"Ya no podemos atender a los pacientes en la superficie. No están seguros, y nosotros tampoco".
Este médico sirio que prefiere no identificarse habla con la BBC en una sala ubicada bajo tierra, a la que se llega tras recorrer en moto un largo túnel cavado en roca y tras bajar con prisa decenas de escaleras.
Pero el lugar no es un refugio antiaéreo. Es un hospital.
Lo construyeron como la última opción para seguir atendiendo a los pacientes ante los constantes bombardeos que sufre Idlib, una región del noroeste de Siria.
Dos años después es lo único que queda en pie en kilómetros a la redonda y sigue operativo.
"Nos han atacado repetidamente, así como a todo lo que esté vivo, en general, en los alrededores", reclama.
"Pero seguiremos atendiendo a los heridos de guerra y a los enfermos hasta que estén al alcance de los proyectiles".
Algunos ya lo fueron.
Uno de estos centros subterráneos ubicado en Hass, un municipio de Idlib, tuvo que ser desalojado y abandonado tras ser el blanco de un ataque por parte de las fuerzas rusas en mayo del año pasado.
Durante meses, los ataques aéreos contra hospitales de Idlib han sido incesantes y sin piedad.
Con helicópteros, misiles y cohetes, los bombardeos del régimen de Bashar al Asad y de sus aliados rusos se han multiplicado en esta localidad controlada por rebeldes.
Los ataques han causado cientos de víctimas mortales y han afectado casas, escuelas, mercados y hospitales. Ningún sector de la provincia, pues, parece estar salvo.La Organización para las Naciones Unidas (ONU) ha acusado al régimen sirio y al gobierno ruso de Vladímir Putin de llevar a cabo una campaña letal que parece tener como principal objetivo las instalaciones médicas de la localidad.
Solamente entre abril y septiembre del año pasado, 40 hospitales en esta provincia fueron el blanco de ataques y por eso los médicos de la región se vieron forzados a vivir y trabajar en la clandestinidad para sobrevivir y continuar ayudando a la población local.En uno de esos hospitales, el Atma Charity Hospital, que atiende a unos mil pacientes al día con solo cuatro especialistas, está internada Amal.
"En un año perdió a su padre, su madre y su hermano", dice el doctor el Mohib Khaddour sobre la niña de unos 5 años, quien yace en una cama.
"En un ataque más reciente falleció también su hermana", añade. "Es una historia muy triste", dice el médico.
Y levanta la cobija para mostrar los vendajes que le cubren las graves heridas que ella misma sufrió en el atentado y por los que necesitó varias operaciones e injertos de piel.
El corresponsal de la BBC en Oriente Medio, Quentin Sommerville, que visitó la localidad en septiembre de 2019, pudo constatar la situación.
"Se trata de una guerra contra todo lo que le importa a la gente de Idlib", reportó desde uno de los hospitales bombardeados del cual solo quedan ruinas.
"Fue el único edificio atacado en la zona. Atacar a civiles es un crimen de guerra, pero también es muy efectivo, porque ahora aquí, a muchos kilómetros a la redonda, ya no queda nadie", explica.
Solo en las últimas dos semanas de diciembre del año pasado más de 235.000 personas abandonaron Idlib, según cifras de la ONU.
Y en total, alrededor de un millón de sirios han escapado hacia la frontera con Turquía en busca de refugio: no es para nada raro ver camiones abarrotados con colchones y armarios en las vías que conectan a Idlib con el norte del país.
Para el doctor Khaddour, es un hecho que Al Asad y el ejército ruso están detrás de los ataques.
"¿Por qué está pasando esto?", susurra apenas moviendo los labios otra de sus pacientes, una mujer de unos 50 años que yace en la cama, con una venda que le cubre la cabeza y con respiración asistida.
Es una pregunta que probablemente los más de tres millones de habitantes de la región se han hecho alguna vez.
"El sistema de prevención y protección de civiles ha fallado del todo", reconoció el coordinador humanitario de Naciones Unidas para Siria, Panos Moumtzis, cuando el corresponsal de la BBC en Oriente Medio, Quentin Sommerville, lo entrevistó sobre la cuestión en septiembre.
Según Sommerville, la campaña conjunta de las fuerzas rusas y sirias ha sido efectiva, pues la mayoría de las localidades afectadas de la provincia rebelde de Idlib que él ha visitado han sido abandonada por sus habitantes.
Khaddour lamenta que a nadie le importe lo que está pasando en Siria y asegura sin mucha convicción esperar que algún día pueda ver que se hace justicia en su país.
Como este doctor, muchos en Siria sienten el abandono de la comunidad internacional y aseguran que la gente ha perdido interés en el conflicto.
Aunque de momento los hospitales subterráneos han podido seguir atendiendo a sus pacientes a pesar de los bombardeos, como la sangrienta guerra que azota el país también es terrestre, estas instalaciones corren el peligro de ser destruidas a medida que las tropas de Al Asad avanzan en el sur de la provincia insurgente con el apoyo ruso.
Idlib es el último bastión rebelde en Siria que se opone a un régimen que ha llevado el país a la devastación.Tras más de ocho años de guerra, Al Asad jamás ha estado tan cerca de controlar todo el país y desde que Rusia inició las actividades militares en apoyo al régimen, el control de los grupos rebeldes se ha minimizado.
Mientras tanto, la región se vacía cada día más: diariamente miles de familias huyen para asentarse en campamentos improvisados en el norte del país y la crisis humanitaria continúa acentuándose y alcanzando nuevos picos.