Texto: Nayeli Reyes
Fotografías: Juan Boites y Gabriela García

—No vaya sola, señorita— dijo un trabajador del cementerio— está muy solo y a veces allá bajan a drogarse, además hay muchos perros, ahorita tenemos como 30 perros callejeros.

Entre más se avanza hacia el fondo del Panteón Civil de Dolores más anónimas son las tumbas, los caminos se vuelven de pavimento parchado, luego sólo tierra; las cruces se transforman en letreros cuadrados, no hay nombres, ni siquiera sílabas, "L1 F6", para ubicar a quienes están debajo de la tierra. Justo al final del camino no parece haber nada más que láminas, pero el olor frena los pasos, son las fosas comunes aún abiertas, en espera de sus próximos habitantes.   
 

Pero una vez que se desciende a la zona de las fosas no hay nada, nadie, más que un gato blanco y negro que observa receloso a los visitantes y luego sigue su camino, rumbo a la barranca, sólo se escuchan las cigarras. La quietud se interrumpe por el de los aviones y a lo lejos se escucha el trabajo del personal de la delegación, que dejará listo el cementerio para los vivos que lo visitarán el Día de Muertos.

A medio camino, en el suelo, hay una lápida partida por la mitad que describe el escenario de los que ahí viven: “Descanse en…”. Al lado de un agujero apenas cubierto por láminas alguien dejó unas flores artificiales, para los muertos tan anónimos como las personas que fallecieron por los sismos del 85 y tienen una fosa especial, una rotonda sin placa para los muertos ilustres por la desgracia.

Edmundo Takajashi, director general del Instituto de Ciencias Forenses (Incifo), dice que a la fosa común del Panteón Civil Dolores envían a las personas que fallecen en calidad de desconocidas o no identificadas, o bien, a quienes pueden tener un nombre pero no es seguro que éste sea correcto porque no son reclamados.

Los muertos que nadie visita
Los muertos que nadie visita

Edmundo Takajashi, director del Incifo, antes llamado Servicio Médico Forense.

“En ocasiones puede localizarse un cuerpo sin vida, con identificaciones, que coincida la fotografía con sus rasgos fisionómicos pero que no estamos nosotros ciertos que sea la misma persona que dice en esa credencial…tenemos que echar a andar métodos de identificación para poder hacer este tipo de aseveraciones”, señala.

En la zona de fosas múltiples, el Incifo tiene un registro preciso desde el 2008, aproximadamente, “antes de esa fecha hay registro, pero no con la exactitud que tenemos actualmente”, dice Takajashi. De acuerdo con datos del Instituto, del 2010 al 2016 se enviaron dos mil 881 personas a la fosa común, de los cuales mil 440 sirvieron para investigación y docencia en escuelas de medicina.

Los cadáveres ingresan al Incifo para que se investiguen sus causas de fallecimiento, pues hay carpetas de investigación abiertas por sus muertes; su número de expediente se vuelve el único nombre por el que serán llamados, permanecen en el instituto hasta cuatro semanas, a veces más, algunos se llevan a las escuelas de medicina para fines de investigación y docencia, otros se van directo al sepulcro.

Takajashi explica que todos los cadáveres de personas desconocidas terminarán en la fosa común antes de un año. Ha sucedido que los cuerpos son identificados mientras están en las escuelas, lo cual no es que sea bueno, precisa, pero permite que el cuerpo esté en mejores condiciones que si estuviera en la tierra, por la preparación química a la que se les somete.

La fosa múltiple del Panteón Civil de Dolores es el destino de todos los chilangos que llegan al Incifo, es a la única a la que envía cuerpos, esto con el objetivo de tener un mayor control. Se vuelven cuerpos de nadie, no se consideran propiedad de ninguna institución, sin embargo, permanecen bajo el resguardo de las autoridades del cementerio.

