron a Copa Oro y que de repente se asoman para regresar. ¿Cuál será su postura?, ¿mano dura?, ¿les cerrará las puertas? Seguramente sí, porque ha demostrado ser coherente en lo que hace, en lo que transmite y se nota en el terreno de juego, aunque cada caso lo evaluará por separado.

Algo más en qué pensar fuera del rectángulo verde es la ausencia de los directivos que lo sedujeron y ya no estarán más. Se fue Dennis te Kloese ; cuando termine el torneo, seguirá Guillermo Cantú. ¿Cómo continuar el camino sin la gente que apostó por él? Conociendo al director técnico sudamericano, no tendrá problema y se acoplará a las circunstancias, así como ha ido modificando con su equipo —sobre la marcha— por las lesiones o ausencias.

Un Tata muy concentrado en la cancha, ya pensando en el siguiente juego contra Costa Rica. Nunca plantea los partidos con base en su rival, la preocupación pasa por el funcionamiento del equipo. Por lo pronto, a pensar en lo futbolístico, pero tendrá que respirar profundo para resolver varias preguntas en el futuro inmediato del Tricolor.

Estoy seguro de que, con esa sabiduría de abuelo, sabrá resolver las interrogantes venideras. Ya de entrada, con el apodo que tiene, el técnico la Selección Mexicana va ganando. La inteligencia emocional que ha demostrado nos puede dejar tranquilos de que no tomará ninguna decisión guiado por una molestia, sino —como los abuelos— va a recurrir a la experiencia que sólo dan los años.

futbol@eluniversal.com.mx

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