Esta fosa no es precisamente un lugar de eterno descanso, el Reglamento de la Ley General de Salud establece que los cuerpos de personas desconocidas inhumadas en este sitio permanecerán como mínimo seis años, en caso de tener más de 15 años de edad al momento de fallecer, o cinco años para las personas debajo de este rango.

Los muertos que nadie visita
Los muertos que nadie visita

Fosa múltiple aún abierta, alguien dejó una flor para los muertos anónimos.

Transcurrida esta temporalidad se le llaman restos humanos áridos, los cuales, explica Takajashi, son exhumados de la fosa común y se mantienen en contenedores especiales, por si en su momento alguien los reclama. Estos restos ya no son responsabilidad del Incifo, sino de las autoridades de la Ciudad de México.

La Ley de panteones estipula que si estos restos áridos exhumados no son reclamados serán colocados en estas bolsas e introducidos al pie de la fosa. Difícilmente alguien los reclama en esta circunstancia.

Si se identifica a una persona que ya está en la fosa sí es posible recuperarla, cuando la búsqueda de alguien lleva a los deudos al Incifo se les solicita en una entrevista que describan los rasgos de quien buscan, los datos se cotejan con los de los cadáveres que ingresaron, si hay alguna coincidencia se corrobora por diversos métodos, como la genética, para tener la seguridad de que se trata de la misma persona.

Una vez que el Incifo afirma la identidad de quien se encuentra en la fosa se emite un oficio al Ministerio Público (MP), donde se le informa el hallazgo, luego, esta autoridad decide si sale o no de ahí. Son pocos los factores por los que el MP podría negar la exhumación, señala Takajashi, algunos podrían ser las dudas sobre el dictamen de identidad, o bien, si ya transcurrieron varios años desde que fue enterrado.

— ¡Métete, órale!— grita un hombre en el Panteón de Dolores, mientras apalea a un perro tan grande como un monumento que sale sólo para cuidar a los muertos de los vivos, bien podría ser el can de Hades— no me gusta pegarle, pero es muy encimoso.

El hombre trabaja en el panteón, no quiere decir su nombre, dice que le puede perjudicar hablar sin permiso; cuenta que la gente sí visita a los muertos de las fosas, especialmente a la de los caídos por el sismo del 85, no recuerda si alguna vez hubo una placa conmemorativa, pero cada 19 de septiembre algunos asisten al lugar, “le hacen ahí su homenaje, les traen sus flores, su arreglo, todo”, afirma.

“Los rituales posteriores al entierro, en particular el cuidado y la colocación de objetos en las tumbas, se convierten en procesos de comunicación entre el mundo de los vivos y el sobrenatural, conformado por las almas de los difuntos y los personajes”, escribe la especialista Guadalupe Osorno.

Otras víctimas del terremoto del 85 fueron llevadas a una fosa en el Panteón de San Lorenzo Tezonco, en esa época el Incifo era conocido como Servicio Médico Forense (Semefo), de acuerdo con Takajashi la institución no intervino, no se practicaron necropsias, sólo procesos de identificación.

Los muertos que nadie visita
Los muertos que nadie visita

Fosa común en la Panteón Civil de Dolores donde habitan las personas que murieron por los sismos de 1985 en la Ciudad de México.

La fosa común es el “lugar destinado para la inhumación de cadáveres y restos humanos no identificados”, según la Ley de panteones, cementerios, crematorios y servicios funerarios del Distrito Federal, no obstante, no todos sus habitantes son desconocidos.

El panteonero sostiene apenado la vara, dice que a las otras fosas comunes es poco usual que la gente acuda, pero a veces van a llevar ofrenda, “ya las personas que llegan a perder a sus familiares y se dan cuenta, muchas de las veces, por decir, para sacar un cuerpo de una fosa les sale muy carísimo; otra, que ya se dan cuenta a los dos, tres años y ya las fosas están totalmente rellenas de varios cuerpos, por eso luego ya no los sacan”.

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